Que no, que no son malos ministros

Se escandalizan algunos ante nuestro ‘progubernamentalismo’ cuando defendemos a Moratinos y a Magdalena Alvarez como ministros bastante dignos, nada desdeñables y, en todo caso, no merecedores de los ataques que reciben, sobre todo desde algunos medios de comunicación y desde comentaristas acaso algo apresurados, si es que no apresados por ideas prejuzgadas.

El caso es que Magdalena Álvarez, a quien toca ahora recibir los disparos de la crítica, se ha movido bastante a lo largo de la legislatura. Ha sido excesivamente locuaz y antipática, de acuerdo, y eso va en el debe de un político, que cobra de nuestros impuestos y que está ahí por nuestros votos. Pero está siendo bastante eficaz: se ha acelerado no poco en la construcción de nuevos tramos del AVE (quizá incluso se haya acelerado excesivamente), se ha invertido sobremanera en obra pública, se han modernizado autovías, líneas férreas y aeropuertos para que España no sea el país atrasado que antaño, hace apenas quince años, fuera. En 2010, estaremos a la cabeza de Europa en autovías y en líneas ferroviarias de alta velocidad.

Eso sí, habría que pedir a nuestro gobierno que emplee ese talante más amables del que tanto presumía, en su día, Zapatero, hoy Zeta. Ese talante tan cacareado en el libro hagiográfico que La Moncloa, editora de periódicos e impulsora  de cadenas de televisión, supone que aún nos creemos los españoles. Desde luego, no será nuestra Maleni nacional quien prodigue ese talante, aunque nosotros creemos que sí tiene talento. Quizá más que algunos que presumen mucho de eso a su lado en el Consejo de Ministros. Pedir dimisiones es lo fácil, como fácil es decir esa gran falacia de que, en política exterior, España está alineada con sus ‘amigos’ Chávez, Evo Morales, Daniel Ortega y Fidel Castro.

No debería caer la oposición en la trampa que le tienden algunos medios ‘aliados’. Hacer seguidismo de lo que ciertos comentaristas, algún director de periódico y algún locutor fanatizado predican es, sin duda, la mejor manera que tiene el PP de perder las elecciones de marzo.