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¿Qué no entiendes, Felipe?

¿Qué no entiendes, Felipe?

martes 09 de septiembre de 2014, 12:51h
¿Qué parte de la frase "Pujol es un corrupto" no entiendes, Felipe? Tengo por el personaje un respeto cuasi reverencial aunque reconozco que me resulta bastante insoportable cuando se pone estupendo. El presidente de la democracia que más respaldo popular ha obtenido jamás en este país - y a lo que se ve tardará mucho en caer el record- fue todo uno de los líderes principales de la socialdemocracia europea al incorporar el Estado de bienestar en la España salida de la dictadura y de la transición. Ahora es un alumno  aventajado de la teoría que él mismo elaboró sobre el jarrón chino. "Un ex presidente- decía- es como un jarrón chino". "Todo el mundo dice que es muy valioso, pero nadie sabe dónde colocarlo", concluía. Pero él sí. Se ha colocado, por méritos propios, en ese superexclusivo club de expertos y analistas mundiales de influyentes amigos capitalistas.

Seguramente tiene una de las mejores agendas del mundo sobre los personajes más influyentes en Europa y Latinoamérica. A cambio de un elevadísimo caché dicta conferencias o preside comisiones y o grupos de trabajosal amparo de todo tipo de organizaciones nacionales o internacionales,  públicas o privadas, o de sectores empresariales influyentes. Felipe igual preside el comité de sabios para arreglarle el futuro a la Unión Europea de aquí al año 2030 que maravillará a los congresistas del simposio Fruits an Life el próximo octubre mano a mano con Josep Piqué. Hace caja a cambio de brillantes exposiciones sobre el mundo mundial. Felipe maneja y relaciona datos como nadie para obtener fundadas predicciones a la carta,  igual da si habla del hambre en el mundo, la desertización y el cambio climático, la educación en occidente o la pirámide de edad en la Europa occidental, o de todo a la vez. En el verano de 1996, después de dejar el Gobierno, rechazó la oferta del Rey, que quería nombrarle duque como a Adolfo Suárez. Cortésmente le contestó a Juan Carlos que no podía ostentar un título nobiliario militando en un  partido obrero y de izquierdas. Catorce años después y sin dejar de militar en el mismo partido obrero y de izquierdas si aceptó, en cambio, entrar en la nobleza económica: ser consejero de Gas Natural. Una enorme transformación aunque lícita evolución de un hombre que empezó en política defendiendo y hablando de los problemas de los trabajadores y de los más desfavorecidos para contemplarlos ahora como simples datos a cuadrar y utilizar a conveniencia en sus sesudos y carísimos análisis.

Ese alejamiento de los ciudadanos y de sus problemas  le lleva a ponerse estupendo y decir como cosas como "me aburro en el consejo de Gas Natural" mientras cobra 126.000 euros anuales por tamaña zozobra en un país de 6 millones de parados, la mitad de los cuáles no tienen ingreso mensual alguno. Pero Felipe está en otro nivel, en el de los asesores, consejeros y analistas chic. Al igual que le resultan nimios e intrascendentes los problemas de su partido. Felipe lleva muchas décadas en otra galaxia. Es seguramente ese mismo aislamiento en su realidad virtual el que le llevó a no enterarse en sus últimos años de presidente de la inmensa corrupción que había protegido su Gobierno.

 En aquel entonces le empezaba a preocupar más arreglar Europa que su propio país. Sus ministros de entonces sabían de lo inútil de pedirle audiencia porque nunca eran recibidos. Desde ese observatorio de marfil suyo que entonces ya empezó a construirse con esmero Felipe no ve a Jordi Pujol como un corrupto, por más que guardara sus dineros a buen recaudo lejos de los mundanales impuestos españoles y de su querida Cataluña. Insolidario y quizás delincuente ante las esforzadas aportaciones realizadas durante décadas por los ciudadanos para hacer hospitales, carreteras, pagar médicos, pensiones y maestros... "fer país", la frase favorita del ex molt honorable. Al fin y al cabo Jordi es de los suyos, de su exclusivo club de los ex, a los que motivan más el dinero y las propiedades y los análisis extratosféricos que los problemas de los ciudadanos a los que hace muchos años dedicaron lo mejor de sí mismos. Por eso al presidente que más ha durado en el Gobierno de España no le cuesta nada echarle una mano al  president que más se prolongó en la Generalitat, que, seguro, será bien agradecida. A Felipe  ya le resbalan las críticas. Casi ni le llegan ni le afectan.

Aunque, bueno, ¿qué incomodo esto de Pedro Sánchez, el nuevo secretario general de su partido, diciendo que quiere acabar con la puerta giratoria entre la política y los consejos de administración de las grandes empresas, no? Cuanta soberbia, qué pena y qué desvarío. Sigo teniendo devoción por el personaje, por la ilusión que generó, por transformación que lideró de este país, por sus conocimientos y su privilegiada capacidad de análisis. Fue un referente destacado de la socialdemocracia en el mundo, un político providencial para España y relevante para Europa al nivel de sus colegas Mitterrand, Helmut Schmidt, Jacques Delors, Gerhard Schröder y Olof Palme. Pero ahora Felipe solo es referente de sí mismo.
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