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Divorcios civilizados

Divorcios civilizados

martes 03 de septiembre de 2013, 10:33h
Verano y se disparan los divorcios y las Diadas. He oído al pasar así como un dato; una tercera parte de los matrimonios se rompen a la vuelta de las vacaciones de verano. Será por eso el afán de los nacionalistas catalanes de emplazar un once de septiembre los actos simbólicos señalados para jalonar el camino del referéndum y poder votar si quieren depender de otros en vez de hacerlo de Madrid. Ensoñaciones nacionalistas, a quienes gusta equiparar su derecho a la fragmentación política y a la secesión con el del divorcio.

Así, una amiga nacionalista escocesa del SNP se indignaba el otro día con los medios ingleses hablando acerca del referéndum en Escocia para cambiar la dependencia de Londres por otras más sutiles. Ésta amiga caía en la perversión de establecer una analogía demagógica entre el derecho a decidir, el divorcio y la secesión política. Acusaba a la "narrative unionist" de actuar como un marido maltratador atemorizando a su mujer después de majarla a palos, acusándola de ser una inútil, incapaz de estar sola, repitiendo las amenazas de dejarla fuera de la casa común, léase Unión Europea, y sin la libra esterlina...

¿Ya hemos simpatizado bastante con la pobre esposa aterrorizada, vapuleada y encogida en un rincón de la Gran Bretaña o de la Península Ibérica? No nos extrañemos, la "narrativa nacionalista" es sentimentaloide, de lágrima fácil y juega la carta del síndrome de David contra Goliat y el victimismo para despertar la compasión del oyente. pero no existe tal marido sádico o una metrópoli maltratadora torturando a Escocia o a Cataluña, aunque sí existen similitudes entre los divorcios y las secesiones políticas.

Existen similitudes cuando un cónyuge insatisfecho cifra sus ilusos sueños de alegría en la libertad tras el divorcio. Recuerda a la película de enredos española de 1980 "El divorcio que viene" de Pedro Masó; en ella todos están descontentos con sus respectivos matrimonios y sueñan con la entonces inminente aprobación del divorcio en España para dar rienda suelta a sus fantasías. La mayoría comprende pronto que esa no era la clave de la felicidad y vuelve a casarse sustituyendo unas dependencias por otras. Así les pasó a checos y eslovacos tras su separación pactada en 1991; muchos añoran la unión anterior, pero la cosa ya no tiene remedio. Ahora, divididos y mucho más débiles esperan con servilismo los "diktats" de Alemania.

Tiene escasos problemas un divorcio sin hijos. Pero cuando sí los hay las cosas se complican sobremanera. Las demagogias de los políticos nacionalistas para atraerse el voto de los indecisos son como los padres manipuladores cuando enajenan a sus hijos prometiéndoles regalos y caprichos, libertad para llegar a casa a cualquier hora y una moto. Al mismo tiempo el otro cónyuge es el villano de la película, y para caricaturizarlo como tal se exagera cualquier agravio, crítica o defecto, real o inventado.

Pero si los hijos deben ser protegidos de los padres en un proceso de divorcio también en el de fragmentación política hay mucha gente no nacionalista y minorías por quienes mirar cuando se rompen los lazos de convivencia, y siempre será mejor regularlo a estar esperando a que se vayan a comprar tabaco para no volver.
Somos esclavos de las leyes para poder ser libres; Cicerón dixit. Es la única forma civilizada de lidiar con esa fragmentación creciente del mapa europeo, porque después de una Escocia independiente de Londres podría seguir Gales, Mercia o el condado de Armagh. O el caso del Vall d'Arán, con una renta per cápita superior a la media catalana, una lengua propia y demasiadas tensiones con la prepotente Barcelona. Es interesante echar un vistazo a la revista digital "Vediau" al respecto y se alegran mucho de recibir visitas.

¿Libertad para divorciarse? Sin duda, pero el divorcio no se deja al único arbitrio de los padres; hay leyes, jueces e instituciones para regular el proceso en todos sus pasos. Y de la misma forma en un proceso de secesión política son necesario jueces e instituciones que elaboren y apliquen antes de cualquier referéndum Leyes de Claridad como la canadiense, que concede a la Cámara de los Comunes en Ottawa la autoridad para dilucidar si una clara mayoría manifiesta su voluntad de segregarse, si la pregunta es clara y concisa sin ambages ni circunloquios. Establece también el requisito de la audiencia de los territorios del Estado común, que podrán ser parte en las negociaciones de secesión, pues todos se ven afectados por ella. Y por supuesto, el juez, o la Cámara de los Comunes en su caso, tendrá la última palabra.

Porque esto no puede ser el capricho de un día. Como le decía yo a mi amiga nacionalista escocesa; cuando hay hijos un divorcio no puede depender del humor en una mañana de referéndum después de no poder dormir al lado de un marido inglés dedicado a roncar toda una noche entera de verano.
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