Según parece, más de un tercio de los ciudadanos de
sociedades avanzadas -entre ellas, la nuestra- , vivirá
en soledad a finales de la década de 2020, la mitad de los cuales estarán jubilados.
Ante esta perspectiva, y lejos de tranquilizarme, me
inquieta mucho más saber que ahora
la UE anda entretenida en el desarrollo de un programa de
"acompañantes virtuales de conversación" bautizado como
"Companions" para tranquilidad y auxilio de todos
esos mayores de 2020 y años posteriores.
Parece que las autoridades europeas
-a buena parte de las cuales, posiblemente beneficie
esta iniciativa de encerrarse en casita
y descansar de tanto viaje a Bruselas- no han caído en
que lo que más beneficie
a mayores del presente y del futuro es mantenerlos activos y participativos en la
vida comunitaria, en la medida de lo posible y no ese interfaz de conversación
a medida del usuario con capacidad no
solo de reconocerlo, sino también
de aprendizaje automático. Si piensan en
serio que programas informáticos
como este van a acabar con la
soledad de los mayores, apaga y vámonos.
Como entretenimiento
para funcionarios de la Comisión, del Parlamento o del comité de las regiones y ,si me apuran,
hasta para los funcionarios de los estados, sus
organismos autónomos, de las regiones (aquí, en España, las
llamamos autonomías) y funcionarios locales, lo mismo no está mal del todo. Pero ¿qué dirá la
máquina cuando el anciano
se ponga a llorar recordando a su mujer
que acaba de fallecer?, ¿quién
lo llevará a la ducha cuando
lo necesite? Y , sobre todo, no pensarán en serio estos
señores de la UE que este "Companions" puede sustituir
al viejo amigo
de toda la vida, aunque ya no pueda levantarse de la cama, o a los
compañeros puntuales de tertulia o de la
partida de dominó de cada tarde.
No hay que
arañar mucho en la nueva
propuesta para concluir que todo
esto es una mentira más del sistema. El propio concepto de
"compañía interactiva virtual" lo indica ya. Si es virtual, no es real; si es
interactiva tiene que ser
bidireccional y, por último, si es compañía, tiene que haber beneficio mutuo, un pequeño o gran grado de satisfacción, pero para
ambas partes, y una de ellas no tiene sentimientos.
Hay
tantos y tantos rasgos de locura en esta sociedad que
uno llega a pensar, incluso, si
no es uno mismo quien, definitivamente, sea
quien esté verdaderamente loco de remate.