Los derechos de las víctimas
domingo 18 de enero de 2015, 13:29h
Ha muerto
Bolinaga, el asesino de varios guardias civiles, el secuestrador de Ortega
Lara, el hombre que nunca se arrepintió de sus crímenes, del daño causado, del
daño inútil. José Antonio Ortega Lara, el hombre al que tuvo secuestrado 532
días en un zulo de dos metros de largo por uno de ancho, al que "castigaba"
apagándole la única bombilla que le daba luz, sólo ha dicho: "se acabó.
Descanse en paz. Punto y final". Podía haber dicho muchas más cosas del hombre
que destrozó su vida y la de su familia, pero no lo ha hecho. La grandeza de
Ortega Lara choca frontalmente con la miseria del hombre que quería que muriera
en el zulo aunque todos sabían que no era culpable de nada. La generosidad de
Ortega Lara, como la de todas las víctimas de ETA, incluso la del Estado,
liberando al asesino para que muriera en su casa, es lo que nos diferencia de
los terroristas y sus cómplices.
Decía el
profesor Antonio Beristain, el sabio que dio luz al derecho de las víctimas,
que estos grupos victimales son "protagonistas de una convivencia nueva, más
justa... y solidaria". Que hay "unos derechos desde los que los grupos
vulnerables merecen nuestro nuevo y mayor respeto y apoyo por su resistente
dinamismo, por su dignidad especial y por su protagonismo para el progreso,
para la evolución y para encontrar el sentido del amar, vivir y morir". "In
dubio, pro víctimas", decía Beristáin. Y siempre que se habla de ETA, yo sé de
qué lado tienen que estar las personas de buena voluntad, los demócratas, la
ley y la Justicia.
Las víctimas
de ETA todavía no han tenido el reconocimiento que merecen. Y no pueden caer en
el olvido nunca. Su generosidad al aceptar la liberación en 2012 de Bolinaga
por padecer un cáncer terminal, contrasta con el homenaje final de los
simpatizantes etarras al siniestro asesino y carcelero y a ETA. Pero engrandece
a las víctimas y descalifica a los proetarras. Lo que ETA ha hecho durante
cuarenta años es igual que lo que está haciendo ahora el fundamentalismo
islámico. Asesinatos desde el odio y desde la intolerancia. El perdón exige la satisfacción,
la reparación del daño causado, el reconocimiento del error. Y todavía hay
muchos presos etarras que no han reconocido sus delitos ni han perdido perdón a
las víctimas inocentes.
Me decía
Ortega Lara hace diez años, en la primera entrevista que concedió para un medio
de comunicación, que todavía le dolía físicamente ese secuestro inmoral y que,
pese a todo, "las víctimas han querido la paz... pero una paz construida sobre la
base de la Justicia y la Democracia". Ortega Lara no murió en el zulo siniestro
de ETA porque la Guardia Civil le encontró, no porque sus secuestradores le
devolvieran la libertad robada a punta de pistola. Bolinaga ha muerto en su casa
por la generosidad de ese Estado que sus defensores quieren destruir. No hay
que olvidarlo nunca. Lo dicho: in dubio,
pro víctimas. Siempre.