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'Excálibur'

'Excálibur'

miércoles 08 de octubre de 2014, 13:08h

El ébola parece la peste del siglo XXI y es lógico y comprensible que se reaccione ante este maldito virus con miedo. Lo cierto es que el caso de Teresa Romero, la ayudante sanitaria contagiada, abre varias debates. Por ejemplo el que se refiere a su perro Excálibur.

Las redes sociales están que arden a propósito del sacrificio de Excálibur. Hay miles de personas que muestran su rechazo a que Excálibur sea sacrificado y han pedido que se le apliquen los protocolos pertinentes para saber si está contagiado y si no es así se le permitiera vivir.

Otros defienden que no hay que correr riesgos y que lo más conveniente es sacrificar a Excálibur tal y como ha decidido proceder la Comunidad de Madrid.

Lo cierto es que no se han hecho estudios sobre el posible contagio de los hombres a los perros pero eso no significa que haya evidencias de que puede ser así, de manera que las autoridades sanitarias deben de ser extremadamente cuidadosas y no correr riesgos. Pero dicho esto, todos los que amamos a los animales, sobre todo los que tenemos perros comprendemos la angustia de Teresa y su marido ante el sacrificio de Excálibur.

Yo me encuentro entre el primer grupo, entre quienes habrían preferido que a Excálibur se le aplicara un protocolo, poniéndole en cuarentena, haciéndole los análisis pertinentes, para saber si había sufrido contagio.

Hay quienes se escandalizan porque en medio del drama que supone el ébola, con cientos de muertos en África, y el temor de que el virus se propague por el resto del mundo, haya quienes están preocupados por la suerte de un perro. Es difícil explicar a quienes no sienten compasión por los animales, quienes son incapaces de valorar la lealtad de un perro, el inmenso cariño que dan a cambio de nada, es difícil ya digo que puedan comprender que es compatible la preocupación y el dolor ante la tragedia que afecta a tantas y tantas personas junto al malestar que produce que se sacrifique a Excálibur.

Evidentemente ahora la prioridad es conocer como Teresa Romero se pudo contagiar. Despejar de una vez por todas si realmente se siguen los protocolos adecuados para evitar esos contagios. Procurar al personal sanitario de medios suficientes que garanticen su seguridad. Y sobre todo aprender de los posibles errores que se hayan cometido en el caso de Teresa Romero para que no se vuelvan a producir.

Pedir la dimisión de la ministra Mato es fácil. Y a lo mejor hay que pedirla al final pero sin perder de vista que el mundo entero se ha visto sorprendido por el virulento brote de ébola, y que vivimos en la sociedad de la comunicación donde las personas se desplazan de un rincón al otro del mundo y pueden ser portadoras involuntarias de ese u otros virus.

Otro debate abierto es el de si los misioneros españoles contagiados debieron ser trasladados a España para intentar aquí su curación. Hay algo egoísta, supongo que fruto del pánico, en cuestionar el traslado de los misioneros médicos.

En todo caso me parece a mí que es la hora de buscar soluciones, de intentar atajar que otras personas hayan podido ser contagiadas por el contacto con Teresa Romero. Es en eso en lo que deben de volcarse nuestras autoridades sanitarias. Y una vez que ese problema esté resuelto habrá que preguntarse si ante una emergencia mundial ante el virus del ébola el Ministerio de Sanidad supo o no poner en marcha los protocolos y medios adecuados para que los profesionales sanitarios pudieran responder ante un problema como este o si por el contrario ha habido lagunas y fallos.

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