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De coctel a botellón

Por Gabriel Elorriaga F.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
lunes 01 de junio de 2015, 09:55h
Los resultados de las pasadas elecciones municipales y regionales han sido depresivos para los grandes y antiguos partidos, hasta ahora aglutinantes de una sociedad políticamente constituida en torno a un sistema estable de convivencia democrática. Pero, por deprimente que sea el recuento de las rebajas de voto sufridas por ambos, no justifica eximirles de su responsabilidad histórica, en cuanto aún siguen siendo depositarios de la voluntad mayoritaria de los españoles conscientes. Que se hayan producido nuevas incorporaciones poco precisas, pero relativamente voluminosas, a la feria electoral que, en el caso de la sombra de Podemos no responden a una expectativa concreta de futuro sino que se presentan disfrazadas de diversos nombres y con personajes de controvertida procedencia, esto no libera a los partidos a un conjuntamente predominantes –y muy especialmente al gobernante- de sus deberes constitucionales.

El secretario general de los socialistas, Pedro Sánchez, cometió la frivolidad de anunciar previamente su disposición a elaborar toda clase de cocteles o combinaciones con todos aquellos que emergiesen en ese festín adobado de pereza, rechazo, rencor y vanidad, sin medir las consecuencias y calculando que se encontraría con unos acólitos útiles para recuperar parcelas de poder a costa de todo lo que oliese a izquierda, fuese cual fuese la carga explosiva que trajese en su recámara. Pero no está siendo tan sencillo. Desaparecidos del escenario Izquierda Unida y UPyD, sus recrecidos sustitutos eran algo más que unas confusas mareas populistas con mensajes radicales. Eran unos ingredientes sin control sanitario, que no se combinaban en las recetas previstas del coctel sino que se ofrecían al público como peligrosas bebidas de botellón. Un botellón en el que flotaban vapores etílicos de origen turbio, capaces de colocar en lo alto de algunas grandes instituciones a unos personajes que no eran los amigos del PSOE sino sus rivales y hasta sus enemigos de “casta”. El botellón propiciado por Pedro Sánchez puede poner en mejor plano institucional e informativo a personas de difícil encuadre, como Colau, Echenique y Carmena, que ni siquiera responden al elenco predilecto de Pablo Iglesias, dejando oscurecidos a los recursos humanos de la social democracia, incluyendo al propio Sánchez, a Susana Díaz y, no digamos, a actores secundarios como Carmona y Gabilondo. Esta es la situación que ha favorecido el muy discutido dirigente socialista con su resistencia a aceptar la propuesta lógica de las listas más votadas y de un horizonte de pactos a nivel europeo.

Se dirá que peor es la actitud de Rajoy. Lo que no deja de ser cierto, por mantener ese tancredismo político que se empeña en disculparse por defectos de comunicación, sin tener en cuenta que ya no es la comunicación lo que falla sino la imagen a comunicar. No son los culpables de la notable rebaja de sus votos cada uno de los candidatos territoriales del Partido Popular, sino el deterioro del mensaje nacional del partido. Pero, a pesar de todo ello, la capacidad de gestión de un gobierno en cuanto tal es una baza tan poderosa, durante unos meses y mientras no se pierda, que permite pensar en la supervivencia de la olvidada vocación reformista que ha caracterizado a este partido desde sus orígenes y que dio lugar a que, en su momento, pudiese realizar una refundación que, muy probablemente, es la que necesita ahora mismo, acompañada con una fuerte dosis de depuración y de vitaminas energéticas. Los resortes en manos de una presidencia, tanto para fijar el punto estratégico de las próximas elecciones generales como para abrir los congresos de regeneración interna o para renovar un gobierno, son tan potentes que, difícilmente, se le podrá perdonar a quien se abstenga de ejercitar las facultades que aún retiene. El Partido Popular debiera ratificar su capacidad reformista y no dormirse en un inmovilismo contable. Como toda entidad política activa, el Partido Popular debe tener en cuenta los contenidos cambiantes de una sociedad dinámica y los nuevos factores en juego o resignarse a una decadencia suicida.

Desde las pasadas elecciones europeas, como primer toque de aviso, hasta las pasadas elecciones territoriales, se ha subordinado la acción política a la simple continuidad administrativa de unos y a la pura demagogia vindicativa de otros. Mientras Pedro Sánchez calculaba mal sus cocteles, nuevos electores se trasladaban al campo del botellón. Las generaciones veteranas de los grandes partidos, aburridas y decepcionadas, se dormían en su limbo crítico. Con este panorama no es raro que algunos se embriagasen ciegamente con los vapores del botellón. La cogorza del botellón consiste en entonar cánticos contra el PP a la vez que se degrada al PSOE al papel de partido bisagra al servicio de las marcas blancas del populismo. La resaca del botellón que ha trastornado a Pedro Sánchez no supone expulsar al centro-derecha de algunas instituciones sino en expulsar al PSOE del centro-izquierda.

Gabriel Elorriaga F.

Ex diputado y ex senador

Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.

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