Si a uno le sirven un plato en el que le gustan todos los
ingredientes pero el resultado final le desagrada, la culpa suele ser del
cocinero. En este caso el cocinero es John Turturro, excelente actor, que aquí
actúa como director, guionista y protagonista. Su plato tiene aromas 'woodyallenescos'
(con la inconfundible presencia de Allen haciendo de Allen) que no logran
evitar en el paladar un regusto a refrito.
Desde el minuto uno la película huele a
Allen, Nueva York, música jazz, un judío neurótico bajito y con gafas de pasta. Pero que nadie se confunda, esto no es 'Annie Hall', ni siquiera llega a la altura de películas más flojas, como 'Scoop' o 'Si la cosa funciona'. Y es que si algo caracteriza a Allen es la brillantez de sus diálogos y como hasta la más tonta de sus películas suele contar con alguna línea memorable. Este no es el caso, Turturro ha hecho una comedia en la que la comedia brilla por su ausencia.
El argumento no es para tirar cohetes, un librero convence a su amigo florista de que sería un excelente gigoló, lo que se convertirá en realidad. Hasta que se enamore de una judía ortodoxa que ha evitado todo contacto íntimo desde la muerte de su marido. Entre medias hay un intento de trío con
Sharon Stone y
Sofía Vergara pero ni con esas logra Turturro arrancarnos media sonrisa.
Lo que hubiese necesitado haber buscado su lado más disparatado y políticamente incorrecto se queda en una insípida comedia romántica en la que se desperdician sus mejores ingredientes, principalmente el de ver a Woody Allen haciendo de Woody Allen.
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