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'Lágrimas de cocodrilo': Terapia Camilleri

'Lágrimas de cocodrilo': Terapia Camilleri

viernes 12 de diciembre de 2014, 19:57h

Pues no sé si serán mejores o peores, pero hay escritores que me levantan la vida. Si, como suena. Con Camilleri me pasa que me ha llegado en varios de mis... renacimientos? o, por lo menos, para tirarme una soga cuando me ahogaba. A ver, literaturas (ramplonas como ésta mía) aparte, leer Camilleri y entrarme ganas de escribir.....

Nadie puede escapar de su biografía. Quiere decir, de su tiempo. Esta humilde crítica literaria, tampoco, y la eternidad de San Google da noticia. Y como no puede escapar, tampoco lo hará de las terribles, odiosas circunstancias que nos toca vivir. ¿Escribir de libros en tiempos de leyes mordazas, pobreza inducida, muertos por pobres, viejos arrumbados, niños hambrientos y futuros analfabetos? Si una tiene algo más que colesterol sólido en el corazón, tiene que hacerse la pregunta. Y es demoledora. Y entonces, una empieza a pensar que todas sus palabras (escritas) han sido en vano, que no merece la pena, ni el trabajo, y que a lo mejor, la sociedad tiene razón -a ver: los gobiernos, éste gobierno, pero también los mercados, las empresas, el mundo, en fin- cuando te mandan al tacho de basura. Y, en ese momento, escribir es una cuesta arriba insuperable. Pero entonces aparece Camilleri.

Andrea Camilleri empezó con la serie de Montalbano a los 69 años. Nos ha contado más de la verdadera función de las mafias, de su incrustación en el alma de la gente, que si hubiera escrito un tratado sobre ellas. Se ha mantenido en lo suyo -en sus ideas, en sus creencias, en su mirada caritativa e inteligente a las personas- pese a todo lo que ha visto. Y ha visto mucho. Mucho. Mucho de victorias, y mucho de derrotas. Y ahí le tienes, como el primer día. A ver: el libro que me despierta ahora no trae historias nuevas: es el volumen con tres novelas que abre la colección Los casos de Montalbano, de Salamandra. Pero hay una que yo me había perdido: El ladrón de meriendas, con el Salvo más borde y comilón y auténtico posible... Qué placer, por diosa.

Y una vez ahí, todo tiene más sentido. Porque entiendes que no se trata de tu estado de ánimo, sino de la necesidad de contar lo que ocurre cuando se lee. Y quién puede dejar de leer? Yo, no. Y entonces, la inédita y póstuma de Antonio Tabucchi, Para Isabel, que acaba de publicar Anagrama, y que te has comido en dos horas, te abre a pensar que, en esa encuesta tan suavemente dosificada, que más que la búsqueda de la mujer y la denuncia de la realidad -las barbaridades salazaristas-, en que la aparición y fuga de Isabel se dieron, tiene algo de tentador pero discretísimo camino de perfección, en el sentido más místico -y agnóstico- posible.... Ese extraterritorial de Tabucchi, y su obsesión portuguesa, como si ese país pequeño, rodeado, y con pocas esperanzas, fuera una metáfora del mundo. O mejor: como si los portugueses, esforzados por escapar de una asfixia demasiado larga, y su fracaso, fueran signo y señal de la condición humana.

La encuesta policial, la investigación y seguimiento, desde el poli o desde el espontáneo, parece un modelo bueno también para el crítico literario: qué hacemos sino buscar pistas, causas, pruebas? Pónganse en Tabucchi para leer La próxima vez, el diario del magnífico poeta Jose Carlos Cataño, entre 2004 y 2007, recién publicado por Renacimiento. Si le tuvieran ustedes, a Cataño, en Facebook, verían su fijación por dos temas primeros: las nubes y la botánica. El segundo tiene qué ver con su formación académica, y también con esas artes de memoria que tan bien contó Borges en Funes el memorioso. Nada hay tan versátil, para una memoria total, como los aparentemente no ocurridos cambios en una parra, en un árbol. Y nada tan estúpido como el no distinguir unos de otros, de manera que la palabra árbol nos impide ver el bosque de las diferencias.... También las nubes son mucho más que nubes. Cada una, irrepetible en su.....mismidad, grrr.  Pues ese es el oficio narrador de la memoria escrita: pillar desde un escepticismo, más bien sombrío, el pasar de los días. Y claro, en concreto -que se habla de gente, de libros, de adquisiciones y pérdidas, de sentimientos, de literatura y mundo literario- pues.... Pasiones y gustos, algunas cuchilladitas, lo que le pone sal a los diarios de los escritores! Muy, muy recomendable, aunque no siempre estemos de acuerdo con sus víctimas, que las tiene.

No sé si el encuestador policial, bueno, policíaco, se sentirá a veces perplejo: por lo que he leído, si. Pues así estoy yo con El final de Sancho Panza y otras suertes, de Andrés Trapiello, aparecido en Destino. No es por la historia, que arrancando del Quiijote, que Trapiello demuestra conocer muy bien -es su segunda "hija" de Cervantes, pero la primera no la he leído y lo siento- manda a Sancho, el Ama, el Bachiller y la Sobrina a las Américas. Lo que me tiene perpleja, sin que yo me ponga a juzgar la pertinencia de la historia -cada escritor tiene el deber de escribir sobre lo que le da la real gana- es qué le aporta al autor concreto esta investigación -exhaustiva- en la lengua de Don Quijote y su época, con un retoque suave a la sintaxis, y una recopilación de léxico verdaderamente apabullante. ¿Es un juego? ¿es un reto, como todos los juegos? ¿Qué se juega?

Trapiello se atreve a crear, con sutiles y menos sutiles autorreferencias, una aventura nueva de los personajes del quijote, que es una nueva lectura del Quijote. Que yo la he leído con gusto, se nota. Que me gustaría que me contestara a las preguntas hechas, también. Mucha menos gracia me hace ese intento anunciado del "Quijote para niños", que la RAE, la Real Academia de la Lengua, le ha encargado a Arturo Pérez Reverte, y que está por salir -si no ha salido ya- en Santillana. Y es que a mí, los reader's digest -"para qué va a leer usted, si ya hemos leído nosotros"- no me han gustado nunca. Por eso no les cuento a ustedes de qué van los libros que pongo en suerte. Pero es, sólo, una manera de hacer, seguramente tan oscura y de tan oscuros orígenes como todas. 

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