El mítico Esplá vuelve a triunfar en Barcelona... con un interesante documental sobre su vida torera

El documental bucea en la filosofía y concepto del toreo de Esplá, y también aparece su hijo Alejandro, y el padre de la saga alicantina. Aparece la placita donde inició sus primeros pasos en los toros, donde se combinaba un espectáculo cinematográfico con proyecciones al aire libre y suelta de becerros, lugar en el que aprendieron el arte de Cúchares. Luis Francisco y Juan Antonio Esplá, con el apoyo inestimable de su padre Paco. Las imágenes trasladan la emoción del diestro, la importancia del toro y el rito inigualable de la Fiesta.

Hay imágenes de la alternativa de Esplá, así como su etapa de novillero. Y otras impecables sobre sus mejores tarde en las Ventas, con especial hincapié en la última donde probablemente hizo la faena de su vida. Y como no, imágenes de su plaza de Alicante con el broche final donde le dio la alternativa a su hijo Alejandro, en una tarde emocionante. En este aspecto, llama la atención la severidad con que juzga el padre al hijo mientras este torea.

 Ritos.

 En el documental aparece su la finca de Esplá "El Realet", a la que llama "su República independiente". Vive aislado del mundanal ruido, salvo para actos importantes como el de ayer. También imágenes del rito litúrgico y sagrado del toreo: el momento en que se viste de luces, la convivencia con su cuadrilla, el viaje hacia la plaza...
 En la charla informal que desarrolló el maestro alicantino tras el documental, que vio de forma anónima desde el piso de arriba- "me gusta verlas desde el gallinero"- señala con sorna, tuvo frases antológicas y desgranó pensamientos didácticos. Se declaró fan del cine de los años setenta e incluso de "las españoladas", que veía desde la placita que fundó su padre. Y un ferviente seguidor de Berlanga. Ve una estrecha relación entre ambas artes, por eso se prestó a ser protagonista del documental.

Una obsesión de Esplá siempre ha sido el descubrir que toda la tauromaquia en el ruedo se desarrolla alrededor de un círculo, que marca el toro desde que sale, y hasta que muere. Sobre el aspecto sangriento, considera que "deja de ser tan visible, con un espectáculo adornado del rito mágico que envuelve la corrida, y la variopinta gama de los trajes de los toreros". Desmiente el tópico del traje de luces como símbolo femenino: "al contrario- sostiene- el traje hace al torero un "superhéroe del cómic", consiguiendo un exceso de masculinidad, porque resalta y exagera todo el cuerpo. Representa un canon atlético". 


Luis Francisco Esplá ha destacado por su espontaneidad y variedad en el ruedo, pero confiesa que "solo hay dos cosas que he entrenado y automatizado: la suerte de banderillas y a la hora de matar, donde te olvidas del cuerpo, y miras el lugar donde entierras la espada". El ciclo vital del artista, que él ha demostrado en el toreo o en la pintura, se desarrolla "de la melancolía a la euforia, sin caer en la depresión". 

Intelectuales.

Esplá, desde el corazón del Paralelo, que supone un lugar histórico de sensualidad y espectáculo como El Molino, rememora con nostalgia la Barcelona de los años setenta y ochenta "como epicentro cultural. Conocí a gente de muchísima categoría, intelectuales, personajes como el fotógrafo Catalá Roca, y era una delicia. Luego todo aquello se esfumó. Y entre unos y los políticos, ya no hay toros en la Monumental". 

Recordemos que el maestro alicantino puso su granito de arena cuando defendió la Fiesta en el Parlament con gran brillantez. Los pasajes en que el padre Esplá observa en tentaderos a su hijo Alejandro son reveladores por la actitud severa con que lo juzga, y la seriedad que se advierte en el rostro. Siempre ha detestado el 'stablihsment' taurino y el sistema, y ahora advierte:"la globalización ha llegado a la Fiesta, se han perdido la mayoría de encastes y se repiten los mismos carteles".

En su particular "irreverencia", sería partidario de que en las plazas se escuchara jazz en lugar de pasodobles "es una música que se adapta mucho más a la labor del torero"- indica- hasta el punto de que "en mi finca he probado ese estilo, asesorando a los músicos sobre cómo tenían que acompañar las faenas: percusión, cuerda...según el caso". 
 
Cuando se echa a matar al carretón para aleccionar a su hijo, confiesa que mira más que al carretón, a la sierra de Aitana que se divisa desde el 
centro de la placita situada en la "República Independiente del Realet"...