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Yo quiero vivir en vos

Yo quiero vivir en vos

jueves 05 de diciembre de 2013, 14:29h
Soy consciente de tu prevención, jefe Jaúregui, hacia las corales periodísticas. Pero voy a aprovecharme de tu adicción por leerte hasta la última palabra que escribimos tus sufridos colaboradores para darte la matraca, aunque sea escrita, que no cantada -que es lo que yo quisiera- con una habanera que interpretamos  con cierto éxito en el Coro de la Asociación de la Prensa de Madrid, la "Serenata para la tierra de uno", de la poeta y compositora argentina María Elena Walsh.

Y no es que te busque por los rincones para rondarte, que no es eso. Algún día ya te pillaré en alguno de tus fastos o quién sabe si en los nuestros para mostrarte lo divertido que resulta cantar historias para quienes nos hemos ganado la vida contándolas. Ahora no toca. Pero si toca abrir  el calendario y constatar que es el cumpleaños de la Constitución. Y mira que lo siento, pero se me encoge el diafragma y el aire parece detenido a la altura de las cuerdas vocales cuando intento interpretar el cumpleaños feliz. Y es que la voz no sale porque no es feliz el cumpleaños. Este país sufre y padece y ella, que nos había preservado de tantos males, parece que no nos responde desde hace mucho tiempo. En cambio sí que me salen a capella, en do y en clave de sol,  y con cierto sentimiento, los primeros versos de la preciosa canción de la Walsh, que si  bien fueron paridos para un país al borde de la dictadura -que para nada es el caso- pueden reflejar lo que muchos sentimos ahora por esta treintaycincoañera, musa de nuestra vida como ciudadanos pero  a la que muchos miran como si fuera una antigualla de guadarropía, tan inservible como pasada de moda. Y es que el cántico empieza así: "Yo quiero vivir en vos, en vos/ me duele porque me quedo y si me voy/ me muero si me voy/ por todo, y a pesar de todo, mi amor/ yo quiero vivir en vos/ vivir en vos..." Sé que vamos hacia el arrinconamiento los cincuentones largos y los sesentones y más que nacimos y crecimos sin ella pero cuesta tener que reivindicarnos como especie protegida porque seguimos reclamando que "queremos vivir en vos", en esta Constitución que nos dio la vida democrática y con la que hemos trabajado como bestias, cuando se podía,  para construir uno de los mejores países entre los posibles. Pero es verdad que lo que a muchos se nos antojan  simples patas de gallo en el rostro de la señora a otros les parecen feas arrugas de surco profundo. Y seguramente somos benévolos al considerar sus achaques como inevitables tributos a su incipiente madurez. Pero que no nos toquen a la "niña" llamándola decrépita y que cesen sus gritos exigiendo que la internemos en el geriátrico, que por ahí no vamos a pasar. Aunque queramos "vivir en vos", en esta consti, sí que nos duele, vaya que nos duele, que nos esté dejando tantas cosas  a la mitad  o las convierta en simples promesas cada vez más irrealizables. 

¿Recuerdas cuando nos sedujo y engatusó y nos lió para el gran trueque? Le dimos un difícil acuerdo, basado en la renuncia de cada bando, aceptamos perdonar tras tanta barbarie o simplemente nos bastó el silencio y a cambio nos concedía el derecho al trabajo, a una vivienda digna y adecuada, a una remuneración suficiente para satisfacer nuestra necesidades y las de nuestra familia "sin que en ningún caso pueda hacerse discriminación por razones de sexo", a la protección social por los poderes públicos, a la distribución equitativa de la renta regional y personal, a la protección de la salud, a participar en los asuntos públicos directamente o por medio de representantes... Para qué seguir. Nos sedujo y nos engatusó, la hemos querido con todas nuestras fuerzas y ya es como  de la familia. Pero solo tenemos el cariño y la complicidad forjada en los años de vino y rosas como argumentos para defenderla ante quienes pasan de ella o, abiertamente, se la quieren cargar. Porque en mucho no les falta razón. La recriminan que no haya cumplido, que no les proteja de la maldita crisis, del  desempleo, la precariedad, los recortes, la pobreza, la corrupción, del blindaje de la casta política e incluso sindical... No encontramos palabras suficientes para convencer a los que nacieron cuando ella ya habitaba entre nosotros y que ahora se tienen buscar la vida fuera porque aquí reniegan del presente y no encuentran futuro. Y malo, pésimo, cuando blandimos esta Constitución como un escudo protector e incluso como un arma arrojadiza  frente a quienes, simplemente, abjuran de ella, quieren hacer su vida propia en otro estado edificado sobre una parte de nuestro territorio. Tenemos que hacer algo con esta joven madurita que ya no es tan seductora como antaño y cuya devoción no podemos compartir con muchos vecinos. Habrá que hacerla pasar por el quirófano y buscar algo más que un cirujano plástico, que si queremos seguir viviendo en ella hace falta más que un lifting. Cambiémosla antes de que sea tarde. Porque de lo que no hay duda es que "me muero si me voy", que este país se muere fuera de la Constitución, que ya nos lo enseñó la historia tantas veces. ¿Comprendes, jefe Jaúregui, el valor de una habanera?


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