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No se lo digas al New York Times

No se lo digas al New York Times

martes 04 de marzo de 2014, 10:37h

España debe parecer un país de tan poca entidad, para el resto del mundo, que sobre él, cree tener derecho cualquier hijo de vecino para opinar, asesorar, disponer o mangonear. No se si es porque algunos nos ven en el culo del mundo, tan pequeños y mal dirigidos o es la puta envidia los que les hace participes de cuestiones que, en gran medida, sólo atañen a los españoles. Disponen sobre nuestras finanzas, sobre el rescate de nuestra economía, sobre cuando y donde nos meten la mierda nuclear del mundo, sobre si ETA entrega el tirachinas de la kale borroka, sobre el tiempo que vamos a tardar en levantar cabeza y, por último, sobre nuestros hábitos y costumbres.

Con tal conjunto de despropósitos no me explico que podamos seguir a flote o que éste país haya podido sobrevivir diez mil años, por quedarme corto. Nuestro modo de vida y costumbres debe ser tan rancio y casposo que contagia al resto del mundo, no obstante somos el tercer país del planeta en recibir turistas.

A muchos "opinadores" mundiales se les olvida la historia. Viven tan metidos en su burbuja económica y en un mundo tan abstracto, que no se han parado a pensar que «Spain is different». Ya lo decía el slogan del franquismo, que resumía como ninguno las ansias de este pueblo ancestral por ser diferente. Cuando el resto del mundo era un erial por donde campaban a sus anchas los animales, España ya ofrecía cultura y riqueza; hombres valientes y aguerridos que le daban la vuelta al mundo, que descubrían y conquistaban países y continentes. Hombres que hicieron Toledo piedra a piedra, que levantaron las murallas de Ávila, que imaginaron y construyeron la Sagrada Familia, que dotaron a Pamplona de una fiesta internacional y que le dieron al flamenco el misticismo de Andalucía. De este pueblo salió Cervantes, Velázquez, Goya, Picasso... pero si España no fuera diferente, sería un país inerte, un país carente de atractivo, sin nada que visitar.

Los turistas extranjeros que visitan España buscan el sol; buscan el flamenco, los toros, Toledo, Madrid, Barcelona, la paella... buscan lo que en sus países no tienen, un parque temático de lo español. Esa curiosa diversidad cultural y social que nos hace diferentes para el resto del mundo, que les permite andar descalzos por Sevilla a las tres de la mañana, o de copas en Ibiza, hasta que el sol les empuja a la cama o algún recóndito lugar.

España es tan diferente que hasta los propios españoles no se ponen de acuerdo a la hora de establecer un criterio sobre la esencia que nos ampara. Tenemos detractores de todo y pro-alemanes, pro-americanos, pro-modernistas, pero todos olvidando que el alma del español es medieval, de costumbres rancias y severas, de botijo y siesta, de jamoncito y vino fino, de langostinos de Huelva y lechazo de Aranda, de ricos vinos y queso manchego, de benidores y piropos, de bomberos de calendario y sálvames de lux. España es lo que es, porque no puede ser de otra manera, porque sin lo que somos, nada seríamos, por eso lo español se vende en china y se come en New York, se exporta al mundo, y el mundo se transporta a España, porque aquí somos diferentes. Pero no se lo digas al New York Times.

Ismael Álvarez de Toledo

Escritor y periodista

http://www.ismaelalvarezdetoledo.com

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