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Pedro Sánchez y el 'Estu'

Pedro Sánchez y el 'Estu'

martes 15 de julio de 2014, 11:40h
No lo voy a negar ahora, siempre he sido "demente". Y los seguidores del " Estu" el equipo de baloncesto de mis amores y desventuras, en el que jugaba Pedro Sánchez, sabemos muy bien de pasados gloriosos, de victorias pírricas, en las que la astucia, el tesón y una ilusión desmedida hacían que David ganara alguna vez a Goliat después de sufrimientos y quebrantos sin cuento, después de salir a morir  y morir una y otra vez a la pista. Entrábamos todos en éxtasis. "¡Estudiantes, bien, como, bien!". Y aquello nos daba para aguantar indefinidamente carros y carretas. Porque las gestas gloriosas malamente pudieron ocultar décadas de sufrimiento sin recompensa, de perder y perder, que de eso sabemos mucho más. Pero el ánimo casi nunca decaía. El mismo guión parecen seguir ahora los socialistas aunque, esta vez si, con decaimiento general. No levantan cabeza desde que les arrebataron el gobierno en 2011, y tras la gesta de siete años en el poder llevan otros tres de derrota en derrota hasta plantearse seriamente si no tendrán que abandonar el sueño de seguir aspirando a los puestos de cabeza. No cabe mayor depresión. Tirados en la chaise  longue del siquiatra y estresados por de desafecto popular , los socialistas reciben ahora al nuevo líder y le jalean como hacíamos los del" Estu "cuando fichábamos a otra figura para que nos sacara de la miseria. Que oye, los milagros existen,  hasta en la casa de los pobres puede llegar, pongo por caso, un John Pinone que hasta se convierta en leyenda.  Se le recibe aún con más calor por ser mayor la necesidad. Y es que más de veinte años mandando en España han ofuscado a los socialistas que han olvidado que la tradición de la izquierda es más de oposición que de poder, de estar cerca de los de abajo dándole caña a los de arriba. Y quizás lo peor es que han estado demasiado tiempo arriba olvidándose de las necesidades de los de abajo. Tal vez  por eso ha resultado imposible la labor de los hereus, los receptores desde la oposición de los legados de los presidentes socialistas. Joaquín Almunia y Alfredo Pérez Rubalcaba fracasaron estrepitosamente porque, entre otras cosas, fueron incapaces de que el  electorado perdonara los errores por los que fueron desalojados del poder  Felipe González y de José Luis Rodríguez Zapatero. De nuevo el PSOE opta por la ruptura al elegir su nuevo líder, después de perder el tiempo en el continuismo imposible. Se repite el esquema del partido, que se echa de nuevo  en manos de un joven desconocido que surge de la base - éste se lo ha currado en pernoctaciones  continuas en casa de militantes- con pocas ataduras con el pasado inmediato y la sonrisa y las buenas y educadas maneras como estrategia. Hace catorce años la foto en cartel de la ruptura era la de Zapatero; catorce años después   el chico 10 socialista contra el caos interno y la derecha gobernante se llama Pedro Sánchez.

Como los tiempos en que encestaba vestido de corto, Sánchez promete aportar frescura y desparpajo a las anquilosadas estructuras del PSOE y seguramente por eso ha ganado. El centenario partido de Pablo Iglesias "el bueno", que dicen sus militantes, no deja de aportar modernidad en la dinámica del partido. Ante la multitud de ciudadanos hastiados por la política de "la casta", y en esa denomicación no le falta razón al otro Pablo Iglesias, "el malo", los socialistas son el primer partido de España que ha aplicado la elección directa de su máximo responsable por los militantes. Y si nada se tuerce -discusión de fechas aparte- serán también los primeros en elegir en primarias abiertas, en las que va a votar todo el que quiera y se comprometa con el proyecto socialista, a su candidato a la presidencia del Gobierno. La democracia, con el PSOE, vuelve a recurrir a las bases en un ejemplo de regeneración democrática. ¿Será suficiente para poner orden en la casa y recuperar el Gobierno? La experiencia de ruptura con el pasado de Zapatero dio al PSOE un secretario general durante 11 años y casi ocho años en la Moncloa. Aunque tras él se abrió el abismo: el partido está hecho un erial y el electorado ha huido en desbandada. El viejo alero del Estu debe recuperar la competitividad de los viejos tiempos, disponerse a ser un matagigantes, de cuando aquella panda de iluminados en pantalón corto se le subía a las barbas al mismísimo Real Madrid de baloncesto. Pero sabiendo que lo suyo es de sufrir y de sufrir, perdiendo batallas una de tras de otra  pero sudando la camiseta en la cancha y haciendo afición.  Que esa debiera ser el primer objetivo: que el electorado vuelva a los graderíos y empiece a identificarse  de nuevo con los colores socialistas de la izquierda. Sánchez tendrá ahora que abandonar la banda por la que corría como alero y subir la pelota botando y repartiendo juego. Y cuando pueda intentará aprovechar  los pasillos que le abran sus compañeros para encestar dejando una bandeja en el aro. Lo del triple también sería otra opción interesante. Pero no debiera ofuscarse ahora con meter más puntos que nadie. ¿Qué tal si sobre la pizarra dibuja una estrategia para explicar al electorado de izquierdas por qué el PSOE les ha abandonado estos años? ¿Qué tal si la táctica es volver a la base, aquello de preocuparse de lo que le pasa y lo que necesitan los que peor lo están pasando? Al menos jugaría en una oposición con la que se identifique la afición.
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