Convención del Partido Popular en Valladolid.
Mariano Rajoy pronuncia el discurso de clausura. Se basa en tres ideas: 1) el ataque a la herencia recibida y a
Rubalcaba;
2) la defensa de la unidad de España como forma de salir de la crisis, y
3) la necesidad de seguir avanzando en sus reformas. Muchas
generalidades y ninguna autocrítica. Menos aún, soluciones y medidas
concretas.
Puede
comprenderse que en este tipo de eventos se hagan estas cosas, se supone
que para levantarle el ánimo a los cuadros del PP de cara al período de
elecciones que se abrirá con las europeas de este mes de mayo. Pero por
mucha comprensión que se tenga en ese sentido con
Mariano Rajoy, no deja de ser una lástima que todos los logros que 'vende' no sean verdad.
En vez de
envolverse en palabras vacías -"hemos pasado de la resignación a la
esperanza, del conformismo al reformismo"-, el presidente del Gobierno
haría bien en presentar una hoja de ruta para España, en el frente
económico y en el territorial.
El país precisa
un modelo económico alternativo al del ladrillo, que sigue sin tener;
debe distinguir entre gasto productivo e improductivo a la hora de hacer
ajustes presupuestarios, partiendo de una fiscalidad justa, y necesita
resolver el encaje de Cataluña, sin negar el problema político que hay
en esa comunidad autónoma. Como aconseja un editorial del diario
El País, las turbulencias en el PP no deberían distraer de los retos de la economía y el soberanismo.
Tampoco debería
perderse el sentido común y el propio sentido de la realidad. Si la
situación de millones de personas no fuese dramática, esta frase de
Mariano Rajoy merecería encabezar una viñeta de
Forges o de
El Roto:
"Hemos intentado ser justos a la hora de repartir las cargas de la
crisis y hemos logrado preservar los grandes servicios como la educación
y la sanidad, que siguen y seguirán siendo universales, públicos y
gratuitos". Sin comentarios.
@J_L_Gomez
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