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Je suis Charlie aussi

Je suis Charlie aussi

jueves 08 de enero de 2015, 08:38h
Hay quien califica las barbaries yihadistas y sus metas tan medievales como descuartizar entre cuatro percherones a los adúlteros, pero no lo son tanto como parecen. Es más representativo el habitual castigo de los ayatolás a los homosexuales colgándolos por el cuello de una grúa industrial del siglo XXI.

Y es que el salvajismo actual de los muyahidín es muy moderno. Quizá sea mejor llamar a esos terroristas takfiríes, musulmanes fanatizados que se arrogan el derecho de declarar a otros musulmanes como apóstatas o malos practicantes de la "Sharia", la ley islámica, para justificar su ejecución. Aunque su origen también es medieval renacen  en el siglo XX de la mano de los teóricos modernos de la Yihad, Hassan al Banna, Sayyid Qutb o el jeque ciego Omar Abderramán, propagandistas del  mensaje feroz yihadista difundido hoy por los altavoces electrónicos de la ira divina.

La modernidad de la Yihad 2.0 se traduce en la globalización capaz de proyectar esa violencia no estatal, pero bien organizada. Ahora París, ayer Madrid, Londres, Mumbai o Nueva York, de un modo imposible en el pasado.

Muy actual es también la caracterización de sus grupos más radicalizados, versados en las últimas tecnologías de la violencia como propaganda por la acción, al igual que hicieron en el inicio del terrorismo contemporáneo organizaciones anarquistas y posteriormente nacionalistas y marxistas. Sayyib Qutb adapta el leninismo, considerando, al modo de Marx, la Historia como el desarrollo de un proceso con un final inevitable, el alumbramiento de un mundo nuevo y edénico, en el convencimiento de que se puede redimir al mundo iluminándolo con el marxismo o el Islam. Quienes deben dirigir el proceso son vanguardias fanatizadas, revestidas de piel de cordero o con chalecos explosivos, según convenga.

Se atribuye a Protágoras la expresión "dogma poleon", traducible por el sentir de la ciudadanía, comparable a la "vox populi" romana. Son nociones precursoras en la cultura occidental de nuestra opinión pública contemporánea, inseparable del nacimiento a principios del siglo XX de los medios de comunicación de masas y el sufragio universal, cuando el dominio de los editoriales, primeras planas y los noticiarios se convierte en la clave estratégica de la política o la religión. Y el fenómeno es indisociable del terrorismo contemporáneo, patológicamente dependiente de los grandes titulares.

La obsesiva búsqueda del mayor rebombar propagandístico se traduce en sangrientos escenarios mediáticos. Los muyahidín o takfiríes son muy conscientes de sus estrategias con los medios, y han desarrollado su propio sistema de propaganda con medios muy sofisticados, muy poco medievales. Utilizan YouTube, Instagram, Twitter, Tumblr y cualquier plataforma de Internet para difundir sus producciones, vídeos y escenificaciones, actualizadas diariamente con las imágenes que proporcionan sus militantes. Retratan la barbarie de sus actos, ya sean decapitaciones, atentados o ejecuciones en masa en Siria. La misma repetición de la bestialidad acorcha la sensibilidad de los espectadores, incitando a los realizadores a profundizar en el gore a la mayor gloria de Alá.

Proliferan las productoras dirigidas a Occidente, como la iraní Hispan TV, donde el medievo cubre con el hiyab la cabeza de las presentadoras catódicas. Otras son más clandestinas, es el caso de al-Hayat Media Center, especializada en captar nuevos takfiríes para la Yihad. El lenguaje audiovisual empleado en la elaboración de esa propaganda indica una gran profesionalización, alternando secuencias reales, otras sacadas de películas del mismo Hollywood, noticiarios y filmaciones con varias cámaras. Alternan incluso distintos ángulos para captar la confesión de los que van a ser decapitados, con narraciones en inglés, francés o alemán dirigidas a fanatizar a los tibios musulmanes en Occidente para la causa santa, tan moderna hoy, a pesar de sus preceptos medievales, como cualquier otra ideología adanista en pos de la revolución.

Mañana la capacidad de golpear en el centro de París contra un blanco amenazado, y ya atacado con anterioridad, será magnificada por los voceros terroristas como un ejemplo perverso del triunfo de la voluntad, porque la película de Leni Riefenstahl a mayor gloria del nazismo no tiene nada que enseñar a los modernos publicistas de la Yihad al-Ashgar. El triunfalismo militar de esas producciones ensalzando la violencia y el martirio de los takfiríes se verá retroalimentado por los asesinatos de los profesionales de Charlie Hebdo, que se suman a los 66 periodistas muertos violentamente en 2014. Víctimas, como José María Portell, ejecutado por ETA en Portugalete en 1978, del terrorismo que busca acallar las denuncias o las irreverencias de los medios incómodos, como El Papus, atacado por la ultraderecha con explosivos en 1977, causando un muerto y diecisiete heridos.

Entonces fuimos El Papus. Hoy somos Charlie también.
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