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Estos días azules

Estos días azules

domingo 23 de febrero de 2014, 09:39h
Estos días azules y este sol de la infancia...Pongo puntos suspensivos desde una perspectiva trascendentalista. Y me imagino la triste escena. El tiempo frío, lluvioso, con una humedad que traspasa paredes, muebles y carne y se aloja después en los huesos. Una pulmonía que ya le venía acompañando mucho antes. Una honda tristeza y un sentimiento de desarraigo. Una pena profunda por esa parte humana que se vuelve vil, violenta, insensible, cruel. ¡Atrás quedaban tantos recuerdos lejanos y cercanos! Tanta lucha en un país cainita en el que el mundo de los privilegios no quería ser derrotado por la razón. Sus últimas colaboraciones habían sido en una revista editada en Valencia, Hora de España, que pretendía mantener en aquel vertedero de angustia un chispazo de cultura.

Exiliándose llegó a una pensión en una pequeña ciudad francesa con su madre y otros acompañantes. Oía la lluvia desde la cama llena de sudor. Miraba el aire gris de afuera con unos ojos que ya tenían más muerte que vida. Unos ojos pequeños y achinados que habían estudiado el tiempo en Bergson, y la poesía en autores cultos y en la voz que  dicen los labios anónimos de la calle.

Llegó con dos heridas, la de la muerte y la de la vida. Llegó con la sola herida del recuerdo que tenía días dichosos y amargos, sones en francés de los que manaban sílabas de Verlaine y un aire llegado del existencialismo, que como un moderno Seneca, supo convertir en sabiduría. Todas las ideas complejas que había sintetizado en pocos versos o frases comenzaron a dejarle para vivir su propio futuro. Algún día llenarían estadios y vivirían con la música de lo eterno. Hoy es siempre todavía, debió pensar con la muerte agarrada a la garganta. Converso con el hombre que siempre va conmigo, quien habla solo espera hablar con Dios un día, debió decirse aquel republicano que escribió uno de los poemas más bellos que puedan escribirse a una monja. 

Ya estaba acostado con la muerte y quizá entonces pudo conocerla. En una pensión lejana, en un día de perros... Y entonces, en algún momento, debió escribir lo que alguien rescató del bolsillo de su abrigo. Estos días azules...Dicen que es lo último que escribió. Otro día lejano expresó el dolor por la muerte de un ser amado con los cuatro versos más desgarradores de la literatura española. Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería. Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar. Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía. Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar. Hacía mucho frío afuera, y también adentro. Antonio Machado soñaba con un patio de Sevilla, un huerto claro y un limonero que el sol vuelve un espejo de oro. Ayer hizo 75 años de su muerte y un grupo de poetas lo recordamos en su casa de Segovia.    
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