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Imainaya, índice de pobreza del 98%

Imainaya, índice de pobreza del 98%

martes 06 de noviembre de 2007, 11:59h
Este año esta siendo movidito para mí…Estoy en  Bolivia, colaborando con una ONG entre la ciudad de Cochabamba y una provincia-municipio situada al sur del Departamento de Cochabamba, en lo alto de Los Andes (a unos  4.000 metros de altura) formada por pequeñas comunidades, que están separadas entre si por horas de caminata. El índice de pobreza aquí es del 98%, (uno de los más altos de Bolivia) y su esperanza de vida son 48 años.
Esto se traduce en que no hay agua potable, ni alcantarillado, tuberías, calles asfaltadas, recogida diaria de basuras, ni por supuesto calefacción (por cierto, hace un frío que pela: aquí  hemos estado a -7 grados la última noche) y la electricidad es un lujo. Las casas son de adobe y techo de paja, con una sólo habitáculo que usa toda la familia como dormitorio, cocina y almacén para las papas y cereales.
El “hospital” de Bolivar por cierto, deja mucho que desear al paciente, además de que la sanidad pública no es gratuita y la ambulancia del pueblo se paga. Sumado a que no hay medios de transporte ni  teléfono en las comunidades, (ni una rayita de cobertura en el móvil o celular como lo llaman aquí) esto significa que los comunarios deben caminar enfermos o heridos durante horas hasta llegar al “hospital”, que normalmente los manda a la ciudad porque allí apenas se pueden realizar las curas mas simples…

    Aquí soy  “el gringuito”, que es la forma que tienen en el pueblo de referirse a los que venimos de fuera y tenemos la piel menos oscura… Las conversaciones con los bolivareños siempre pasan por la agricultura y la ganadería, aunque también tenemos forofos del  Madrid y del Barça por aquí, jeje.

    La pregunta típica que me hacen es si en España se hace chuño (una variedad de patata amarga que se deshidrata pisándola y luego se congela en lo alto de la montaña) o si cultivamos locoto (una especie de pimiento muy, pero que muy picante) o si criamos llamas como ellos... Cuando les digo que no, algunos me miran como diciendo “¿pero y por qué  no?”. Los bolivarenos tienden a ser bastante tímidos y reservados, sobre todo conmigo que no hablo quechua, pero son muy buena gente.

    Tradicionalmente, los campesinos bolivareños sólo tienen para comer papa-chuño y cereal todo el año, y por la falta de carne pescado, frutas y verduras padecen enfermedades como anemia o escorbuto).
   
    La población es mayoritariamente de etnia quechua y habla con dificultad español, ya que no es su lengua materna; aunque esto puede cambiar: ahora los padres no quieren que sus hijos aprendan quechua, pues lamentablemente ven que su futuro pasa por emigrar a  las ciudades, y para trabajar o estudiar en Cochabamba u Oruro, el quechua es un obstáculo. Lo cual choca con la situación actual del país, ya que desde hace dos anos hay un gobierno indigenista (el Movimiento Al Socialismo, de Evo Morales) que recientemente ha establecido la enseñanza bilingüe en las escuelas y otras medidas para preservar y mantener las culturas originarias (quechuas, aymaras, guaraníes, etc).

    Estas culturas representan alrededor del 60% del país, pero hasta ahora no se les había tenido en cuenta,  encontrándose en una situación de extrema marginación y pobreza…

La revolución de Evo

    El gobierno de Evo ha emprendido una “Revolución Democrática y Cultural” que está mejorando el nivel de vida de los mas pobres, alfabetizando a la población y mejorando la calidad de la sanidad pública con la ayuda de Cuba y Venezuela y, según me cuentan, despertando muchas ilusiones, de tal forma que está aumentando la participación popular y el debate para lograr un cambio en el país.
Volviendo a mi experiencia, me siento afortunado por estar aquí, porque sé que será algo inolvidable, pero la verdad es que me costó llegar hasta Bolivia, pues la compañía aérea me estuvo mareando  retrasando mi vuelo hasta en 3 días y sin dar explicaciones. Es lo normal, según me contaron unos sufridos turistas argentinos en Madrid-Barajas...

    Fueron momentos en los que pensé lo arriesgado que era “irme yo solo de cooperante”, cogiendo un avión por mi cuenta y riesgo a Bolivia, a miles de kilómetros de mi casa y aterrizando de noche, sin nadie esperándome en el aeropuerto de Cochabamba para llevarme a las instalaciones de la ONG en la que trabajaría, con lo que conlleva coger aquí un taxi desconocido por la noche... Afortunadamente, sí me estaban esperando.

    Creo que he tenido mucha suerte con los compañeros/as que me han tocado, con quienes salgo casi todas las noches que estoy en Cochabamba. Comparto habitación con Jessica, estudiante de Bellas Artes y becada para hacer un reportaje fotográfico de Bolivia. También está Cecilia, la responsable de mi estancia en Cochabamba. Cecilia es psicóloga y antropóloga; ella me orienta con mi trabajo de campo en Bolivar, y estoy aprendiendo mucho de la vida en general gracias a ella.
Cuando estoy en Bolivar duermo en unas infra-instalaciones con el resto de técnicos del proyecto, con quienes aprendo a jugar al « cacho » y la « rayuela » mientras tomamos cerveza y “pischeamos” (mascamos) coca con “legia” (una pasta con textura de goma hecha con azúcar y ceniza de peyote) escuchando canciones de Pimpinela y Nino Bravo (así son los gustos musicales de estos bolivianos…).

    Ahora estoy en Cochabamba de nuevo. Quería hacer un poco de turismo en estos dias y visitar unos cuantos lugares: Sucre, Oruro, Potosí, el salar de Uyuni y La Paz . Pero bueno, la situación en el país está demasiado fea como para salir de viaje, con los parlamentarios pegándose y bloqueos de carreteras en varias ciudades, así que mejor me quedo en Cocha por el momento…

Crónica publicada el martes 6 de noviembre
Miguel Valverde García
26 años
C.E.U. Talavera (Campus de Toledo)
Estudiante de Ldo. Antropología Social y Cultural
Universidad de Castilla - La Mancha
Destino: Bolivia
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