El Govern abre "embajadas" en Roma y Viena al tiempo que reclama 2.200 millones al Estado

Pero, en paralelo, la Generalitat mantiene su deseo de "internacionalizar" el conflicto catalán. O lo que es lo mismo, busca desesperadamente apoyos internacionales para su propuesta independentista. Y eso cuesta dinero. Así, que lejos de apretarse el cinturón, el Ejecutivo catalán ha anunciado hoy que abrirá nuevas delegaciones, o "embajadas", en Roma y Viena y que reforzará la que ya tiene en Bruselas.

El objetivo de estas nuevas embajadas es el de establecer "las relaciones y los intercambios de impresiones necesarios para alcanzar el reconocimiento de Cataluña como Estado, si así o deciden los ciudadanos", según ha explicado el conseller de Presidència, Francesc Homs, esta mañana en una conferencia en Roma.

Hasta hace poco, la Generalitat se escudaba en que este tipo de delegaciones eran necesarias para dar un empuje a la economía catalana, pero ahora, cuando lo que cuenta es presumir de la creación de nuevas estructuras de estado para la futura Cataluña "libre", el Govern ya no oculta que sus objetivos a la hora a abrir nuevos "consulados" es político y no económico.

De momento, la Generalitat ya cuenta con cinco delegaciones en el extranjero, en Londres, París, Berlín, Bruselas y estados Unidos, cuyo coste es más que elevado para las arcas públicas tanto por el gasto de las nóminas del personal como por el pago de los alquileres de las oficinas, que se ubican en las calles más céntricas y caras de cada capital.

También hoy ha trascendido que el presidente de la Generalitat, Artur Mas, ha encargado a sus asesores que elaboren un plan para convertir el sistema sanitario catalán en una estructura de estado, según ha explicado uno de estos asesores, Miquel Vilardell, durante una comparecencia ante la Comisión de Salud del Parlament. El informe de estos expertos estará listo en seis meses.

Mas va allanando en camino para su ansiado nuevo estado catalán. Pero hoy por hoy, ni él mismo sabe si eso se concretará o será un sueño que se desvanezca. Las cosas cambian a diario en la compleja política catalana. Tras el 9-N, Mas se hizo fuerte y le lanzó un órdago al líder de ERC, Oriol Junqueras, para adelantar las elecciones con la condición de concurrir juntos en una lista única.

Mas quería salvar así la cabeza ante unas encuestas que no le son favorables. El martes, Junqueras rechazó esa oferta y puso sobre la mesa otra, para declarar la independencia de forma unilateral y rápida, que Mas no quiere aceptar. El president pidió ayer "generosidad" a su rival republicano y anunció una nueva ronda de contactos con los líderes de los partidos soberanistas. Y así, tras el sucedáneo de referéndum, la querella de la Fiscalía, unas cuantas conferencias y un viaje de Rajoy a Barcelona, las cosas están tan enquistadas como antes del famoso 9-N cuando Junqueras se levantó de la mesa de negociación de Mas.


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