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Jesús Rodríguez

Aspectos de un vínculo profundo, conflictivo y feraz

Aspectos de un vínculo profundo, conflictivo y feraz

miércoles 21 de noviembre de 2007, 02:47h

Aspectos de un vínculo profundo, conflictivo y feraz

Por Jesús Rodríguez

                         España está profundamente ligada a los procesos políticos, económicos y sociales de América Latina, tanto, como que nuestros países han heredado sus instituciones y muchos valores culturales que conforman una idiosincrasia y un patrimonio mutuos.

            En el pasado reciente España, un país que retornaba al sendero democrático perdido en 1938, tuvo un rol activo en propiciar la recuperación y contribuir a la consolidación de la democracia en nuestra región.

             Durante los años noventa, la relación se consolidó en lo social, a partir de la reversión histórica de las corrientes migratorias, que colocó a España como destino de muchos latinoamericanos expulsados por el proceso de exclusión económica generado por las políticas neoliberales. En lo económico, mediante el flujo de inversiones españolas en la región. Y en lo político, con la intensificación de los encuentros gubernamentales a través de las Cumbres Iberoamericanas de jefes de Estado.

             Lo social

             Un jalón significativo de la historia de nuestras relaciones ha sido la migración internacional. Por un lado, la inmigración española en América Latina ha sido intensa desde finales del siglo XIX hasta mediados del siglo XX, cuando se estima que llegaron, desde la península ibérica, cerca de 3,5 millones de personas. Mientras que, por otro lado, las corrientes migratorias hacia España han aumentado considerablemente a partir de los años noventa, incrementándose la cantidad de inmigrantes latinoamericanos de 210.000 en 1991 a 840.000 en 2001, sobresaliendo la mayoría de mujeres en dicho flujo.

            Habiendo emigrado de sus países por razones económicas éstos se constituyen en el grupo de inmigrantes más numeroso y más valorado en España siendo considerados una fuerza laboral que contribuye en gran medida al desarrollo económico del país. Por su parte, en los países de origen, esta migración se traduce, por ejemplo, en el envío de remesas y en transferencias de capital, conocimientos y tecnología.

            No obstante, este vínculo intenso entre las sociedades constituye una situación compleja. Por un lado, España se encuentra ante la necesidad de administrar su mercado de trabajo y velar por una integración no disruptiva de los inmigrantes en su sociedad. Los diversos planes de regularización de la inmigración apuntan a resolver parte de esta situación, en tanto que la reciente disposición que otorga la ciudadanía a hijos y nietos de inmigrantes españoles –en su mayoría expulsados por el franquismo- contribuyen a poner orden en la situación actual y a reparar una deuda histórica.

             Por otro lado, para América Latina los flujos de migración, como consecuencia de la inestabilidad política, la mala situación social y la falta de oportunidades, representa la pérdida de recursos humanos, en muchos casos con una alta formación profesional - lo que los diferencia de la tradicional inmigración norafricana- e indispensables para encarar la era de la información y el conocimiento, en nuestros países.

 Lo económico

             La internacionalización de las empresas españolas –el segundo inversor en la región después de los EE.UU.- y su presencia a partir de los años noventa en América Latina, suponen una proximidad activa y comprometida de España, con el desarrollo de sus áreas de interés. Entre 1994 y 2002, los países de América Latina se convirtieron en el principal destino de las inversiones de las empresas españolas absorbiendo, en promedio anual, el 60% de las mismas.

             Como consecuencia de la creciente interdependencia entre ambas economías España está hoy expuesta a los ciclos económicos latinoamericanos, a la vez que nuestros países son más dependientes del flujo inversor español.

En este sentido, el actual crecimiento económico de nuestros países es el más equilibrado de su historia porque se sustenta en una estabilidad macroeconómica hasta ahora desconocida. Esto hace que los florecientes mercados internos sean una de las ventajas de América Latina frente a otros destinos emergentes, o incluso desarrollados.

                Sin embargo, la inseguridad jurídica y la inestabilidad política son una de las principales amenazas para las inversiones, dos factores que se sitúan por encima de parámetros que siempre habían sido considerados como los principales problemas para invertir en América Latina, como el riesgo del tipo de cambio, la falta de infraestructuras o los problemas de inseguridad ciudadana y terrorismo.

             Desde el punto de vista de las sociedades latinoamericanas, la primera oleada de inversiones españolas ha estado asociada con los procesos de privatizaciones y de apertura irrestricta al capital extranjero de los años noventa, que han contribuido a generar estereotipos negativos en los ciudadanos, que sindican al capital español como corresponsable de las crisis.

            Más allá de estas perspectivas, tanto las empresas como los gobiernos tienen un interés común en aprovechar las oportunidades para una segunda oleada de inversiones, lo que requiere afrontar el desafío de sentar reglas de juego estable y compromisos de desarrollo sustentable.

 Lo político

             España ha tenido un rol activo en el apoyo a la democratización y el fomento de los derechos humanos en la región. Esta cuestión fue ampliamente valorada por los países latinoamericanos que ponían fin a sus períodos traumáticos de autoritarismo.

            Durante la década del noventa, la relación entre España y América Latina adquirió una nueva dimensión. La conformación de un espacio común iberoamericano en 1991 con las Cumbres Iberoamericanas, instauró un proceso de reuniones formales anuales de Jefes de Gobierno entre España  y Portugal y los países latinoamericanos, que iniciaron con éxito, su recorrido en un nuevo escenario internacional marcado por el fin de la guerra fría y el inicio de un orden internacional dominado por los EE.UU.

 

            Este contexto ayudó de manera importante a suscitar el interés inicial de los países latinoamericanos en las Cumbres, que vieron en las mismas una forma de reforzar sus relaciones internacionales. Ese interés, sin embargo, fue disminuyendo progresivamente a medida que nos acercábamos al fin del Siglo XX.

             En el año 2003, la creación de la Secretaría General (SEGIB) y la aprobación de su estatuto, fue una medida importante para que el proceso de las Cumbres volviera a cobrar fuerza y los países latinoamericanos iniciaran una nueva etapa en la que comenzaron a vivirlas como algo propio. Este nuevo marco constituye una excelente oportunidad para extender el diálogo regional más allá del ámbito político-diplomático hacia los ámbitos económicos, sociales y culturales.

            Tal como lo refleja la consolidación de las relaciones en sus aspectos culturales, sociales, económicos y políticos en las últimas décadas, España y América Latina cuentan con una comunidad de valores e intereses compartidos que constituye una condición necesaria para el diálogo, el aporte de ideas y la actuación en conjunto, en las que la lengua, aunque resulte de perogrullo, es un aspecto crucial para entender buena parte de esta nueva era de acercamiento y cooperación que corona el Bicentenario.

 

 

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