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Políticos, partidos y zarandajas

Políticos, partidos y zarandajas

lunes 05 de mayo de 2014, 15:16h

Los políticos en España, a diferencia de lo que ocurre en otros países, son esos ciudadanos y ciudadanas a los que todo el mundo teme, aborrece e injuria, en silencio, a partes iguales. El pueblo teme a los políticos por el poder que generan, y porque son sabedores de que corrompen las instituciones que un día se crearon para salvaguarda de la dignidad humana y ciudadana. El poder no solo corrompe desde el principio de los tiempos. El poder genera descontrol y abuso entre quienes lo ejercen, pero el poder en manos corruptas puede ser un arma de destrucción masiva para los ciudadanos.

El poder que une al temor y al odio, no es el que vemos en las películas de acción. El poder al que me refiero, es el que se ejerce desde la prepotencia, desde la impunidad, desde la fuerza que da el dinero, desde la opacidad que presta el Estado. El poder que sienten los políticos al situarse por encima del resto, al pensar que sus palabras tienen más peso que las nuestras, que sus acciones sean buenas o malas están amparadas por las leyes y que contra ello, los ciudadanos no podemos hacer nada. Y a eso es a lo que temen los ciudadanos. El pueblo aborrece a los políticos, pero eso no le impide darles su confianza a pesar de que entienden que será un acto baldío. 

Lo mismo sucede con los bancos, todo el mundo los aborrece e incluso se tomaría la justicia por su mano contra ellos si no fueran a causar un mal mayor. Pero el pueblo teme y sigue usando los servicios de los bancos, porque la estructura del Estado nos hace dependientes de ellos. El pueblo injuria a unos y a otros, eso sí, en silencio, porque es tanto el temor que generan los supuestos servidores públicos, que de analizarlo sería comparable al del peor de los dictadores que han pisado este Planeta. La única diferencia estriba, en que cada cuatro años el pueblo puede rebelarse contra aquellos que les oprimen, les mal gobiernan y saquean descaradamente.

Los partidos políticos no son sus líderes, ni siquiera las cúpulas de dirección que ostentan el poder más absoluto. Los verdaderos partidos políticos son las bases, son los sencillos votantes de a pie. Los que creen las doctrinas que imponen los de arriba a pesar de albergar serias dudas en más de una ocasión. Los partidos políticos son las huestes, los que trabajan sin descanso en sus pueblos y ciudades sin ningún emolumento, los que incluso ponen dinero de su peculio para soportar viajes y gastos de menor cuantía, los que quedan después de la quema. Las bases de los partidos políticos, como los hinchas del futbol, no entienden de acuerdos económicos entre directivos, de maletines, de sobres negros o grises, pero se dejan la piel por defender sus colores, por defender sus siglas, por defender unos ideales que para ellos son únicos, y quizá para nadie más.

Las zarandajas son una mezcla de lo anterior, incluso puede que sea una sola cosa, sin mezcla. Una zarandaja es un objeto -también humanos- sin identidad, de poco valor, una baratija, algo que con el uso tiene una corta duración debido a la mala calidad de sus materiales o de su composición; lo que viene a ser un político, que en cuatro años pierde lustre, valor y se torna en algo a desechar, a sustituir por otro. Pero el pueblo llano es dado a los abalorios, a las baratijas, a vivir con zarandajas llegándoles a tomar cariño hasta que un día se plantean desprenderse de ellas, quizá porque les producen algún efecto nocivo, porque pasan de moda, o porque las encuestas dicen que es hora de cambiar a un nuevo modelo de mayor aceptación popular.

Las zarandajas ya empiezan a pasar de moda porque empiezan a sonar los acordes de las encuestas callejeras, a pregonarse los sentimientos ciudadanos bajo el anonimato que suponen las respuestas sin identidad. En las encuestas el pueblo expresa su malestar abiertamente, se moja sin temor a ser represaliado por ello. Las bases de los partidos políticos entonan el mea culpa de algo que no han provocado ellos, pero que les convierten en el primer parapeto de los de arriba. Las bases son los que soportan las críticas más duras contra sus amos, los que se baten el cobre a pie de calle y defienden, sin argumentos, lo indefendible.

Ismael Álvarez de Toledo

Escritor y periodista

http://www.ismaelalvarezdetoledo.com

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