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La solidaridad de la tarjeta

La solidaridad de la tarjeta

jueves 02 de octubre de 2014, 17:43h
Cuando nos enteramos de que la terrible crisis económica, de la que Zapatero no quería ni oír hablar, acampaba entre nosotros, ocupando mucho más terreno que los solares en proceso de recalificación, y llegó Mariano Rajoy Sandokán y Luis de Guindos Churchill II, prometiendo "sangre, sudor y lágrimas", echamos en falta un consenso entre los dos grandes partidos nacionales para que dejaran de tirarse los insultos a la chola, se arremangaran, e hicieran algo por esos millones de españoles excluidos de la sociedad por no tener trabajo. Otros sí, creíamos que patronal y sindicatos podrían consensuar algo para lo mismo, a pesar de la brecha que suponía la reforma laboral. Y, en uno, y, en otro caso, observamos que ese objetivo resultó imposible.

Sin embargo, ha renacido mi esperanza, al observar el penúltimo chanchullo de Bankia (de soltera, Caja Madrid). Personas como Miguel Blesa, pertenecientes al mundo de la patronal, y representantes del comunismo más tradicional y pro soviético, como José Antonio Moral Santín, tiraban de una tarjeta fantasma con el mismo entusiasmo. El comunista Moral Santín fue de los que le echó más moral al gasto y se pulió 456.450 euros, que es una cantidad de algunos capitalistas ejercientes no ganan todos los años, pero lo mismo hacían representantes del PP y del PSOE, de UGT y de Comisiones Obreras. Entre todos ellos, con un sacrificio que nunca reconoceremos bastante, se gastaron 15 millones de euros de una entidad a la que los contribuyentes españoles le tuvimos que insuflar 22.000 millones de euros para que no quebrara. Comidas de trabajo, viajes de trabajo, copas de trabajo, vacaciones de trabajo... todo con cargo a la tarjeta de la que disfrutaban 86 personas de las más diversas y contrarias ideologías.

Está claro que el consenso es posible, siempre y cuando puedas sentar a los contrincantes en la misma mesa del consejo de administración, y les proporciones a cada miembro una tarjeta de gasto ilimitado, que no deja huella contable. Y que no hay tantas diferencias ideológicas: al parecer, sólo son honestos los que no han podido meter la mano en la Caja.
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