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El dolor del que llega

El dolor del que llega

domingo 16 de febrero de 2014, 10:32h
La miseria lleva muchos años desembarcando en las playas del sur. Suelta cuerpos como fardos inservibles, cuerpos que se echaron al mar llenos de sueños y que cuando llegaron a tierra encontraron el barro de la muerte en los ojos, o la dureza de los policías en los músculos. Al menos, hasta ahora, en las horas o días que disfrutaban entre nosotros, para ser deportados, estaban bajo la protección de nuestro sistema jurídico y social civilizado. Por esas horas o días no eran tratados como parias. Un juez los juzgaba y esperaban ese acto humano en una prisión en donde podían hacer algo que no habían hecho durante mucho tiempo, comer varias veces al día y dormir en un colchón, entre unas sábanas. Sin embargo así no pudo ser para los inmigrantes de Ceuta. Y me pregunto cuántas veces, por no haberse encontrado muertos, no habrá sido igual en otras llegadas. Esa realidad de justicia y de derechos humanos al menos significaba un lavado de conciencia momentáneo, nos daba la deferencia de lo civilizado.

Ya que no se realiza, ni mucho menos, una política de cooperación justa, que favorezca el desarrollo de su sector primario, de sus virtudes turísticas, al menos tengamos la decencia de que el que pise esta tierra nuestra forjada con la sangre de revoluciones, y la persistente aspiración de humanidad, se sienta como un ser humano protegido en sus derechos, un ciudadano más rodeado de todas las leyes que se han hecho para dignificar su existencia. Ya que la grandilocuencia de la política de cooperación de la UE, más llena de ingentes cantidades de retórica que de recursos y prioridades, no sirve para nada, pues cada vez son más los rostros sin futuro que quieren pasar de África a Europa para tener eso, un mínimo futuro, al menos seamos humanos, algo humanos, cumplamos el procedimiento que existe para que nadie viole la dignidad de los parias cuando llegan rotos a las playas.

Ya que no se desarrollan los mercados limítrofes, y el problema se enraíza y se agranda, al menos que no florezcan tantos cadáveres en la arena, y que tengamos la decencia de rechazar a los inmigrantes con la Constitución en la mano.  Aunque lo ideal sería que de una puñetera vez se abordara el fondo de la tragedia. Que los que mandan dieran  soluciones con una pizca de grandeza y solidaridad. La UE, con instrumentos financieros estructurales de valor real, aunque se suba la aportación de los socios. Los gobiernos de Marruecos y España colaborando en más programas económicos. Los guardias sintiéndose milicia de una democracia humanitaria.  El mar no enfureciéndose. Los demás -no podemos hacer otra cosa- nos limitaremos a seguir protestando hasta que alguien ponga fin a esta tragedia de rostros sin nombre. 
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