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El pacto de los cruceiros

El pacto de los cruceiros

lunes 01 de septiembre de 2014, 16:31h
Antes de que intentemos meternos  de nuevo en el bañador -esperemos que en la misma talla- o de que volvamos a cantar con The boomtown rats para odiar con ellos a todos los lunes como éste de vuelta al curre, seguro que habremos logrado sacudirnos esas malditas dudas que nos quitan el sueño: si habrá alguna salida a la dichosa e imposible consulta catalana y cuántas víctimas dejará ese choque de trenes;  si tras el pucherazo electoral de la señora María Dolores de Cospedal en Castilla -La Mancha consumará el suyo su jefe, Mariano Rajoy, el cambio en medio del partido de las normas para elegir alcaldes, por propio interés y sin consenso; si la nueva ejecutiva del PSOE de becarios logrará sacar al socialismo del agujero y remontará en las urnas con más poder municipal y autonómico tras las elecciones de mayo; si Manuel Chaves y José Antonio Griñán acabarán condenados y los mafiosos de los eres andaluces lo pagarán con la cárcel; si podrá Podemos articular una alternativa política más allá de dar rienda suelta populista a la indignación del personal; si sobre el viejo yoda Jordi  Pujol y sus hijos presuntos implicados caerá toda la ley; si esta gran recuperación que no nos merecemos nos sacará a todos de pobres y de, paso, rescatará de la miseria a los millones de españoles que han sido arrojados a la marginación; si el PP que habla ahora regeneración democrática limpiará su casa tras los casos Gurtell y Bárcenas...

Está todo por decidir. Pasen y vean, dispóngase a asistir al más difícil todavía, contemplen la apasionante pelea que tiene este país cada  primero de septiembre con su futuro -y ese día de comienzo de todo tras las vacaciones siempre me parece lunes-. Como cada año al comienzo de curso nuestros grandes líderes y sus aventajados asesores están dispuestos a darlo todo para convencernos de que nos van a arreglar la vida solo con darles el voto o con no montarles un escrache en sus casas, que de las mayorías silenciosas también se vive.

Pero de todo lo que está por venir lo que mí me tiene más en vela es lo de Luis de Guindos. ¿Conseguirá nuestro mister extremely aggressive alzarse con la presidencia del Eurogrupo? Si nuestro ministro logra allá por noviembre quitarle el puesto al malvado holandés Jeroen Dijsselbloem, que tan creído se lo tiene y tantos ascos nos hace, la campaña de propaganda no se hará esperar ni un segundo. Rajoy nos habrá devuelto al lugar que nos corresponde en Europa. De nuevo España será un ejemplo de sacrificio y liderazgo para todos gracias a la valentía y el arrojo del PP gobernante. La austeridad hasta el austericidio tendrá su premio, colocando a su ministro milagro al frente de los ministros de economía y finanzas de toda la zona euro. ¡Ahí es nada! Y entonces todo volverá a ser extremely aggressive como la reforma laboral. La canciller Angela Merkel dispondría de un peón eficaz y aplicado en que toda Europa siga conteniendo el gasto público ahora que le viene especialmente bien a la congelada economía alemana. Y ya se sabe que contener el gasto público, bien que lo sufrimos aquí, no es tanto escatimar cargos o suprimir  organismos o privilegios de los gobernantes, sino suprimir derechos laborales y recortar educación, pensiones, sanidad, asistencia social a los más desfavorecidos, ayudas para los parados, dinero para empleo. O sea lo que De Guindos definió entusiasmado como extreamly aggressive ante el entonces exigente comisario europeo Olli Rhen. Habrá que  contener la respiración hasta que veamos si  hubo o no pacto de los cruceiros entre Rajoy y Merkel, sellado en el camino de Santiago. Se trata de saber si será un español quien se entregue con entusiasmo desde las instituciones europeas a la gran campaña por la austeridad: la operación diseñada para multiplicar las cuentas de resultados de  grandes empresas que quieren hacer  un suculento negocio  de lo  que hasta ahora era el estado del bienestar europeo de todos. Lograr que cada uno  pague de su bolsillo a esas empresas las prestaciones y servicios que hasta ahora eran públicas  y hemos financiado  con los  impuestos. Y eso sí que nos va a cambiar la vida aunque no lo hayamos votado ni estemos dispuestos a hacerlo.
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