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Entrevista a Alberto Corazón: 'Estamos inmersos en una celebración apoteósica de la mediocridad'

Entrevista a Alberto Corazón: "Estamos inmersos en una celebración apoteósica de la mediocridad"

martes 12 de mayo de 2015, 15:53h
El de Alberto Corazón (Madrid, 1942) es uno de los nombres más  importantes del diseño gráfico español de los últimos lustros. Su mano está detrás de marcas como ONCE, Mapfre, Anaya, Biblioteca Nacional, Junta de Andalucía, Renfe-Cercanías, Casa América, UNED, SGAE o Paradores... Pero, además, Corazón es un singular y apreciado -dentro y fuera de España- pintor, grabador y escultor que ahora está mucho más volcado en completar su obra artística.
Premio Nacional de Diseño en 1989, es también el primer diseñador  que ha ingresado en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Su formación, sin embargo, es muy distinta. Licenciado en Ciencias Políticas y Económicas por la Universidad Complutense de Madrid -en aquellos tiempos en que la  facultad estaba en el caserón  de la calle San Bernardo, y no en Somosaguas-, Alberto Corazón es, sin embargo, y a sus 73 años, uno de los referentes del diseño español.  

En realidad el joven Alberto Corazón buscaba una carrera que reuniera en su programa de estudios disciplinas tan variadas como la Antropología, la Sociología o la Psicología social, y eso fue lo que lo determinó a elegir una carrera como esa, que para el artista  constituía un "proyecto de transversalidad frente al elemento piramidal que podían tener otras disciplinas  más clásicas como  el Derecho o  la Filosofía".

Sentados en una de las múltiples terrazas de la Plaza Mayor de Madrid, "Casa  María" -por cierto, propiedad del que fuera dueño de  la librería "Fuentetaja", una de las más y mejor surtidas en los años del franquismo, que estaba situada en la misma calle de la facultad del artista, Alberto Corazón tiene la cada vez más rara virtud de escuchar. Posiblemente sea cuestión profesional, pero ni una sola vez  ha permanecido ajeno a nuestras apostillas o desvíos de su discurso. Esa y su natural tendencia a la locuacidad inteligente y precisa, hace de Alberto Corazón, no ya uno de los mayores diseñadores y artistas vivos de nuestro tiempo, sino un tertuliano excepcional, de los que  ya van quedando muy pocos.       

J.M.V.- ¿Se siente más diseñador que pintor, grabador, etc., o viceversa?

A.C.-Para mí la actividad como diseñador y la creación plástica son dos caras de una misma moneda. Tengo clarísimamente diferenciadas  un área de otra aunque, al mismo tiempo, una y otra se nutren mutuamente. Una es la racionalidad, otra es la irracionalidad; una  es la certeza y la lucidez, la otra es el lado oscuro... Y, sobre todo, hay un asunto que es determinante: el diseño es una actividad funcional que parte siempre de un encargo. Hay un cliente que tiene un problema y que espera que tú se lo resuelvas. Sin el cliente y el encargo, no habría diseño, no tendría ningún sentido. La creación plástica, por el contrario, es un autoencargo sin ningún tipo de limitaciones... Una vez que has aceptado un encargo, tu trabajo consiste en resolverlo con el mayor compromiso y ahí no entran  elementos estéticos. Estamos viviendo todavía unos momentos en los cuales la confusión entre la actividad plástica y el diseño, en muchas áreas sigue estando muy contaminada. A lo largo del tiempo, me he ido dando cuenta de que gran parte de mis colegas lo que quisieran es ser artistas y eso me parece un error tremendo y hasta una irresponsabilidad. 

Pero, ¿qué sintió Alberto Corazón al conocer que el diseño entraba de su mano, ni más ni menos que en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando?

En la Academia, el proceso se inició precisamente por mi doble  faceta de diseñador y artista plástico Yo, sin embargo, insistí  en  que me gustaría que la inclusión fuera exclusivamente por mi faceta de diseño. Con ello quería significar, por un lado, una afirmación del territorio del diseño, que tiene sus propias reglas y, por otro, para abrir claramente el abanico de la Academia, de ese sintagma que llamamos ahora Bellas Artes. Desde luego, a mí me produjo una gran satisfacción profesional y ya en el discurso de ingreso me preocupé  mucho de fijar lo que el diseño significa en nuestra cultura.Imagino la controversia previa que tuvo que haber en las deliberaciones de los académicos para consensuar la entrada en ella de un diseñador gráfico, aunque fuera un maestro...
 Creemos que cada vez son necesarias más certezas cuando yo creo, por el contrario, que cada día es más necesario saber afrontar la complejidad. ¡Un diseñador académico! Eso no quiere decir  ni más  ni menos  que el territorio de las Bellas Artes se abre a unas nuevas disciplinas de creación como el diseño o la fotografía o, en su día, fuera la cinematografía...  

¿Y qué quiso Vd. apuntar exactamente al afirmar en su discurso de ingreso que sin el diseño "no se puede comprender la cultura del proyecto"? 

Es una denominación que parte de la arquitectura del movimiento moderno y, aunque se trata de una larga reflexión, a nuestros efectos, viene a decir que el objetivo central desde la perspectiva del conocimiento, es el proyecto y no el resultado. En arquitectura, eso quiere decir que es más importante el proceso de creación del edificio que el propio edificio. En diseño, pasa lo mismo, el resultado final  será más o menos brillante, pero está condicionado por el proceso  de creación, que es el elemento clave.

¿No cree que el diseño no es un arte eterno, que está circunscrito a lo inmediato, al aquí y ahora, que tiene siempre su fecha de caducidad...? Las artes plásticas son, sin embargo,  más intemporales...

Es así. El diseño tiene siempre fecha de caducidad y, además, está muy bien que la tenga. Una vez que sale del diseñador, queda en manos del cliente y, en realidad, el éxito o fracaso mayor o menor de un diseño le corresponde más al cliente que al diseñador. Este crea el modelo y el cliente lo desarrolla.

Supongo que más aún si ese cliente es un partido político. Lo digo porque yo a Vd. lo asocio a aquel famoso cartel de propaganda política que ayudó a Felipe González a llegar a La Moncloa en 1982... 

La mía es una trayectoria bastante singular. Hubo un momento en mi  vida de artista en que las áreas de creación plástica en las que estaba   metido de lleno aquí, en España, no tenían el menor sentido. Corresponde, para entendernos,  a lo que dentro de las vanguardias se denominó el  'movimiento conceptual', que tuvo su mayor desarrollo en Italia y en Alemania, primero, y luego en Estados Unidos. Precisamente ahora  que, desde hace unos años, se empiezan a hacer exposiciones retrospectivas de mi obra de pintura y escultura, a los sitios donde tienen que recurrir los comisarios de las exposiciones es a museos y a fondos de fuera de nuestro país... Tenga en cuenta también que a lo que estamos llamando ahora diseño es algo que se formaliza en los años 70 del siglo pasado, momento en el que ni siquiera existía el término 'diseñador', (se les llamaba grafistas); en el único campo donde era posible hacer algún tipo de exploración era en el mundo editorial y eso explica el por qué algunos de nosotros, de repente, tomamos un protagonismo como diseñadores de portadas de libros, porque esta era la única llamarada que existía dentro de una sociedad miserable como la franquista, incluso estéticamente... Quizás por eso un cartel colorista como el que usted me cita, en la campaña  socialista del 82, contribuyó muy eficazmente a la formalización de una identidad, a través de la comunicación gráfica... El hombre es un animal simbólico y todo contenido simbólico que contribuya a generar identidad es algo que necesitamos. En estos momentos de desmoronamiento de todo, el hombre se refugia en las religiones o en algo que parece tan banal como es el fútbol que es donde se producen las identidades más sólidas en nuestro país... Si los dos somos del Atleti, por ejemplo, ya no importa nada nuestra condición  económica, ideológica, religiosa o sexual; ser del Atleti nos une por encima de todo eso. Ese aspecto de formar parte del grupo es algo que está presente en el hombre desde los mismos comienzos de la humanidad hasta el punto que, según explican los paleontólogos, es el punto de la evolución del hombre del Neandertal al homo sapiens. 

50 años después del surgimiento del diseño, ¿estamos atravesando una época dominada por la dictadura del diseño? 

El diseño, como tal, está comenzando la época en que, de verdad, puede llegar a ser una disciplina de conocimiento. Lo que estamos es desbordados por unas tendencias estéticas que llaman diseño pero que no tienen nada que ver con el diseño, el que antes  llamaba 'cultura del proyecto'. Un proyecto con unos objetivos claros y con un proceso de elaboración que sería propio de una disciplina de conocimiento. Hace unos años comisarié en el Museo Reina Sofía una exposición que se llamó 'Cien años de diseño en España'. Mi artículo de presentación de la exposición se titulaba "¿Hay en el diseño vida inteligente? La respuesta era  claro que hay vida inteligente, lo que pasa es que está penalizada por el séptimo arte". Estamos llamando  diseño a cosas que no lo son, pero ese no es un problema de los diseñadores.      

La creación plástica, ¿es un proceso de frustración continua, una constatación de que nunca el artista logra plasmar  definitivamente lo que busca, como sucedía en 'El sol del membrillo', de Víctor Erice, analizando el proceso de creación de Antonio López?

'El sol del membrillo', como todo lo que hace Víctor Erice, es un  ejercicio cinematográfico interesantísimo... Lo propio de la obra de creación es ahondar en el misterio y ahí sabes que nunca vas a llegar... Finalizar una  obra no significa que hayas llegado al final del misterio; en todo caso, que te has aproximado un poco más. Pero la creación artística no es un ámbito de frustración sino de estímulo.   

¿Qué identifica al genio en la creación artística?, ¿qué lo diferencia del artesano excepcional?

Lo propio del  artista no son las destrezas, como en el caso del artesano. La creación artística no tiene nada que ver con las destrezas. No hay ninguna  posibilidad de confusión, como no hay tampoco posibilidad de confundir a un buen ilustrador con un artista... El artista tiene siempre que ver con la creación, con tocar las zonas más profundas de nuestro psiquismo. 
Ustedes, los artistas, ¿son casi dioses?
 Bueno, es un modo de decirlo.  De todas formas, a mí el asunto de dios me parece una cosa casi irrelevante y, en estos momentos concretos, una cuestión extraordinariamente dramática, en la que la barbarie de la especie se desliza a través de las creencias religiosas. El hombre se está convirtiendo en una bestia salvaje por razones religiosas. Este es un asunto que no me hace ninguna gracia, de verdad...

Cambiemos de tema, entonces. ¿Se crea para satisfacer una necesidad interior o para proporcionar un espectáculo al público?

El verdadero arte nace de una necesidad interior, única y exclusivamente, y se nutre de las zonas profundas de nuestro psiquismo... En estos momentos hay una gran cantidad de  artistas (entre comillas) que  yo creo que no son creadores para nada. Pero bueno, esa es otra historia...

¿Se atreve a darme algunos nombres?

La lista  de estos últimos  sería interminable. Sin embargo, la de verdaderos creadores es muy cortita. Entre ellos, y sin ningún género de dudas, están Saura, Tapies y Chillida.

¿Incluiría  algún tipo de grafiti dentro de la categoría de arte?

El grafiti, en su conjunto, es una salvajada. No tiene ningún sentido, ni estético, ni sociológico... ¡Póngame un solo ejemplo de que un grafiti, estéticamente, tenga interés! Y, por otra parte, ¿qué expresión de rebeldía contra la sociedad hay en firmar, o en ensuciar las paredes o las estatuas?  Podría admitirse como gesto dadá pero nada más.

¿Cuántas veces, en las últimas 24 horas, ha estado tentado de "tirarse por la ventana" después de ver un cartel, un logo, un diseño en algún punto de la ciudad?

Sí, alguna. Pero esta estupefacción alcanza a todas las áreas sociales, no solo al diseño... Estoy en un momento de mi vida en que he adquirido  conciencia de tener mi fecha de caducidad marcada y solo  me interesan las cosas que -como decía mi abuelo, que es una figura central en mi vida- tienen algún  fundamento. En la pelea del día a día, cada vez estoy más desinteresado. Y de las cosas que me interesan puedo explicar el por qué de cada una de ellas... Tengo 73 años; me he marcado llegar a los 80 con lucidez y, al menos hasta esa fecha, no voy a pasar ni una sola tontería. Quiero sacar lo mejor de mí.

Si tuviera que dirigirnos el foco a una sola  de sus  obras de pintura, escultura, grabado y diseño, ¿a cuales apuntaría?

Es imposible, porque  cada vez lo que me parece más relevante es el repertorio. La búsqueda de certezas es inevitable -y eso explica las religiones-, pero en la certeza no sucede nada, no crecemos...  

¿Y qué siente cuando un cliente se empecina en seguir la senda menos acertada de sus propuestas?

En mi caso eso no se da nunca, precisamente por el desarrollo del proyecto. En un diseño, la relación con el cliente es muy estimulante para mí. En una conversación inicial fijamos ya algunos objetivos y un plan de trabajo. Esos objetivos parten de considerar con el cliente  oportunidades y limitaciones. A partir de ahí el cliente suele ver un problema que, en la mayor parte de las ocasiones no lo es... Se trata  de un proceso dialéctico que va a avanzando, tanto desde el punto de vista conceptual, como desde el punto de vista gráfico, siempre en consenso con el cliente... Una de las pocas certezas que tengo como diseñador es que siempre hay que escuchar con limpieza al cliente porque en esa escucha suelen detectarse muy bien sus contradicciones. Pero el diseñador nunca es alguien que impone.         

En los últimos  50 años, ¿cuál ha sido el momento de oro del diseño?, ¿y cuál el más funesto? 

El diseño, como depende del encargo, es un reflejo exacto de la sociedad en la que se produce porque nadie demanda algo que no tiene sentido. A lo largo de estos cincuenta años, el diseño ha cambiado tanto como el cliente que lo demanda ... Eso se veía muy bien en la exposición retrospectiva sobre  'Cien años de diseño' que le cité antes,  porque  yo he pasado de hacer diseño editorial, a comunicación gráfica, a diseño industrial, otra vez a comunicación gráfica. De hecho, una primera intención era explicar   la evolución española en estos años en función del diseño, pero  en estos momentos tan inmediatos, una reflexión  profunda  sobre un pasado tan reciente es casi imposible.

Una última pregunta: ¿cómo contempla  el estado actual de la cultura española y cuál cree que puede ser su deriva en los próximos años?

El  de nuestros días, con estupefacción. Estamos inmersos en una celebración apoteósica de la mediocridad. El futuro lo contemplo con verdadera ilusión. Mis expectativas hoy  son altas porque, con todos estos movimientos sociales y políticos   nuevos, se ha abierto un espacio de ilusión colectiva. Al menos hemos visto que hay un futuro abierto... Somos animales simbólicos  y uno de los elementos esenciales es que también somos animales políticos. Vivimos en comunidad y ahí está todo...
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