Estamos
a vueltas con los dineros de la Universidad, aduciendo razones presupuestarias
y contables para acordar una financiación "que garantice la sostenibilidad del
buque insignia del gobierno regional" -Marín-, "ajustándose a las líneas rojas
que permitan planificar el futuro de la institución" -Collado- (Lanza, 19/10).
Quien es
refractario al cálculo no puede adoptar una posición suficientemente fundada en
el plano de la contabilidad, que favorezca a una u otra parte en la negociación.
Como se suele decir, un hombre sin información es un hombre sin opinión, aunque,
en mi caso, debido a la proximidad y por razones de supervivencia, considero
que son justas las reivindicaciones de la Universidad.
Hay, sin
embargo, un punto de vista distinto al de la crematística necesaria para la
viabilidad de la Universidad, que se refiere al producto que se pretende
comprar con los recursos disponibles. Es evidente que hay que poner en relación
el dinero que se tiene con lo que se quiere comprar, y parece que para el consejero de Educación el gasto que está negociando es para comprar "educación"
en el último tramo de la pirámide educativa castellano-manchega, sobre la cual
ejerce sus competencias. Es como si quien tuviera un dinero para comprar fruta
estuviera haciendo cuentas para comprar más o menos peras que manzanas o
naranjas, avisando que "aquí no valen barras libre" por la escasez de recursos
disponibles (Tribuna, 17/10).
Creo que
esta perspectiva convierte en puramente nominal la existencia de la Universidad,
pues el producto primario y genuino de esta institución no es la enseñanza, es
decir, la administración de un saber ya adquirido para impartirlo en un nivel
que está en continuidad con los niveles de enseñanza primaria y secundaria. El
producto genuino que la Universidad aporta a la sociedad es el saber superior, el cual no es
simplemente una cuestión de enseñanza, sino que se caracteriza porque es
aquello a lo que se ha llegado en la larga y fecunda acumulación de saber
logrado a lo largo de la historia. No se trata de una cuestión de jerarquía,
sino de algo mucho más serio.
El saber superior es la cumbre del saber
heredado, y lo heredado no está terminado sino que hay que continuarlo,
incrementándolo desde su cima. Por eso puede considerarse como una
"producción". Ésta es la función que justifica la existencia de la Universidad,
sin la cual queda reducida a "tercera enseñanza".
La
formación de los alumnos es ciertamente un producto de la Universidad, pero no
es lo primario. El alumno cuando ingresa en la Universidad debe notar que lo
que ahí se enseña se enseña de un modo, con unos conocimientos y una
profundidad desconocida hasta ahora para él, pues lo que alimenta la enseñanza
universitaria es la investigación.
La empresa
universitaria se desfigura cuando se supedita a la gestión administrativa o al
ánimo de lucro, cuando el staff asume
el protagonismo por encima de la línea,
que son las personas que intervienen en logro del producto propio de la empresa,
en este caso, el investigador/profesor. Cabalmente, ellos son los únicos que pueden
proyectar el saber superior hacia el
futuro, volcando su atención a los modos de hacer, determinando los medios
técnicos necesarios y las fuentes de conocimiento, con una biblioteca abastecida
del saber transmitido para poder incrementarlo desde su extremo. Aunque es
evidente que debe haber conexión entre la política y la universidad, la
actividad universitaria debe desligarse de los poderes públicos, de forma que no
se supedite ni dependa de ellos.
Solo mediante
una enseñanza amparada en la excelencia de la investigación podrán salir profesionales
bien formados, capaces de impulsar con fuerza y vitalidad, desde los niveles
más altos, la dinámica social de Castilla-La Mancha. De esta manera la UCLM
podrá cumplir su función como "buque insignia", en el que se reconocen, se
disciplinan y se ponen a prueba las aspiraciones sociales de la región, pues el
saber es el elemento de contraste y cauce de la vida en común.
Consecuentemente,
el foco del conflicto sobre la financiación, que estamos viviendo estos días, no
se encuentra, a mi juicio, en si hay o no "barras libres" para gastar en un
supuesto tercer nivel de enseñanza, sino en si el gobierno regional se interesa
o no en comprar saber superior, cuyo
precio viene fijado por las "líneas rojas" marcadas por el Rector en
representación de quienes se dedican a producirlo como miembros, cada uno en su
especialidad, de una res publica
scientiarum de ámbito mundial.
De ello
depende la continuidad en la región del cultivo de un saber, que, desde sus
comienzos en la Academia de Platón y
el Liceo de Aristóteles en el siglo
IV a.C., pasando por la Teología especulativa medieval, ha desembocado, urgido
por el más alto impulso, en la investigación científica que se realiza en las
Universidades modernas, entre las que la UCLM ha alcanzado un prestigio que está
abocada a perder si los términos de la negociación se reducen a las razones
presupuestarias y contables.
**Guillermo Díaz
Pintos
Profesor
Titular de Filosofía del Derecho
Universidad de
Castilla-La Mancha