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Madres sin hijos

Madres sin hijos

sábado 10 de mayo de 2014, 12:32h
Querida Flor, como tus compañeras de Madres sin Hijos   seguro que hoy no podrás abrir el periódico ni encender la televisión ni escuchar la radio. Esa senda roja que es la carretera se ha convertido de nuevo en el monstruo que pide su cotidiano sacrificio juvenil. Pero aquí no quiero gastar ni una palabra más en la descripción del hecho, porque  siempre es lo mismo: alcohol, drogas, imprudencia...Deseo comentar algo que me habéis descubierto vosotras, y que ahora no deja de estar en mi mente cuando abordo un texto literario. Me habéis enseñado que la poesía, cuando tiene fuerza, no solo crea un espacio íntimo en el que es posible gozar la belleza exterior e interior, sino que también es un consuelo para el dolor, para ese dolor que no cura ninguna medicina.

La poesía cierta es consuelo porque lo nombra, porque lo describe, porque al nombrarlo lo descubre, porque le quita sus máscaras y porque frente a su rostro real puede encontrar sus debilidades. La poesía araña cada uno de los rincones ocultos del dolor. Le quita sus sábanas y sus embozos, y es como si lo venciese, y entonces el dolor al verse desnudo, descubierto, abordado, se amansase, incluso puede transformarse en esperanza o en fe. Porque la poesía puede abrir esos candados que hay en nuestra mente y que solo nos dejan ver la apariencia. La poesía puede meterse dentro de la carne y abrir esos candados, para que el mundo que veamos sea más completo y enigmático. Desde la ventana de mi buhardilla veo la interminable llanura de La Mancha. Si me quito esos candados cuando llega el atardecer, puedo sentir que la luz deja su mayor belleza antes de irse. Parece que un divino plumín multicolor ha creado el mejor cuadro impresionista jamás pintado como umbral del fin.

Abro vuestra web en este día con flores teñidas de sucio asfalto y sangre fresca. El aire que os rodea tiene los rostros de cinco jóvenes perdidos. No deja de clavarse la espada de la realidad en vuestro corazón. Pero también observo que a través de la poesía se amansa vuestro dolor. Porque, como dices, "sientes que las palabras del poeta han sido escritas para mí", describen el hueso duro de tu dolor, te ayudan a que puedas sacártelo del pecho. Como dices nadie mejor que Rosalía de Castro puede describir el dolor por la pérdida de un hijo.

Y un día llegó un poemario mío a tus manos, "Sobre el volcán la flor", y sentiste que ese título llevaba tu nombre y el volcán de dolor que te apresaba. ¡Luego hemos dialogado tanto a través de los poemas...!. El otro día te vi y te di el abrazo que da del poeta a quien da vida a sus versos. Porque solo la poesía Flor, puede vencer a la muerte en el corazón de los humanos.
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