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O cambiamos o Podemos

O cambiamos o Podemos

viernes 07 de noviembre de 2014, 09:46h

Escribía en abril, de este mismo año, otro artículo que hablaba del inesperado y sorpresivo posicionamiento en el panorama político, de una plataforma o iniciativa ciudadana, que se presentaba con un grito, más que con unas siglas al uso en cualquier otro partido político ¡¡Podemos!!

Desde entonces, el avance imparable de esta formación, representada por Pablo Iglesias, un chico de barrio, corriente, con un excelente currículum, profesor de universidad, ha levantado la suficiente polvareda como para ser titular de portadas en periódicos y televisiones en media Europa. La sorpresa ha sido de tal magnitud que ha hecho temblar a las más altas instituciones del Estado y puesto en jaque las estructuras dormidas del sistema corrupto en el que vivimos.

¿Pero que hay detrás de Podemos? No han faltado analistas que critican la compostura estética y patética de los que dan la cara, ante los medios, en esta formación, como no faltan detractores que presentan la inviabilidad del utópico programa político que manejan, ni aquellos que ven a Podemos como un espejismo, que desaparecerá de la misma forma que ha surgido, quizá en un intento de comparar el éxito de este movimiento con el hecho puntual de los casos de corrupción que estamos presenciando.

No voy a pecar de soberbia al definir a Podemos, entre otras cosas, porque no soy soberbio, hasta ese punto, ni tengo la información necesaria, ni comulgo con sus postulados. Pero tengo la certeza absoluta de que Podemos no es el monstruo de la coleta -como la bauticé en su día- ni es cualquier otro portavoz que aparece en los medios. Cuatro rostros públicos, más o menos carismáticos, no elevan las encuestas sobre intención de voto, por la espuma. Podemos, a mi juicio, es el grito de rabia e impotencia de una generación, que como en aquel mayo del 68, necesita imperiosamente cambiar un sistema corrupto, por lo que sea. Digo bien, porque lo que sea, podría habernos llevado, en otros tiempos, a un golpe de Estado o una guerra civil, de esas en la que los españoles hacemos borrón y cuenta nueva, y escribimos nuestra historia con sangre. Pero en esta ocasión, el grito civilizado, demasiado callado para algunos, que se escucha en nuestras universidades, y en la calle, hace que optemos por la vía democrática del voto, o de la intención del mismo, sin pararnos a reposar en consecuencias, ni en que exista una verdadera posibilidad de que Podemos pudiera ejercer como partido de un gobierno en una España inmersa en multitud de organismos internacionales.

Detrás de Podemos no hay nada, lo afirmo así de rotundo, pero no dudaría en votarlos si las elecciones se celebrasen hoy. No hay nada, digo, porque su estructura funcional es precaria, porque detrás de los cincuenta y siete dirigentes, con cabeza pensante, se esconde el despropósito de los más "tontos" de cada pueblo, entre otras cosas, porque los más "listos", ya están en el PPSOE, y así nos va. No quiero con ello sumarme al barco de los que desprestigian a Podemos, porque no es el caso, pero si me atengo a una realidad palpable y constatable.

Podemos es sólo utopía y cabreo. Un enfado generalizado de una generación perdida, de una sociedad harta de ladrones, de unas políticas erróneas, en casi todas las materias, por parte de cualquier partido, los de antes y los de ahora. Podemos es el grito desesperado de los jóvenes, que ya no tienen fuerza para rodear el Congreso, para crear otro 15M o para levantar barricadas, como en aquel mayo del 68, que cambien el mundo que les pertenece. Por eso, a medida que crece la crispación, crece la intención de voto, a medida que se pisotean los derechos fundamentales, más se calienta al personal, y como en las guerras, Podemos recluta adeptos sin necesidad de afiliación, porque al fin y al cabo, no se si gracias a Dios, hemos entendido la democracia.

Ismael Álvarez de Toledo

Escritor y periodista

http://www.ismaelalvarezdetoledo.com

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