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Parecidos razonables

Parecidos razonables

jueves 19 de junio de 2014, 13:01h

Felipe V, al que llamaron el animoso, fue el primer rey de la dinastía de los Borbones en España, sucediendo a Carlos II el hechizado, último rey de la Casa de los Austrias. Si bien la llegada al trono estuvo salpicada de numerosos problemas sucesorios en su familia y diversos conflictos internacionales y nacionales, como la Guerra de Sucesión, lo más llamativo de su reinado fueron las continuas reformas políticas y administrativas, que junto con las practicadas en economía y educación, modernizaron un Estado que se hallaba sumido en un caos técnico en manos de los ministros de procedencia francesa, como el barón de Ripperdá, teniendo la habilidad y astucia necesaria para ir desembarazándose de estos y apostar por los españoles, como José Patiño, quien destacó por su programa de gobierno interior y la acción diplomática.

Esta puesta en antecedentes, mi querido lector, viene a colación de la actualidad nacional por dos hechos significativos; uno, porque acabamos de proclamar, unos más que otros, a Felipe VI, al que algunos precipitadamente ya llaman el último rey. Y el segundo de los motivos, es que como el primero de su dinastía, tendrá que afrontar numerosas reformas en la modernización del Estado, en el que la Constitución le sitúa como Jefe, y ejercer una gran remodelación de gobierno interior.

Soy consciente, faltaría más, de que esta ardua tarea que le espera a nuestro joven rey requiere del apoyo de todos, pero su llegada al trono en medio de voces que claman a favor de la república y contra la corrupción, le señalan directamente para que como aquel otro Felipe, el quinto, recoja las opiniones y voluntad de la calle, y haciendo un titánico y notable esfuerzo de audacia, ya que el poder se lo reserva la Carta Magna a los representantes del pueblo, consiga al menos, frenar que España se desangre en paro, desidia, y huidas forzosas de nuestros mayores valores; los jóvenes, hacia otros países mejor asistidos políticamente que el nuestro.

Felipe VI no puede ni debe ser un rey recambio. No puede ni debe ser el sucesor de su padre, porque de hacerlo estaría lastrado permanentemente por los errores cometidos por éste, ni puede ni debe ser un rey títere en manos de lo que ahora llaman la casta.

Sé que de éste tema escribirán ríos de tinta muchos periodistas mejor informados que yo, como sé que la maquinaria del poder tiene sus propios esbirros en las letras para que calienten o apacigüen al personal, según convenga, pero como me asiste la libertad de expresión y no recibo ningún emolumento por las letras que escribo desde hace más de treinta años, considero con imparcialidad una postura afectiva hacia el nuevo rey y quiero y deseo que tenga los menos errores posibles, que cumpla fielmente con el papel que le otorga la Constitución, pero sobretodo, que cumpla con las esperanzas de un pueblo que no entiende ni de reyes, ni de constituciones, ni de gobiernos. Un pueblo sencillo y trabajador, como es el español, visceral con lo suyo, pero que se abre el corazón con las esperanzas y piensa en un rey, como en el mago que tiene la varita mágica de la solución a todos sus problemas.

El rey no es sólo el Jefe del Estado, es el padre de una generación, es el artífice y responsable de un reinado, porque hasta en eso, la hipocresía de los grandes partidos le juega una mala pasada y le carga con la responsabilidad que ellos toman. Los españoles no van, o vamos, a valorar lo bueno o malo que hagan esos oportunistas que se enriquecen cada cuatro años con el camelo de la cosa pública, los españoles de a pie, las bases que dicen ellos, se arriman al sol que más calienta según las pinten, pero de lo que no debe quedarle ninguna duda, es que ante cualquier medida acertada o no, la responsabilidad directa es del rey.

Felipe V fue el primero de la dinastía borbónica, y no lo hizo nada mal, a pesar de sus enfermedades y dejación de funciones constantes. Ojala Felipe VI no sea el último y, si lo es, por lo menos que pase por la historia como el rey que buscó el equilibrio y devolvió a España su autoestima. ¡¡Larga vida al rey!!

Ismael Álvarez de Toledo

Escritor y periodista

http://www.ismaelalvarezdetoledo.com

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