Tolerancia frente al terror, no con el terror
jueves 08 de enero de 2015, 14:25h
Esto, simplemente, no puede
continuar así. Los países democráticos, también los islámicos, tienen que
defenderse del terror asesino de los verdugos que, en nombre de Alá, asesinan,
torturan, sojuzgan a sus semejantes simplemente porque no piensan como ellos.
No es una cuestión de Oriente contra Occidente, de conflicto de civilizaciones,
como decía Huntington. Una civilización no está en conflicto con otra cuando
tras ella se amparan los intolerantes, fanáticos, criminales: empieza a estar
en guerra contra las cavernas porque desde ellas quieren declararla.
Quizá el conflicto se halle en el Islam frente al Islam, entre quienes quieren
practicar una religión y quienes abusan de ella.
No caigamos en la trampa. No es
Alá, ni Mahoma su profeta, ni el Corán, quien arma los brazos de los asesinos.
Culpar a una religión, a unas creencias que predican en su origen el bien y la
paz, de lo que está ocurriendo, de todo eso cuyo último y más brutal exponente
es el atentado de este miércoles contra Charlie Hebdo, es un error. Hay que ir
a buscar a sus covachas a quien utilizan nombres sagrados para cometer sus
delitos, para intentar callar a quienes piensan diferente, para sojuzgar a
mujeres, a niños, a los más débiles. No será cerrando mezquitas ni persiguiendo
a los mulsulmanes como se solucione el conflico; al contrario, se agravará.
Pensamos que, frente al terror,
más tolerancia. No, por supuesto, con el terror, con el que hay que ser
implacables; pero resulta cuando menos sospechosa esa insistencia en creer, y
decir, que la civilización occidental es superior y es la única. Eso solamente
llena de votos ultraderechistas las urnas de la vieja Europa. Creo que es la
hora de abrazarse todos, cristianos, judíos y musulmanes, como se hizo en la
época más floreciente de las culturas, para detener a los heraldos de la
guerra, a los jinetes del Apocalipsis. Ellos son cuatro y nosotros, cientos de
millones. A por ellos, pero no a por quienes rezan en las mezquitas o emplean
vestimentas específicas, siempre que no sean denigratorias, claro está, para la
mujer ni para nadie.
Puede que el ministro español de
Defensa tenga razón cuando habla de que el yihadismo es cobarde y se dirige solamente
contra los débiles. Sin embargo, yo no lo creo. Pienso, más bien, que el
atentado de París ha sido contra unos valientes que, en aras de defender su
libertad de expresión, que es la nuestra, siguieron desafiando a una muerte que
les llegó de manos fanáticas. Lo malo es que débiles somos todos cuando no
podemos, ni queremos, ni debemos dar una respuesta alejada del estado de
derecho a quienes se comportan tan brutalmente. Nosotros, claro está, no
podemos callar ante el atentado terrorista que ha sufrido el semanario satírico
francés 'Charlie Hebdo' y que ya fue conocido hace unos años por sus famosas y
polémicas caricaturas del profeta del Islam, Mahoma.
En su momento ya nos posicionamos hablando de este tipo de publicaciones: ser
satíricos no supone necesariamente ofender a nadie, y siempre hay límites.
Es cierto que en el caso de Mahoma, como ya ocurrió en la prensa sueca años
antes, los islámicos se sienten ofendidos al ver retratado a su santo profeta,
algo considerado como una gravísima falta para su religión. En ningún caso
puede servir para justificar a los salvajes que hacen todo esto. En ningún caso
esas limitaciones se pueden imponer a quienes no se sienten obligados a
cumplirlas, de la misma manera que un país islámico no puede impedir que se
levanten iglesias católicas, ni debería impedir que las mujeres, si así lo
desean porque practican otra religión o tienen otras creencias, vayan sin velo.
La tolerancia tiene que caminar en ambas direcciones.
Los periodistas necesitamos de la libertad, incluso a libertad implique caer en
el mal gusto o ir más allá de lo políticamente correcto. Sobre todo, cuando se
trata de humor. "Humor o muerte", nos dejó dicho ese héroe que, en adelante,
será siempre el asesinado director de Charlie Hebdo. Todo una llamada a la
libertad de expresión, todo un compendio de lo que, en mi opinión, debe ser la
tolerancia y de dónde están los límites: la libertad no tiene restricciones ni
cortapisas más allá de los límites que imponen los códigos civil y penal. Nos
horrorizan la censura y las presiones de los poderes políticos y económicos.
¿Qué decir, entonces, cuando se llega a los extremos intolerables de lo
ocurrido en las últimas horas en París? No lo soportemos: todos somos hoy
Charlie. Ni un periodista debería hoy permanecer callado ante la sangre
inocente, heroicamente derramada.
Somos periodistas críticos, y por
tanto nos solidarizamos con el 'Charlie Hebdo', sobre todo porque este
atentado trasciende al mundo de la prensa: cada vez son más y más graves los
atentados islamistas, de radicales y terroristas que quieren controlar y callar
a los que consideran 'infieles'. E 'infieles', para ellos, somos todos los que
conservamos un mínimo de honradez intelectual, de compasión en nuestras almas y
de solidaridad con la humanidad. Desde al ahora en boga 'Estado Islámico', a
cualquier otra célula que opera en Europa, el plan está siendo cada vez más
peligroso para nuestra cultura occidental. Casi hasta el punto de pensar que,
para estos asesinos profesionalizados, todo occidental será objetivo
islamista sólo por el hecho de no practicar la religión islámica ni
considerarla oficial en los respectivos Estados.
El ataque al 'Charlie Hebdo' es sólo un aviso. Y lo más peligroso es pensar que
incluso con medios policiales no se pudo evitar este terrible suceso. Nos queda
mucho por sufrir, pero sobre todo, mucho por luchar: por nuestras libertades y
por nuestros derechos. Al igual que defendimos en el pasado estos derechos y
libertades, toca volver a la faena. Ni un paso atrás. Ojalá no haga falta ni
una gota de sangre para cumplir estos buenos propósitos. No; esto hay que
hacerlo desde el triunfo de la ley y también desde la tolerancia con quienes no
piensan como nosotros, pero respetan las reglas del juego.