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Cruces de fuego

Cruces de fuego

lunes 28 de octubre de 2013, 11:31h
Una niña ha sido secuestrada. Mary. Descrita como muy blanca, rubia, ojos claros, lazos en las trenzas. Corre el año de 1915, y en febrero se ha estrenado con gran éxito "El nacimiento de una nación" de Griffith. Exalta el valor caballeresco de unos jinetes enmascarados con túnicas y capirotes blancos salvando a una doncella rubísima acosada por un negro. En la oscuridad de las salas donde se proyecta resuenan a veces los revólveres cuando los más enardecidos espectadores hacen puntería con los actores embetunados como perversos negros. El triunfo final de la rectitud sobre la abyección criminal arde con el fulgor de la justicia iluminando el horizonte con cruces de fuego. Los indignados paisanos salen del cine con sed de sangre, y en Lafayette, al finalizar la proyección, un enloquecido espectador asesina de un tiro a un adolescente negro en las calles de la polvorienta Indiana.

También en Georgia los ciudadanos de Marietta han visto varias veces la película de Griffith. Cuando el cuerpo sin vida de la dulce Mary aparece en un callejón con signos evidentes de estrangulamiento alguien dice haber visto a la pobre niña con un judío; Leo Max Frank, de veintinueve años. Con un golpe de mazo Leo Frank, el judío, es condenado a muerte en un proceso sin garantías.

El gobernador del estado, Jack Slaton, se deja guiar por su conciencia y los principios del derecho. Conmuta la pena capital por una cadena perpetua y la prensa sensacionalista abre las puertas del infierno; tropas de la Guardia Nacional deben proteger al gobernador y a su mujer fuera de Georgia mientras las turbas tratan de destrozarlos. Es el fin de la carrera política del gobernador condenado por las ansias de venganza del pueblo indignado.

Los buenos ciudadanos blancos y cristianos de Marietta sintiéndose traicionados por los políticos deciden organizarse por su cuenta. Adoptan el nombre de "Caballeros de Mary Phagan", y veintiocho de ellos, bien armados, asaltan la prisión de Milledgeville. Entre sus armas se cuentan periódicos cuyas páginas alaban la Ley de Lynch como un ejemplo del profundo sentido de la justicia popular arraigada en el alma de la tierra y el espíritu del Deuteronomio.

El judío Leo Frank, maniatado, es llevado en una procesión compuesta por ocho automóviles abiertos. En sus asientos se apelotonan los voluntarios para la ejecución; entre ellos un antiguo gobernador del estado, un oficial de policía y alcalde de Marietta, ayudantes del sheriff del condado y el mismo sheriff, jueces, abogados y otros probos ciudadanos. El destino de la larga fila de automóviles es un árbol cercano a la casa de Mary en cuyas ramas Leo Frank es colgado por el cuello hasta morir en presencia de una muchedumbre jubilosa de hombres, mujeres y niños. Arrancan trozos de la ropa de Leo Frank como recuerdo. Otros se hacen con recortes de la mismísima soga. Fotografías del cuerpo pendiente del árbol se venden como postales a veinticinco centavos cada una mientras cruces de fuego arden en el horizonte en un siniestro remedo de la película de Griffith prendido por "Los caballeros de Mary Phagan".

Dos meses después, el Día de Acción de Gracias de 1915 otra enorme cruz ilumina con su fuego la cima de Stone Mountain, en Atlanta, donde un pastor metodista con delirios mesiánicos, William J. Simmons, ha visto la película y decide salvar a la nación de negros, gitanos y judíos con una horda disfrazada como los caballeros de la película, con túnicas y capirotes. Es el Ku Klux Klan.

Corre el año 2013 en Europa y los doce millones de gitanos del continente siguen estigmatizados por los prejuicios. En Dortmund alguien avisó a la policía alemana porque vieron a unos gitanos llevar a unos niños a un piso y salir sin ellos. Cuando llegaron las patrullas se encontraron una fiesta infantil de cumpleaños. En Serbia un grupo de skins ha entrado en un campamento gitano para llevarse a un niño porque no les parecía tan "moreno" como sus padres. El caso de los dos niños gitanos arrancados de sus casas por la policía irlandesa ya lo comenté en el artículo anterior, y en la República de Francia 10.000 gitanos han sido desalojados a la fuerza de sus asentamientos y algunos expulsados sin más del país, como Leonarda, sacada del autobús escolar por policías franceses dirigidos por el ministro socialista de Interior, Manuel Valls con unos planteamientos no muy distintos de los "Cruces de fuego" o "Croix-de-Feu"; el nombre de la liga de la racista extrema derecha francesa entre 1927 y 1936 en cuyas filas militó un joven François Mitterrand antes de presidir la república francesa. La misma cuyas próximas elecciones puede ganar Marine Le Pen, quien declaró en Niza que la presencia de gitanos daba a la ciudad "una presencia urticante y odorífera" y prometía seguir su combate contra las oligarquías políticas y financieras dueñas del país.

¿Veremos también nosotros cruces ardiendo en el horizonte europeo?
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