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Podemos, no puede

Podemos, no puede

martes 24 de febrero de 2015, 09:22h

Es un hecho constatable, que los españoles hemos alcanzado la mayoría de edad en los asuntos de la democracia. Está probado, que aunque nos enerven las situaciones críticas, comprometidas y exasperantes por las que nos hacen pasar nuestros gobernantes, tenemos la cabeza en su sitio y, la sangre caliente que nos ciega la visión, en determinados momentos, controlada en la medida que se puede.

La situación que hemos vivido los españoles en estos últimos años, y estamos viviendo, donde la corrupción campa a sus anchas, donde la banca engorda a medida que la economía del resto de los ciudadanos adelgaza, y donde parece no haber fin para tantos desmanes juntos, hace creer a muchos de que la única fórmula que hay para atajar tanto despropósito es la de echarse al monte, la de romper con todo, fracturar la democracia, a falta de medidas mas contundentes que nos situarían al borde de un enfrentamiento civil.

En estas estábamos cuando apareció Podemos, y esa mayoría de ciudadanos cabreados, esa masa incontrolada que había perdido el norte, y los afectados por las mil y una tropelías del sistema corrupto que nos sostiene, dentro y fuera de las estructuras del Estado, vieron o vimos, una solución drástica a la agonía en que nos tienen sumidos los que controlan la economía doméstica, los que nos exprimen y abusan amparados por la justicia y el gobierno. Al menos, la solución más pacífica a lo que muchos españoles tienen en mente. Luchar contra el sistema o sucumbir a él, esa es la cuestión.

Podemos se presentó ante la opinión pública española con la idea de dar una solución a las preguntas de los ciudadanos, con la firme intención de cambiar el sistema corrupto que nos gobierna, con el propósito de enmendar la plana a todos aquellos que abusan del poder, de los ciudadanos y de los recursos que son de todos; en una palabra, Podemos se presentó no para hacer política con su planteamiento ideológico, que es el que ahora estamos viendo, sino para ejercer de salvapatria o acabar con ella, tal y como está conceptuada en la actualidad. Los ciudadanos, en su mayoría, según rezan las encuestas, desean una revolución pacífica, si es que ese concepto puede existir, quiero decir, que no se trata de guillotinar la democracia, sino de cercenar las cabezas, políticamente hablando, aunque muchos desearían que fuera de otra manera, de todos aquellos que han provocado que en España estemos padeciendo una crisis galopante desde hace ya demasiado tiempo.

La corrupción en España es tan grave como la pasividad con la que se la combate. La sensación de impunidad con que se manejan los corruptos, es una de las cosas que más calienta la calle, y la falta de determinación política, tanto del PP como del PSOE, para combatirla, es lo que hace que los ciudadanos vean en Podemos a aquellos justicieros que ponen en fuga a los malos, tras un severo castigo e implantan normas de buena conducta entre todos, para el fin de los tiempos.

Pero la realidad es otra, y los españoles hace ya mucho tiempo que dejamos de creer en utopías, probablemente porque somos maduros, o porque hemos recibido demasiados palos desde que llevamos con esta democracia. Podemos ha dejado a un lado sus proclamas iniciales de pan y trabajo para todos, para desplegar su ideario marxista que tanto nos aleja de la Europa a la que pertenecemos. Podemos en realidad no lucha por el bienestar de los ciudadanos, eso lo vamos viendo poco a poco, si no que tiene en mente otro concepto diferente para gobernarnos, un concepto político sacado de los sistemas caducos y retrógrados de Cuba y Venezuela, entre otras cosas, porque los dirigentes de Podemos han asesorado a esos gobiernos para que sostengan esa forma de gobierno tan deprimente.

En España y en Europa, Podemos no puede. Este continente no está para utopías, aunque nos vaya rematadamente mal. Lo acabamos de ver en Grecia, donde hacen malabares para tratar de sostener una situación económica que se les desborda por días, y que acabará, si un milagro no lo remedia, como el rosario de la aurora. Cómo dirían los catalanes, la pela es la pela, y aquí el fiar se va acabar. No se puede pretender una revolución sin asumir los costes y Podemos pretende un Estado, donde como el maná, ese pan bíblico que calmaba la hambruna, nos llueva del cielo.

Podemos, no puede. A falta de unos meses para las elecciones, Podemos, con sus líderes a la cabeza, hace agua por todas partes, y los españoles queremos que nos saquen de la crisis económica y de valores que estamos viviendo, pero no a cualquier precio. No a costa de comprender a los asesinos de ETA, no a costa de ceder ante el chantaje independentista, no a costa de todo aquello que nos ha provocado tanto sufrimiento, porque entonces estaríamos cambiando el collar al perro, pero nada más. Podemos es un experimento peligroso, y los experimentos hay que hacerlos con gaseosa, y veremos, en este tiempo que aún falta para los comicios, que Podemos, de verdad, no puede.

Ismael Álvarez de Toledo

periodista y escritor

http://www.ismaelalvarezdetoledo.com

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