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El burro y la zanahoria, o el discurso del miedo

El burro y la zanahoria, o el discurso del miedo

lunes 18 de mayo de 2015, 09:56h

Probablemente nos enfrentemos el próximo domingo a la cita electoral más importante de los últimos tiempos. Si no la más importante, puede que la más crucial, pues a buen seguro que en estos comicios vamos a experimentar una serie de cambios políticos y sociales sin precedentes en nuestra joven historia democrática.

Es cierto que hace cuatro años la situación económica era insostenible, como es cierto, que por dos veces, el Partido Popular ha echado el resto para sacarnos del atolladero en que nos habían metido los anteriores gobernantes del Partido Socialista. Dos partidos que lideran unas políticas de centro, con ligeros matices a derechas e izquierdas, pero iguales en lo sustancial, para lo bueno y para lo malo. Por eso no es entendible tanta diferencia en política económica, en materia social o en el despilfarro de los recursos de todos, para atajar problemas coyunturales de algunas Comunidades Autónomas, aunque todo tenga su explicación.

Lo cierto y verdad, es que el Partido Popular ejerce de apagafuegos cuando no queda más remedio, que los españoles, como hace cuatro años, nos encomendamos a las políticas serias de quienes pensamos que son serios, para que nos resuelvan cuestiones de vital importancia. Eso fue así en la época de Aznar, y ha vuelto a ser así con Mariano Rajoy, sin embargo, lo que para uno era válido y con excelentes resultados, para otro ha supuesto el mayor desastre social de la reciente historia de España.

Mariano Rajoy afronta este domingo las horas más bajas del Partido Popular en intención de voto. Desde que impuso unas medidas de recortes sociales que han llevado a muchos españoles a la ruina, empresas a la quiebra, y a muchos pobres infelices al suicidio, el abandono de militantes e intención de voto al PP ha sido constante, dando pie con ello a la aparición de partidos llamados populistas, que recogen las distintas sensibilidades que se dan en la ciudadanía.

Puede ser cierto que las medidas de Rajoy para solventar la crisis económica fueran los recortes, pero mientras que la mayoría de los españoles sufrían los efectos colaterales de esas medidas, otros pocos, o no tan pocos, desangraban al Estado con incontables casos de corrupción y el gobierno, en lugar de apostar por los ciudadanos, que reclamaban y piden justicia, se ha posicionado de parte de quienes más daño causan a la masa social, los bancos y las compañías de servicios, lo que ha incidido de manera determinante, para que la crisis de las familias no se reduzca al mismo tiempo que la deuda externa o la prima de riesgo.

Hoy no pueden venir los candidatos del Partido Popular a infligir miedo en la intención de voto. No pueden argumentar que el PP es el único partido capaz de responder a la incertidumbre con certezas, porque es mentira. El PP puede hablar de recuperación económica todo lo que quiera, puede poner todos los puntos positivos que le parezcan bien sobre economía, pero no pueden decir lo mismo de las personas, y las personas son las que votan en las urnas y las que deciden, quién y de qué manera quieren ser gobernadas.

El Partido Popular ha alejado su mensaje de la sociedad, es más, ha perdido la identidad con el ciudadano. El PP ha dejado de ser un partido representativo, políticamente, con distintas voces, modelos y sensibilidades, para convertirse en algo deforme, amorfo, sin criterio, y distanciado de las bases y simpatizantes, como jamás lo estuvo en su historia. Hoy, ese partido plural que daba confianza a millones de ciudadanos, se ha convertido en la mayor pesadilla de las familias, y en el mayor valedor de quienes atentan a diario contra el estado del bienestar, y la recuperación económica.

El domingo se celebran elecciones municipales y autonómicas, pero al mismo tiempo se celebrará un juicio sumarísimo a los ajustes de Mariano Rajoy, a las políticas de mano ancha para unos y palo y zanahoria para otros, al despotismo autoritario de María Dolores de Cospedal, y a la corrupción sin freno de la Comunidad Valenciana, a las mentiras de unos, frente a la ilusión de todos. Pero en este país, lamentablemente, y como en la fábula del burro y la zanahoria, ésta supone el deseo que todos tenemos de prosperar y volver a tiempos mejores, mientras que el astuto gobernante del palo, nos amedranta y engaña con promesas electorales que no está dispuesto a cumplir. Un clásico de la literatura, ejemplo de estratagema, y una realidad demasiado actual.

Ismael Álvarez de Toledo

periodista y escritor

http://www.ismaelalvarezdetoledo.com

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