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La derrota de las luces

La derrota de las luces

jueves 26 de septiembre de 2013, 19:52h
Como decíamos ayer el nacionalismo parece imparable. Incluso se  acelera por la misma naturaleza de los cambios críticos contemporáneos. Por supuesto las circunstancias locales son determinantes, pongamos la disponibilidad de las rentas del petróleo en Escocia, paralela al ascenso del nacionalista SNP en el Parlamento de Edimburgo. Veamos. En 1967 el "Scottish National Party" consigue, por primera vez, un escaño en el parlamento de Westminster. Dos años después, en 1969 tiene lugar el primer hallazgo de petróleo a 135 millas al este de Aberdeen. En 1973, se produce el embargo de la OPEP y la primera crisis del petróleo. Su precio se multiplica y Occidente entra en una crisis devastadora. En las elecciones de 1974 el eslogan del SNP es "It's Scotland's oil"; y por primera vez consigue un 30 % de los votos y 11 escaños en Westminster.

En el caso catalán uno de los detonantes fundamentales fue el Pacto del Tinell en diciembre del 2003, del cual surgió el proyecto abortado del reformado estatuto. La intolerancia a la frustración de determinados medios políticos catalanes, erotizados ya con la posibilidad de manejar aun más poder, cuantiosos presupuestos, disponibilidad de cargos de libre designación y cobro de jugosas comisiones hizo su parte, y un Artur Mas con serios problemas internos decidió cabalgar al tigre del independentismo para hacer olvidar las incompetencias de su gobierno a la hora del voto.

Pero esas circunstancias son sólo coyunturales, como lo es la coincidencia de la celebración de un referéndum independentista el 18 de septiembre de 2014 en Escocia y la pretensión de los secesionistas catalanes de convocar el suyo siete días antes. Incluso la previsible derrota de los nacionalistas escoceses o la imposibilidad legal de celebrar el suyo para los catalanes sólo retrasará el conflicto hasta una nueva ocasión. El problema de fondo son, al menos, tres de esos fenómenos  llamados por Braudel de "larga duración" catalizando ese proceso.

Considerando la perspectiva de una infraestructura en el sentido marxista del término tenemos unos cambios tecnológicos provocando una verdadera globalización de la información consumida de manera instantánea en todos los continentes así como una universalización de los transportes con significativas disminuciones de sus costes. Todo cambio en la infraestructura acaba por generar seísmos en la superestructura, es decir en la ideología, la legislación y la política entre otras cosas. La reacción de muchos consiste en abrazarse al rebaño nacionalista, exagerando las pequeñas diferencias de acento, pronunciación, vocabulario, y folklore con el énfasis en el "nosotros" tribal opuesto al "ellos" más cosmopolita e indiferenciado.

Otro factor esencial es el de la crisis económica sistémica de la mayoría de los países occidentales; el terror consiguiente ha sido la excusa para someter a una buena parte de la ciudadanía al mayor empobrecimiento y expolio de los últimas décadas mientras se ha concentrado la mayor parte de la riqueza en unas pocas manos. La reacción instintiva es buscar a los sospechosos habituales y cargarles el muerto. Como mínimo acusarles de latrocinio. Antes y ahora el chivo expiatorio eran y son los "diferentes", judíos o gitanos en otros tiempos, acusados de manera sistemática de vagos, de vivir sin trabajar, además de la usura en el primer caso y de hurto en el segundo. También sirve lo de que el petróleo es sólo de Escocia o el "Espanya ens roba". Eso mantiene la armonía en una comunidad supuestamente decente y honrada, solo turbada por el rasgar periódico de sus vestiduras ante la deshonestidad inveterada de los maleantes forasteros.

Es el miedo al futuro, propiciado hoy por el deterioro del estado del bienestar y el desempleo, siempre agudizando la xenofobia y el racismo y con ellos la inevitable derrota de las luces democráticas de manera paralela a la proletarización creciente de la clase media. Como con la crisis del 29 y el ascenso de los totalitarismos nacionalistas en Europa y hoy el caso de Amanecer Dorado en Grecia.

Y eso nos lleva al tercer factor, la persistencia de la irracionalidad y el pensamiento mágico en el mundo contemporáneo en general y en la visión política nacionalista en particular. Una muestra la tenemos en la intervención en el Congreso de los Diputados de la diputada Teresa Jordá, de ERC, defendiendo una proposición para regular la acupuntura y la homeopatía. Comparó la cirugía y la medicina científica con esas dos terapias alternativas con ventaja para las segundas, descritas como "igualmente eficaces y más baratas". Viendo como su partido gobernando en coalición en Cataluña recorta presupuestos a la sanidad pública no sería extraño ver pronto en las urgencias de los hospitales catalanes a los médicos de guardia agitando flores de Bach y aplicando auriculoterapia a los pacientes diagnosticados mediante la Iriología y una carta astral.

En la próxima entrega de la derrota de las luces seguiremos analizando algunos de esos mitos irracionales, alimento y sostén de ese nacionalismo imparable.
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