lunes 19 de mayo de 2014, 08:13h
Ya no son los estados democráticos los que imponen sus leyes. Son
las grandes multinacionales las que marcan sus pasos mientras les
miran por encima del hombro. Hay que romper este círculo de
servidumbre, que no descansa más que sobre la corrupción de ciertos
elegidos.
Son la igualdad frente al impuesto -proporcional y justa-, la
protección de nuestros valores - valores de solidaridad y dignidad- los
que nos obligan a actuar. Nos obligan a restablecer el derecho frente a
aquellos que se sienten superiores a él.
La lucha contra el fraude fiscal no aumenta ni extiende la carga
fiscal sobre la pequeña y mediana empresa, que mueren poco a poco
asfixiadas por la desigualdad que sufren. Al contrario, la lucha
contra el fraude fiscal aspira a bajar los impuestos sobre las
sociedades que investigan y crean actividad y empleo. Ahora mismo, ni
las grandes empresas ni las familias extremadamente ricas son las que
más impuestos pagan.
Hasta hace muy poco no éramos conscientes de ello, no teníamos tal cantidad de pruebas.
Políticos que se lamentan y piden más y más mientras nosotros
continuamos esforzándonos y sacrificándonos por culpa de unos
representantes que han traicionado el contrato que les colocó en el
lugar donde se encuentran.
Europa es el primer paraíso fiscal del mundo. No soy el único que lo dice, más bien al contrario.
No podemos dejar que estos parásitos sigan nutriéndose de nuestra sangre
sin hacer nada. ¿Cómo podemos seguir aceptando que se mofen de
nosotros, que nuestros representantes acepten conductas como las de
Irlanda, Inglaterra o Luxemburgo? Y no son más que algunos ejemplos de
los muchos que podemos encontrar en Europa.
Las multinacionales y las familias que las dirigen han conseguido
construir su fortuna a través de la "optimización", que en realidad no
es otra cosa que evasión fiscal. Gracias a lo que permitimos que pase
en Europa, nosotros, los pequeños, pagamos y pagamos hasta que
encuentren el modo de quitárnoslo todo: nuestras casas, nuestras
oportunidades, nuestra vida.
A menudo, la manipulación de los precios y de la industria
financiera que se dedica en exclusiva a la evasión fiscal está al
servicio de las sociedades europeas. Las que no defraudan, por lo
tanto, se encuentran en situación de competencia desleal frente a las
que lo tienen todo permitido.
Hay que romper este círculo de corrupción y dejar paso al buen sentido ciudadano y a sus prioridades en el Parlamento.