jueves 22 de agosto de 2013, 17:04h
Las armas químicas comenzaron a usarse a finales de la Edad de Piedra,
untando con veneno las puntas de las flechas. En China, cuando todavía
faltaba medio milenio para que en naciera en Belén Jesucristo, ya
empleaban humo de la semilla de la mostaza para atorar los túneles de
los enemigos. Pero como todo progresa, fue en la Primera Guerra Mundial
cuando los alemanes utilizaron cloro para combatir a los franceses, con
gran éxito, porque lograron una brillante cosecha de casi dos millones
de heridos y cerca de 100.000 cadáveres. Ni el protocolo de Ginebra de
finales de los años 30 del siglo pasado les impidió a los italianos usar
armas químicas en Etiopía, ni los alemanes y los aliados se privaron de
usar tabun, soma y gas sarín, siendo el preferido por los nazis en los
campos de concentración para matar un insecticida muy eficaz denominado
zyklon B que lleva cianuro de hidrógenos y hay que reconocer que los
seres humanos mueren con la misma rapidez e idéntica falta de dignidad
como cuando matas hormigas o cucarachas con un concentrado de DDT.
Tampoco el sátrapa sirio se ha acordado del posterior acuerdo de
Ginebra de 1993, donde los barandas del mundo juraron por sus
respectivas madres que jamás, jamás, usarían armas químicas.
¡Já!
¿Ha usado el tirano de Siria armas químicas? China y Rusia no
quieren que se investigue lo químico para que a su aliado no le
estropeen el físico. Y Estados Unidos suspira con alivio, porque ni está
el horno para bollos, ni su presidente para meterse en un avispero
donde, por cierto, los que mueren como cucarachas harían lo mismo con
los otros si estuvieran en el lugar del tirano Bachar el Asad. Pero
Francia -"siempre nos quedará París"- se ha puesto tozuda con la
masacre, y les va a complicar la vida a todos los que estaban
agradecidos, en el fondo, por la postura de China y Rusia. A mí me
suspendieron Física y Química en algún curso del bachillerato. Pero esas
convulsiones de las víctimas sirias no son de bala, ni de metralla, ni
de pedrada, ni de un pisotón. Esos espasmos son una consecuencia de los
productos químicos que ordena distribuir el amigo de rusos y chinos, y
que lo seguirá haciendo, si Francia no consigue que deje de pasarse los
acuerdos internacionales por donde más suda la entrepierna (fenómeno
físico, o, más bien, fisiológico).