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Un duro día

Un duro día

sábado 07 de marzo de 2015, 21:28h
Uf, ha sido un día duro y tengo el cerebro embotado. Está lleno de cifras, malas sensaciones, angustias de esas sudorosas de días de trabajo que se atascan desde el principio. Y luego ya vas arrastrado por las situaciones. Son días que yo llamo contrarios. Casi todo sale mal. Te acuerdas de esa ley de Murphi que dice que todo es susceptible de empeorar. 

Pero al menos llega la noche y la vida casi se para me digo. Y también que como el destino es impredecible mañana puede que sea mejor. Y con esa esperanza me siento en el sofá. Abro una botella de Vichy Catalán y me la bebo casi de un trago. La sed del día se me amansa y siento como el gas baja haciéndome cosquillas hasta el estómago, en donde la incipiente hernia de hiato está haciendo de las suyas. El sabor del Vichí es casi igual que el agua ferruginosa de mi pueblo. Recuerdo esos tragos sedientos que daba a botellas amarillas cuando subía sudando de la calle, casi harto de jugar, buscando la merienda.

La noche se calma en el cristal de la ventana. Allí está preso el frío. Allí mueren las oscuras penumbras de las farolas. En mi casa la lámpara es tenue y por eso la tele atrae todo el poder de mi retina. Hay una tertulia en la que tipos diversos no paran de zaherirse. Lo hacen pocas veces con argumentos ingeniosos, y muchas cortando la palabra al otro cuando va hilando su argumento. El presentador parece que se enfada por ese galimatías. Pero no es así. En el fondo no le gusta, pues cuando el parloteo se pone lánguido azuza a los tertulianos para que salten.

 La tertulia es nutrida pero no está Pablo Iglesias, me digo tirado como una estera en el sofá de cuero. Hay otros Podemos frente a los parlanchines habituales, y la escena me recuerda a la universidad, cuando los mayores nos tiraban la palabra utopía a la cabeza para escalabrarnos. Pienso en la tertulia y veo tres grupos: los políticos clásicos, los periodistas clásicos y los de Podemos clásicos. Y por supuesto Tania Sánchez, igual a la  delegada de curso de la facultad, chica aburrida que tenía respuestas para todo.

Entre ella y Eduardo Inda se forma una trifulca casi barriobajera. No importan los argumentos, sino los  lanzamientos de dardos. Inda la araña. Ella se defiende. Inda la llama corrupta. Ella mentiroso. Inda hace virtuosismo demagógico. Ella le clava el colmillo. Los demás quieren meter bulla pero el presentador ve chicha y no los deja. Quiere que Inda y Tania se machaquen en el ring. Señorita Tania, dice él, es usted... Señorito Inda, dice ella, es usted... Luego todos intervienen creando un barullo folletinesco. Y con él me duermo en el sofá mientras oigo cacarear a Marhuenda, y percibo como el duro día se va yendo por las alcantarillas de la sombra.   
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