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Visitantes y caza de brujas

Visitantes y caza de brujas

jueves 24 de octubre de 2013, 12:41h
"Los visitantes". Ese es el título de una película francesa sobre dos personajes trasladados desde el más tópico feudalismo a las milagrosas tecnologías contemporáneas. Y utilizo a conciencia el término "tecnologías" pues humanamente hemos avanzado muy poco desde la cruzada contra los Cátaros y las ejecuciones públicas como mejor Derecho Penal basado en la venganza.

Cuando saltó la noticia del hallazgo en Grecia de una niña rubia "con rasgos nórdicos" en manos de una familia gitana con la que al parecer no tiene lazos de sangre ya me pareció ver el énfasis mediático en lo de gitanos. Lo del robo de niños por parte de judíos, brujas y gitanos no deja de ser uno de los arquetipos ancestrales de los europeos. Las acusaciones medievales abarcaban su uso como corderos sacrificiales en supuestas misas negras a la utilización de las partes infantiles como ingredientes esenciales de un buen conjuro. O el simple y llano canibalismo durante las hambrunas.

 A veces la realidad supera la fantasía, y en la historia se han dado casos de una perversidad inimaginable; el del bretón Gilles de Montmorency, Barón de Rais, en la Edad Media. Fue colgado y quemado por el asesinato de incontables niños. Por supuesto está también la leyenda de la aristócrata húngara Elisabeth Báthory, quien rejuvenecía con los humores de niñas secuestradas y asesinadas en el siglo XVI. Pero es a finales del XIX y principios del siglo XX cuando las noticias sobre las desapariciones y asesinatos de niños se convierten en una epidemia por toda Europa; Rachel Ostrovoskafa en Ucrania, Gaetana Stromoli en Sicilia, Gustav Holmen y su mujer en Suecia, Madame Kuznezowa en Rusia o Jeanne Webber, "La ogro de la Goutte d'Or" en Francia, como también Dinora Galou.

En España tenemos nuestros casos, por supuesto; el de Enriqueta Martí "La vampira del carrer de Ponent" asociada en 1910 con múltiples desapariciones de niños en Barcelona y doce asesinatos comprobados, o el "Crimen de Gador" ese mismo año en Almería, donde un niño de siete años fue asesinado por un enfermo de tuberculosis y una curandera para destriparlo y usarlo como sanación.

Además de la interesante hecho de concentrase muchas de estas noticias en torno al año 1910, lo que exigiría otro análisis para el que no disponemos de espacio hay otra cosa en común en esos casos. Ninguno de ellos fue perpetrado por judíos o gitanos, lo cual es estadísticamente lógico. Sin embargo, la sinrazón popular asoció siempre las desapariciones de niños con las minorías marginadas, utilizadas como chivos expiatorios de los miedos en épocas de crisis.

Por supuesto, en el 2007, cuando desapareció Madeleine Maccann de siete años en el sur de Portugal los gitanos también fueron acusados de esconderla en un campamento cerca de Portimao.

La niña de cuatro años llamada María encontrada por la policía griega en un asentamiento gitano sin relación genética de parentesco con quienes la cuidaban no sólo encaja con todos los arquetipos medievales confirmando los tópicos más manidos, también puede desatar en Europa otra "caza de brujas" como la iniciada ya en Irlanda, donde la policía se ha visto obligada a devolver a su hogar en Dublín a una niña de siete años. La pequeña, rubia y con ojos azules, fue arrebatada por las fuerzas de seguridad a sus padres gitanos en su hogar de Dublín tras una denuncia anónima. Las pruebas han confirmado la filiación genética de la pequeña. Otro niño de dos años en la misma situación también ha sido devuelto por la "Garda" a su familia gitana en Athlone después de ser arrebatada a sus padres en una fulminante operación táctica: la policía irlandesa entró en los hogares de estas familias para llevarse a los niños a pesar de las protestas de sus padres y hermanos que lloraban y juraban que se trataba de sus verdaderos hijos.

Además de los prejuicios contra las minorías las acusaciones populares muestran también la pervivencia de burdos estereotipos raciales en Europa, según los cuales los gitanos o los judíos no pueden ser rubios ni tener los ojos azules. De ahí a curar la tuberculosis con manteca de niños hay sólo un paso que a los visitantes feudales en nuestra tecnológica contemporaneidad no les costaría nada dar.
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