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Albert Rivera y Mickey Mouse

Albert Rivera y Mickey Mouse

martes 05 de mayo de 2015, 08:22h

En la entrada a la pequeña localidad toledana de Cedillo del Condado, donde quien escribe estas líneas residió hasta hace unos meses, hay puesto un cartel que afirma que nos hallamos ante un "Pueblo Sostenible". A escasos metros del cartel, la realidad desmiente al anuncio, salvo que un pueblo sostenible pueda albergar, nada más entrar en su término municipal, un enorme edificio de viviendas a medio construir. Se trata de uno de esos edificios fantasma al que la llegada de la crisis y el consiguiente cierre del grifo de la pasta le sorprendieron demasiado pronto. ¿O demasiado tarde? Y por esta razón se quedó así, en ruinas antes de nacer; sin puertas ni ventanas porque nadie iba a vivir dentro para necesitarlas. Excepto los niños y adolescentes que de cuando en vez aprovechan para colarse y celebrar allí sus juegos y reuniones.

Y es que siempre hay alguien que saca partido a las ruinas. ¿Quién no ha jugado durante su infancia en alguno de estos atractivos a la par que peligrosos lugares? Con la esperanza de que no nos pillaran nuestros padres, que tienen la extraña manía de querernos lejos de un edificio que puede derrumbarse en cualquier momento. Curioso que esto que pasa con los padres no suceda siempre con nuestros gobernantes, que siguieron insistiendo en que el ladrillo iba fetén incluso cuando ya era claro que teníamos el país en ruinas. Ruinas a las que tanto provecho sacaron en los años previos los presuntos habituales -ya quisieran ser sospechosos - de los partidos hegemónicos, la banca y las constructoras.

Ruinas a las que les quieren seguir sacando partido en el futuro. Este pasado fin de semana, un amigo nos comentaba que según sus familiares empleados de banca, el grifo del crédito se está comenzando a abrir....para las constructoras e inmobiliarias, que no para los particulares y las pymes. Lamentablemente, no me sorprendió tanto el anuncio. Pese a lo cual quise buscar datos para contrastar. Por eso de que soy periodista y tal.

Y buscando y rebuscando, he encontrado noticias tan interesantes como la publicada el pasado día 2 de mayo en El País, cuyo titular es El inmobiliario pide prudencia para evitar otra burbuja. El subtítulo añade que "el sector está inmerso en el regreso de la financiación para nuevos proyectos residenciales y la recuperación de la demanda y los precios".

Hay quien pensará que es una buena noticia porque significa la reactivación de un sector económico fundamental. Eso si no tenemos en cuenta que el crédito sigue sin fluir para particulares y pymes. Por lo visto no hay dinero para la economía real, pero sí para financiar una posible y nueva burbuja, término que vuelve a aparecer en una información no para referirnos al pasado, sino al futuro. Futuro más que probable, salvo que creamos, como señala el primer párrafo de esta información, que los irresponsables de antes van a portarse bien esta vez "para evitar una nueva burbuja y andar por una senda de crecimiento sostenible".

Un análisis meramente racional de la coyuntura nos debería poner en alerta para evitar cualquier riesgo cierto de vuelta al tocho. El problema radica precisamente en que mucha gente quiere este regreso al ladrillo. Quiere que vuelva la España que había antes de la crisis, pero sin que luego venga la crisis. Un deseo bastante irracional, pero sin duda tremendamente poderoso. Que se lo digan si no a los dirigentes del PP, que constantemente alimentan dicho deseo entre la gente.

Sin duda que esta imagen de vuelta a un pasado idealizado y mágico, cual Disney World, siempre va a ser mucho más eficaz que las poderosas razones de los aguafiestas. Claro que es divertido jugar entre las ruinas. Pero no es nada comparable con el mejor parque de atracciones del mundo. Mickey Mouse siempre será más divertido que Naomi Klein, la investigadora y periodista que en su libro No Logo comparó al capitalismo con Disney World. Nuestro capitalismo popular del ladrillo también era como Disney World, solo que dentro de una urbanización cerrada con seguridad privada, pista de pádel y piscina. Todo a golpe de crédito bancario y de varita mágica.

Varita mágica que para ser efectiva necesita ser acompañada de un hechizo, de unas palabras igualmente mágicas. Para eso está el discurso gatopardista cañí de Ciudadanos. Cuando oyes a Albert Rivera, te da la sensación de que todo puede volver a ser como antes. De que el problema no es el sistema, no es la Constitución que nos hemos dado entre todos hace casi cuarenta años, sino ciertas malas prácticas. Verdad que hay que realizar ajustes, renovar y modernizar el Estado y echar a los corruptos. Pero sin aspavientos ni aventuras populistas como prestar atención sanitaria a los inmigrantes sin papeles. Si obramos de esta manera y realizamos estos cambios sensatos, las cosas volverán a ser como antes. De nuevo tendremos dinero para ir a Disney World, aunque nos suban el pan.

El problema es que siempre hay una realidad oculta bajo el disfraz del ratón. Una realidad que no vemos. Que no queremos ver porque no nos gusta que nos agüen la fiesta. Mejor no saber que quien se disfraza de Mickey Mouse es un ilegal mexicano o un negro analfabeto de Baltimore. O un español expatriado por la crisis que se muere de calor bajo el enorme traje de peluche.

Igualmente es mejor no saber que bajo el disfraz de Albert Rivera están esos mismos poderes económicos que no hace mucho tiempo pedían un "Podemos de derechas", en palabras del presidente del Banco Sabadell. Uno de los bancos que están volviendo a cebar la bomba del ladrillo. Pero no nos preocupemos, que esta vez seguro que transitan por la senda sostenible. Tan sostenible como ese edificio fantasma que nos saluda a la entrada del pueblo sostenible.

Daniel Jiménez

Responsable de redes y del área de comunicación de círculo de Podemos en Palomeque.

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