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Ojalá nieve

Ojalá nieve

domingo 18 de enero de 2015, 09:51h
Miro ese móvil o artilugio en el que cada vez tenemos más cosas de nuestra vida, y veo que me dice que quizá mañana nieve en esta tierra de cielo limpio y luz hermosa de atardecer. Ojalá mañana nieve, me digo mientras el icono del WhatsApp, un telefonito en un círculo verde, parpadea, y un leve sonido de ring me dice que alguien me ha enviado un mensaje. No hago caso. Después lo miraré. Observo la ventana y el cielo blanco. Leves nubes se pasean extáticas por el azul perdido. Hace un rato que se fue el atardecer, ese tan hermoso de La Mancha en el que el horizonte se llena de destellantes tonos rojizos que parecen ríos de lava, de brumas brillantes lejanas que tienen casi una luz metálica en el viento. Los dos Antonio López, y Andrade, han reflejado ese rojo fugaz en sus cuadros, y pienso que tengo la suerte de ver cada mañana los cuadros del último cuando llego al trabajo. Entre dos luces, que está al lado de mi despacho, es uno de mis preferidos. Cada vez que lo veo me pregunto cómo pudo el pintor reflejar la luz de una bombilla pedestre en el atardecer, cómo pudo expresar esa penumbra luminosa dando la sensación de que hay un interruptor en el cuadro que enciende dos puntos en una oscuridad.


Afuera el frío es el rey del aire. Y recién llegado a casa tengo que acercar las manos al brasero, pues soy de esos antiguos que necesita tener los pies calientes para que el cuerpo aguante el invierno. La verdad es que, en la penumbra del ambiente, se percibe la gélida mano del aire castigando las torturadas cortezas de los árboles. Observo la impasible valentía de las chimeneas, frente al viento, inmóviles, enfrentándose a los cristales del invierno cuando anochece, y cuando la madrugada levanta el primer calor del horizonte tan impasibles como siempre. Parecen centinelas de la ciudad. Mientras va anocheciendo, y los árboles se vuelven oscuros, y los tejados pierden el brillo y los pájaros se alejan o se esconden, la calle se va quedando solitaria. Unos pocos niños que reían y jugaban, daban balonazos, montaban en bicicleta, comienzan la retirada y en pocos minutos solo queda una enorme soledad y la guardia silente de las farolas.


Ojalá nieve mañana, me digo mientras la oscuridad va venciendo el cielo. Me encanta esta tierra seca llena de nieve, así, de repente, los rastrojos se esconden, los árboles se visten de luz, las calles son más anchas, los automóviles se disfrazan y las ventanas parecen del norte, llenas de vaho y nieve comprimida. Ojalá nieve y mi barrio se llene de niños jugando, haciendo muñecos de nieve, tirándose bolas, llenos de esa felicidad que lo excepcional crea en lo cotidiano. Ojalá nieve mañana me digo mirando un cielo con intención de vencer la oscuridad de la noche. 
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