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El futuro tendrá que esperar

El futuro tendrá que esperar

lunes 02 de junio de 2014, 14:36h
Peor momento, imposible. Este país lleva una semana en estado de shock tras el destrozo electoral de los dos partidos políticos que lo construyeron tras el fantástico golpe de mano democrático de Adolfo Suárez. Y parece que no saben cómo salir adelante para recuperar a la ciudadanía. Ya no nos dan estabilidad ni el PP ni el PSOE ni tampoco nos servía el rey Juan Carlos. Quienes hicieron el montaje de esta democracia están más débiles que nunca, la gente o pasa de política o busca nuevas salidas a la crisis económica e institucional y la única respuesta es el puñetazo sobre la mesa del establishment de "Podemos", toda una muestra de fuerza de los indignados pero un inmenso camino de incertidumbres. La mitad de la población ahonda su desafección con la política al paso de cada escándalo de corrupción y ante la tardanza en llegar a las familias y a los barrios de la anunciada recuperación. Y encima hay que afrontar el desafío secesionista en Cataluña, una ruptura con la Constitución y el resto de España que cada día crece más sin que nadie parezca tener la fórmula para salir de este embrollo.

Ha esperado demasiado tiempo. El monarca había dejado de ser ejemplar desde hace mucho tiempo tras abusar de la complicidad con la opinión pública que le protegió durante décadas. Los ciudadanos suspenden rotundamente a Juan Carlos en todas las encuestas, no más que a los políticos, pero tampoco mucho menos. A las frivolidades propias del personaje por su vida privada y sus excesos cinegéticos, ya imposibles de tapar, se ha unido la escandalera de la corrupción en la familia. Este rey era un personaje cada vez más lejano a los ciudadanos por muchas campañas de imagen y moderneces palaciegas que le estaban diseñando. A su hija pequeña y a su yerno no les bastaron todos los privilegios, tratamientos y deferencias de los que han disfrutado. Y uno de los dos parece que acabará en la cárcel salvo escándalo monumental. Necesitaban además, supuestamente, del fraude y el delito para satisfacer sus ansias desmedidas de riqueza. Hay también enormes dudas sobre si los palacios que pagan los contribuyentes para disfrute de la privilegiada familia no han sido con alguna frecuencia sede de trapicheos y componendas al límite de lo legal.

República, sí; pero ahora, no. Creo que el  día que se regenere la democracia, que la política vuelva a servir plenamente a las necesidades de los ciudadanos, los españoles deberían elegir también a su jefe de Estado rompiendo ese anacronismo histórico que otorga la primera magistratura del país a una familia por los siglos de los siglos. Es un anacronismo que a España le ha venido bien para salir de la dictadura franquista que duró cuarenta años, tras una cruenta guerra civil. Juan Carlos y Adolfo Suárez fueron providenciales para lograr la reconciliación y traer y proteger la democracia. Los dos se acaban de ir. Y hay que agradecerle al rey Juan Carlos que ahora se marche voluntariamente evitando mayor deterioro y decrepitud. Soy de los que piensan que lo ideal sería dar ya paso al voto de los ciudadanos para que decidieran entre Monarquía y República. Pero entiendo también que no es lo más aconsejable añadir a la crisis profunda que padecemos un largo y complicado periodo de reforma constitucional, referéndum, vacío institucional e inestabilidad. La República tendrá que esperar. Pero si para normalizar democráticamente el país hizo falta la monarquía de Juan Carlos para regenerarlo haría falta que la monarquía de Felipe VI diera paso pacíficamente a la República. Lo haga o no le deseo suerte, que falta le va a hacer y nos va a hacer. Crudo sí que lo tiene.
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