Laura Granados, íntegra, integral, genial y... sublime sin interrupción

Sublimes sin interrupción. Así los quería el poeta maldito, oveja de ningún rebaño, Charles Baudelaire, a los genios para demostrar que lo eran. Seguro que él, quien siempre intentó cumplir semejantes exigencias, había metido en tal constelación como inigualable compañera artística a la polifacética Laura Granados. Y con toda la razón para subirla, como suma sacerdotisa, al altar laico de la religión compulsiva que es la música. En su caso, con mayúsculas: LA MÚSICA.

Porque, más allá del prodigio y riqueza sutil de una voz que domina los graves y los agudos, el terciopelo y el grito, el susurro y el alarido de acantilado; más allá de los matices que abarcan los bolerazos, el jazz, el flamenco, la canción española, el pop y hasta el rap; más allá de su dominio del piano -también de la guitarra, aunque no se prodigue con ella en directo-, al que arranca notas de todos los colores y estilos sin envidia a otro que tal, Elton John; más allá de sus variadísimas canciones propias; más allá de todo eso, Laura alcanza una categoría superior a la de cantante y al alcance de escasísimos colegas: la de intérprete.

Estremecerse las fibras sensibles

Así lo demuestra en su reciente disco,'8 voces y un Destino', en el que ocho buenos artistas la acompañan a dúo, y que lleva tres canciones más de ella en solitario. Y, claro, muy por encima de la grabación está el disfrutarla en directo, emocionarse, que se te estremezcan las fibras sensibles, y que te vayas andando a casa a un palmo del suelo rumiando las utopías musicales que se te han clavado en el alma. Cual aconteció en la mítica Sala Clamores en la presentación de este disco ya imprescindible en la música española.

Uno cerraba los ojos y podía imaginarse que sobre el escenario se lucía ora Dulce Pontes, ora La Lupe, ora Marifé de Triana, ora Mari Trini, ora Edith Piaff, ora Patricia Kraus, ora Concha Piquer, ora Olga Guillot, ora Shirley Bassey, ora ... Mas no, no era ninguna de estas grandes, era otra grande/grande que sin dejar de ser ella se transmutaba en inexplicable milagro mágico en el sumatorio de todas las demás.

La mayor parte de su gloriosa actuación se centró en este CD -con retoques de Paco Ortega y producido maravillosamente por otro grande/grande, el pianista Roberto Chacón -que la acompañó a lo largo de la 'clamorosa' noche en varios temas-, aunque hubo otros anteriores y un final explosivo e inenarrable merced a una pieza que sólo toca en directo y jamás aparecerá en ninguna grabación. 
 
 
Junto a esta artistaza ya de larga trayectoria, tan magistral como brava e independiente -que no dejó de interpretar su 'Te canto al oído', auténtica descalificación de las radiofórmulas y otras basuras -que suscribe el que firma-, subieron al estrado algunos de los que aparecen en el disco, Tontxu, Carmen París, Muerdo y Juan Antonio Muriel, otro de los grandes. Todos ellos catecúmenos de la suma sacerdotisa, de la genuina, única e irrepetible Laura Granados. Sublime sin interrupción. 
 
Este es el vídeo que grabamos a Laura en su reciente visita a nuestro periódico y nuestra televisión MDCTV