martes 17 de septiembre de 2013, 16:35h
Igual que hacía el Conde Duque de Olivares
cuando avanzaba por el campo de batalla: llevemos unos guantes
perfumados en la bocamanga porque el hedor es insoportable. O en su
defecto unas pinzas para tapar la nariz, algo que nos evite el
desagradable contacto con la corrupción presente.
El informe del Fiscal General del Estado es demoledor y certero,
Torres-Dulce ha puesto delante del Rey y del estamento judicial el
espejo que nos contempla y la imagen grotesca proyectada no puede ser
peor para un país que trata de recobrar la confianza. En los últimos
tres años las sentencias condenatorias por corrupción aumentaron el
ciento cincuenta por ciento, con esa ratio de trincón per cápita no sé
dónde queremos ir. Una cosa es la economía sumergida y otra esta de
cloaca que impera.
Por ahí fuera se fían poco de nosotros, y dentro hay un cansancio
de gotera de grifo mal cerrado, también se ha extendido un cierto
derrotismo: parece que contra la corrupción no se puede hacer nada. Esa
bajada de moral es producto de una escasa ética que no lleva a nada
bueno salvo a que sigan haciendo negocio a nuestra costa: cuanto más
pardillos y peor formados mejor para los intereses de los corruptos. A
cada paso otro asunto demencial, el último tiene que ver con la manera
de expoliar los fondos públicos para una mariscada navideña de UGT en
Sevilla, y luego tener la cara de tocar la factura como si los
langostinos de Sanlúcar que caían a docenas fueran parte de unos cursos
de formación. Y a Cándido Méndez no se le cae la barba de vergüenza y
los presuntos implicados se enrocan bajo la bandera del sindicato para
no dar explicaciones. Algo que recuerda de mala manera a aquel alcalde
de Alhaurín El Grande acusado de cohecho, blanqueo de capitales y
prevaricación que cuando era detenido vociferaba que no iban contra él
si no contra el PP. Acabó siendo condenado por cohecho por la Audiencia
Provincial de Málaga. Aunque el verdadero "campeón" en estas lides fue
el alcalde de Abdalajís, hermoso valle del interior malagueño, condenado
por doce delitos de corrupción urbanística pero liberado de tal carga
por el Consejo de Ministros que lo indultó con Rajoy al frente. Antes
Zapatero se había despedido indultando a un banquero.
Sólo hay algo al mismo nivel que la corrupción: la pasividad
ciudadana que no levanta la voz, nos hemos acostumbrado al petardeo
agudo que hacen las moscas azules al volar. Cuando el público no
reaccionaba a su espectáculo de magia Pepe Carrol decía: "¡vaya, parece
que están ustedes pintados al óleo!". Eso mismo: el informe de la
Fiscalía nos ha dejado pintados, ya solo falta elegir el marco.