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La trampa del comandante

La trampa del comandante

sábado 17 de noviembre de 2007, 23:34h

El problema no es Hugo Chávez, el problema es que en el mundo hay pocas noticias atractivas para la mayoría de la gente que se aburre. Cualquiera puede reconocer esta realidad haciendo una lista de algunos temas relevantes de la política internacional.

Ninguno supera el histrionismo, la carga mediática o los apasionados discursos del Comandante Chávez. A fin de cuentas los periodistas son seres humanos y los diarios, la radio y la televisión informan todos los días; cuanto más interesante sea la noticia, mejor.

En realidad el problema del Comandante se refiere al papel que representa y no al valor de su contenido. Confunde solemnidad con seriedad. No es necesario que la política sea solemne –a veces el exceso de formas la desnaturaliza- pero es, y debería ser considerada así más a menudo, una acción humana seria. El Comandante imagina, en cambio, que la política es una ópera bufa y que él es un personaje central de esa representación.

No comprende que algunos de los líderes a quienes admira y cita han sido serios -y muy serios-, empezando por Fidel Castro. Cuando en enero de 1959 bajó de Sierra Maestra decidido a enfrentar a los Estados Unidos, lo hizo en serio. Sus actos seguían a sus discursos: la Cuba de Castro nunca hizo negocios y nunca ganó fortunas con aquellos a quienes enfrentaba. En cambio, ahora, el mejor cliente y el socio privilegiado de la Venezuela del Comandante Chávez son los Estados Unidos.

Para poner en contexto la comparación Castro-Chávez hay un libro que vale la pena recordar. En el XVIII Brumario de Luis Bonaparte, Marx indica que los hechos y personajes históricos siempre se repiten, la primera vez como tragedia, la segunda como farsa. El Comandante es la farsa de la tragedia de Fidel, de la misma manera que Napoleón III fue como una copia falsa del Buonaparte originario.

Han sido varios los efectos que ha producido el incidente protagonizado por el Comandante Chávez en la Cumbre de Santiago de Chile:

1. El sistema político español –que mostraba signos de debilidad- se ha fortalecido. Aznar llamó para agradecer la defensa que de él había hecho Zapatero, éste le dijo que sería bueno verse más seguido y el otro dejó respetuosamente abierta la puerta: “Tu eres el Presidente, me llamas cuando quieras”.

2. Brasil anunció el fin de semana su salida del faraónico proyecto Gasoducto Sur, sin cuya participación es imposible que se construya.

3. El único Jefe de Estado presente en Santiago que se solidarizó públicamente con Chávez fue el Presidente Ortega de Nicaragua. Ni los presidentes Néstor Kirchner ni Evo Morales tomaron posición a favor del Comandante. La lectura más simple y también, mas profunda, indica que la relación permanente de Argentina y Bolivia con España no puede ser perturbada por la actuación desencajada de un bufón.

Sin duda que ninguno de estos tres efectos estuvo en los cálculos del Comandante Chávez cuando acusó a José María Aznar de fascista. La política cobra precios muy altos a los que no advierten que –reiteramos- es un asunto serio, para gente seria.

La “dimensión política” del actual Presidente de la República Bolivariana de Venezuela se expresa en la declaración –textual- que hizo durante su campaña electoral a El País de Madrid: “Yo soy el candidato de los que rayan con una chapita de cerveza los Mercedes Benz”.

Este es el hombre que espera que el Jefe de Estado del Gobierno Español le pida disculpas, quién “conmueve” a pseudo pensadores latinoamericanos en una guerra santa contra los “imperios coloniales” y quien financia a políticos y periodistas que juegan a reproducir en Latinoamérica, como farsa, la tragedia de Mayo del 68 Francés.

El problema es que el Comandante controla una reserva de 87.000 millones de barriles de petróleo crudo a un valor de 100 dólares cada uno. Estos números representan el 6.8% de las reservas mundiales y hacen de su país la sexta potencia petrolera mundial.

La dirigencia política tradicional de Venezuela, desde Acción Democrática al COPEI, debería preguntarse que es lo que hicieron con el mismo país y con las mismas reservas de crudo, desde la firma en 1958 del Pacto de Punto Fijo cuando decidieron, “democráticamente”, alternarse entre ellos en el gobierno.

Desde ese año –hasta la llegada de Chávez- gobernaron Venezuela como si la fiesta del poder fuera interminable sin importarles el respeto por las instituciones –que ahora reclaman-, ni la educación pública, ni la pobreza de la mayoría, ni los niveles pavorosos de corrupción del sistema.

La pregunta debería extenderse a otras dirigencias –principalmente a la Argentina- cuando repiten, creyendo que es un acto simpático o humorístico, el primer artículo del manual político del suicida: “nada importa, todo vale”.

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