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Armas de doble filo

Armas de doble filo

jueves 08 de mayo de 2014, 11:58h
La relación del terrorismo con el eco mediático de sus acciones es clave para entender este fenómeno violento contemporáneo, pero la eclosión de Internet y las redes sociales han elevado el engendro a categoría de Kraken. Las detenciones recientes a twiteros por ensalzar el terrorismo y también la condena en firme de algún rapero por subir a YouTube canciones ensalzando los atentados terroristas de Grapo, ETA, Al Qaeda, e invitándolos a perpetrar nuevos atentados reflejan la nueva cara tecnológica de algo muy viejo: desde el anarquismo y la consiguiente primera oleada terrorista la relación entre esta forma de violencia política y la búsqueda de la máxima repercusión ha sido una constante, tratando de amplificar las "acciones directas" a través de la "propaganda por el hecho".

La última oleada terrorista religiosa, y fundamentalmente islamista, instrumentaliza Internet de todos los modos posibles en una guerra en la cual la información, comunicación y propaganda se convierten en las claves de su pervivencia, y a veces de su éxito. Hoy se estima en más de 10.000 el número de webs yihadistas en el mundo, aunque es imposible saberlo con certeza.

Como señala Hanna Rogan, la misma existencia de internet y su empleo implica una relación de retroalimentación entre la naturaleza cambiante del terrorismo y la Red, influenciándose mutuamente de manera continua y dinámica, tanto en los usos y objetivos como en términos de estrategia o táctica.

La obsesión milenarista con la posibilidad de un ataque masivo a través de internet capaz de colapsar estados enteros al modo de un Pearl Harbour informático, es un miedo imbricado en el inconsciente colectivo, un quiliasmo al modo del difundido "efecto 2.000", y el supuesto consiguiente colapso de la civilización al fallar todos los sistemas informáticos. Se desvía así la atención de los responsables de la lucha antiterrorista, priorizando la prevención del ciberterrorismo, a pesar de que en la vida real apenas se han producido esos ataques masivos, y cuando se ha registrado alguno sus efectos reales han sido insignificantes. La distracción sirve para ignorar, en muchos casos, otros usos de internet menos alarmistas, como exaltar el terrorismo y ensalzar a los asesinos que lo perpetran.

Pero no es el único uso que hacen los terroristas o la Yihad de Internet; inteligencia, comunicaciones, reclutamiento, propaganda, publicidad de su acciones, guerra psicológica y financiación están entre sus funciones. Se puede hablar, incluso, de la elaboración de un "constructo" idealizado como es la recreación de una umma virtual imbricada en el recuerdo idealizado del califato manteniendo así vivo el ideal de la unión política y religiosa entre todos los musulmanes con su potencial movilizador.

Sin embargo, la extensión de la información a través de las nuevas tecnologías y las redes sociales es un arma de doble filo, y no sólo sirve para que un rapero loe con sus ripios a los de al-Qaeda. Las noticias de salvajes tratos a las mujeres y niñas como el caso de Malala, la niña paquistaní tiroteada en la cabeza por los talibanes en su empeño por estudiar, el ataque de los terroristas islámicos a la escuela de Beslan con la masacre de cientos de niños y ahora la venta y esclavización de las niñas nigerianas secuestradas por los radicales islamistas de Boko Haram perjudican la causa yihadista tanto como la difunden.

¿Habrá que esperar a una película de Hollywood protagonizada por Lupita Nyong'o para poner cara a las víctimas de la barbarie? ¿Es esa la única forma de sensibilizar a Occidente con el drama de las niñas nigerianas? Su gobierno ya ha pedido ayuda a otros países. ¿No vamos a hacer nada?
 
 
 
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