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Regeneración Democrática

Regeneración Democrática

viernes 12 de septiembre de 2014, 19:24h
Como era de esperar, PPSOE se han puesto de acuerdo en repartirse las habichuelas del bipartidismo. No me malinterpreten, que yo soy partidario del bipartidismo estadounidense.

PP sugiere primar a la minoría mayoritaria hasta alcanzar la mitad más uno de los electores y los otros el fine tunning de una segunda vuelta. Ambas propuestas resultan tramposas en nuestro sistema. 

El sistema matemático subyacente en la ley electoral es el primer filtro para destilar el bipartidismo inmovilista que padecemos. El reparto d'Hont de escaños, basado en un sistema trivial de divisores continuos, tiene en su concepción el objetivo de conseguir un gobierno "fuerte" entendido como "monocolor" y de ahí que se prime en exceso a los dos partidos mayoritarios.

Entre distintas facciones del partido demócrata estadounidense hay más matices que diferencias entre conservadores y demócratas. Y lo mismo ocurre en el republicano GOP. Es un bipartidismo pluralista que comprendo y comparto, nada que ver con España.

Nuestro sistema no busca encontrar y designar a los mejores sino solamente encontrar un conjunto de ideas, objetivos, estrategias y planes que satisfagan a la mayoría, independientemente de qué candidato los encarne. Suena más bonito, pero no suele funcionar porque se genera automáticamente una aristocracia política perpetua que suele saltarse sus compromisos electorales sin problema alguno.

Víctor D'Hont, un hombre del XIX con las limitaciones científicas que ello conlleva, no era matemático. Ni siquiera era de ciencias: fue abogado y profesor de derecho.

Cualquier chaval de ciencias (no logse, no lomce) de 17 años sería capaz de encontrar un sistema de reparto votos/escaños por lo menos tan malo como el de d'Hont. Tan malo matemáticamente, claro: un escaño cuesta 58.229 votos al PP frente a los 228.048 que le cuesta a UPyD.

Ahora nos venderán la Segunda Vuelta porque lo hacen los franceses y un montonazo de países supermegaguays, y nos parecerá modernísimamente de perlas. 

Pero el problema seguirá ahí: o somos un sistema bipartidista y entonces la pluralidad se muestra en las distintas facciones inter-partidarias, o somos un sistema multipartidista y entonces es obligatorio que todas las ofertas ideológicas concurran en igualdad de condiciones. La Ley Electoral que necesitamos requiere tiempo y talento. 

Necesitaremos hablar de por qué un voto en Teruel pesa más que uno de Madrid, pongo por caso. O de por qué 1.140.242 votos a UpyD representan 5 diputados pero al PP y en la misma convocatoria se le convierten en 19.

Tenemos que superar la circunscripción provincial y llegar hasta la autonomía. O mejor aún, que todo el territorio español pase a ser la única circunscripción. 
Necesitamos definir qué grado de responsabilidad tiene cada parlamentario ante sus votantes directos y eso supone listas abiertas.

Tendremos que hablar de qué es campaña electoral, de cómo se financian los partidos; de cumplimiento del programa, de sistemas públicos de control; del senado, existencia y funciones. 

Y sobre todo tendremos que hablar de Democracia Líquida. Las nuevas tecnologías están aquí, no se van a ir. Muchos conceptos van a cambiar, como el de censo electoral, piedra angular del número de escaños a adjudicar y del mismo reparto de votos. Mañana el voto será solamente electrónico y eso redefinirá toda la dinámica electoral: d'Hont ya no es solo un mal sistema de reparto, es que ha quedado obsoleto.

Creer que se puede entender la democracia a partir de ahora sin adaptarla a las nuevas tecnologías es el correlato de una aristocracia política anacrónica cuyos trenes hace tiempo que no pasan.

No es de recibo pretender reformar la ley electoral al grito de regeneración democrática sin tener en cuenta los nuevos parámetros sociales, culturales y tecnológicos y sin redefinir qué somos y a dónde vamos.

Que gobierne la lista más votada ya sea por prima matemática o por segunda vuelta, sin cambiar nada más en la esencia misma de la ley electoral, será un engaño más que ojalá no prospere. Se trata de un asunto tan importante, tan grande, que no se puede ventilar en cuatro reuniones antes del partido de la semana. Ni con este parlamento, desgastado y muy alejado del actual posicionamiento ideológico de la sociedad.
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