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Faenón del de Salteras y ortodoxia del vasco

Feria de Otoño: El Cid torea, pero su tizona le cierra la Puerta Grande, y Fandiño corta una oreja

sábado 05 de octubre de 2013, 10:35h
Tres toros de CORTÉS -1º, 5º y 6º- y resto de VICTORIANO DEL RÍO, desiguales de presencia aunque con trapío, casi todos cornalones; justos de fuerza, con los dos primeros casi inválidos; mansotes y nobles, con 4º, boyante. EL CID: silencio, vuelta tras aviso. IVÁN FANDIÑO: oreja tras aviso; silencio. SEBASTIÁN RITTER, que tomó la alternativa: saludos; silencio. Plaza de Las Ventas, 4 de octubre. 2ª de la Feria de Otoño. Más de tres cuartos de entrada. 
  • Natural de El Cid a

    Natural de El Cid a 'Berbenero'
    Juan Pelegrín (Taurodelta)

  • Desesperación del coletudo tras sus fallos a espadas

    Desesperación del coletudo tras sus fallos a espadas
    Juan Pelegrín (Taurodelta)

Loor a la resurrección profesional de la que ha sido la mejor izquierda española en la tauromaquia -¡ay, si la política festoneara un coletudo así, ¡ay!-, que se había tomado unos años de descanso, con algunos arrebujos sueltos. Loor a El Cid torero y olé, que vuelve a campear. Venía de tapado a la Feria, tras el gesto de Iván Fandiño de anunciarse dos tardes, y con una de las mejores faenas de este año en la cátedra, le robó el protagonismo, y a la salida todos íbamos toreando mentalmente como el de Salteras lo cascabeleó en la realidad.

Porque Manuel Jesús, frente a un bicorne boyante, como fue 'Berbenero, el cuarto de la función, se sintió con flámula y percal. Con éste, en unos majestuosos delantales en su quite, a los que respondió el de Orduña -por fin competencia entre dos figuras, por fin- con unas escalofriantes gaoneras envolviendo las dos kilométricas y afiladísimas navajas del burel, y que motivaron unas mecidas verónicas rematadas con una media belmontina por parte otra vez del sevillano. Con aquélla, iniciando la faena en el platillo con una tanda de majestuosos naturales, que cerró adornándose con la trinchera.

Otro baño de lágrimas

Todo a ello dando distancia al toro, al que, ya 'rota' el alma de su lidiador, embebió en nuevas tandas majestuosas, inspiradas y desmayadas, incluso citando de frente. Intercaló otra gran serie con la derecha y, por último, redondeó con más toreo de altísimos quilates con la izquierda, uno del desprecio y un desplante. Pero, ¡ay!, El Cid, fiel a sí mismo, volvió a no tener tizona. Dos pinchazos y una media necesitó para despenar a 'Berbenero', y Manuel Jesús volvió a cerrarse la Puerta Grande, como en tantas otras tardes bañadas con sus lágrimas, las que caían por sus mejillas en la agridulce vuelta al ruedo.

De cara a la estadística es triste, sí; de cara al aficionado, da igual, porque la demostración que nos trasladó a la gloria ya estaba explicada en el encerado de la cátedra venteña. Loor a El Cid. Y también, en menor medida a un Fandiño que intentó la ortodoxia y la pureza ante el tercero, al que veroniquéo con pasión y exprimió con la pañosa con tan difíciles armas en redondo, bajando el nivel, como la corta embestida del bicho, al natural. La labor estaba en el filo de merecer la oreja, como en el filo estuvo la petición, aunque el usía la concedió.

Poco más que contar, ya que el resto del festejo fue plano por la falta de fuerzas y casta de los de la doble divisa de Victoriano del Río. De modo que El Cid, en su peor versión y siempre despegadote, apenas labró algún muletazo de mérito al segundo, mientras que Fandiño se estrelló con la falta de colaboración del quinto. Y mientras que el colombiano Sebastián Ritter se doctoró con cierta suficiencia con el inválido que abrió festejo y tampoco pudo brillar ante el descastamiento total del último.
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