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Regresión infantil

Regresión infantil

jueves 14 de noviembre de 2013, 11:36h
Parar la economía catalana dos semanas para presionar a España. Eso sugiere Oriol Junqueras. La versión de Esquerra Republicana del "que se joda el capitán, que no me como el rancho". Y por supuesto, Duran i Lleida nos advierte, una vez más, de los peligros de generar frustración en Cataluña si Rajoy sigue sordo a sus llantinas.

¿Quién dijo que la ciencia es aburrida? Prueben este sencillo experimento en sus casas. Hagan como yo, busquen información sobre la tolerancia infantil a la frustración, y aprovechando las ventajas de la informática simplemente aprieten una tecla para sustituir la palabra "niño" por "nacionalista". Atentos al resultado, en buena lógica abreviado por motivos de espacio.

"Algunas personas no son capaces de tolerar la más mínima molestia, contratiempo o demora en la satisfacción de sus deseos. Es decir, no toleran el hecho de sentirse frustrados. En los nacionalistas es un comportamiento normal necesitan que sus deseos se satisfagan de forma inmediata, porque esto les proporciona una sensación de seguridad y estabilidad muy importante.

A medida que crecen los nacionalistas, sus demandas aumentan de forma progresiva pero no saben distinguir necesidades básicas de lo que son claramente deseos. Son incapaces de tolerar la frustración dándose cuenta de que hay ciertas limitaciones, tanto en ellos como en el ambiente que les rodea.

Pero, por supuesto, no siempre sucede así. Otros nacionalistas siguen actuando como si todos sus deseos fuesen necesidades orgánicas tan poderosas y urgentes como comer. No aceptan que sus deseos no sean satisfechos de inmediato, no quieren esperar ni saben sustituir un deseo no realizable por otro realizable, como conformarse con un juguete diferente cuando el que desean no está disponible. Cuando no consiguen lo que quieren los nacionalistas son capaces de armar un verdadero escándalo: patalean, lloran, se tiran al suelo... es un modo de exigir que sus deseos se satisfagan rápidamente; consideran sus propias necesidades muy por encima de cualquier otra cosa o persona, incluidas las leyes o las normas sociales.

Lo que ocurre es que, en los últimos treinta años, la palabra autoridad se ha contaminado de connotaciones negativas, por evidentes abusos en el pasado. Ha nacido el mito de los traumas: cualquier cosa que se le niegue al nacionalista puede provocar traumas irremediables. Los mismos que, en los años 70, promovieron la permisividad como norma están ahora reconociendo últimamente su error, viendo los resultados lamentables de dicha política (sic).

Está claro, y hemos de tenerlo muy presente, que el nacionalista no es naturalmente responsable, ni altruista, ni controlado, ni libre, ni constante, ni objetivo. Todo lo contrario. Hay que enseñarle a utilizar los propios controles. Acomodarse a la frustración, saber aceptarla y hacerle frente, es también de suma importancia. El resultado final de colmar todos los caprichos sin ningún tipo de frustración y sin ejercicio de la autoridad es el nacionalista histérico.

¿Qué características tiene un nacionalista histérico?

Infantilismo: Sólo piensa en sí mismo y no tiene visión de conjunto de las situaciones por lo que sus reacciones suelen ser inadecuadas. Se aprecian rasgos parasitarios de aprovechamiento de los demás.

Egocentrismo: A pesar de concedérsele todos los caprichos se siente internamente deficitario de cariño. Por ello utiliza estratagemas para manipular el cariño de los demás. No da nada y exige todo. Utiliza y "esclaviza" a los demás sin ningún apuro. Necesita ser el centro de atención y necesita constantemente la aprobación externa. Muy susceptible ante las críticas.

Inestabilidad emocional: Si no consigue lo que quiere explota emocionalmente y dramatiza. Reacciones desproporcionadas.

El comportamiento infantil (nacionalista) histérico puede desembocar a medio plazo en el llamado "síndrome de personalidad histriónica", es decir, expresión emocional y búsqueda de atención excesiva.

La frustración es parte de la vida. No podemos evitarla, pero si podemos aprender a manejarla y a superarla. Generalmente es en la infancia cuando aprendemos a tolerar la frustración, pero el nacionalista piensa que se merece todo lo que quiere, en el momento en que lo quiere. No sabe esperar, porque no tiene el concepto de tiempo, ni la capacidad de pensar en los deseos y necesidades de los demás; considera sus deseos como si fueran necesidades y esta confusión es consecuencia de la actitud de los padres ante las necesidades básicas de sus hijos: el llanto del bebé ha sido muy útil para reclamar la atención de los padres para que le atendieran en ese momento".

¿Es o no aplicable la Ciencia Recreativa al Estado de las Autonomías y los nacionalismos periféricos? Hagan en casa este sencillo experimento y sorpréndanse de los resultados.
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