Broche de oro de Rafaelillo, por su faenón, que no por sus fallos a espada que le privaron de uno o dos trofeos. Lo hizo ante un miura menos descastado que el resto de un infumable encierro en el que quedaron casi inéditos y fueron silenciados Javier Castaño-su subalterno Marco Galán fue herido de pronóstico reservado- y Serafín Marín.
Nunca es tarde si el toreo es bueno. De muchos quilates, casi oro puro, nada de baratijas. Como el que festoneó en el cierre del ciclo isidril un coletudo que era de corte artístico en sus inicios y que tras recuperarse de un profundo bache lo han echado a los leones de las corridas duras. Sin embargo, ese pequeño (de talla física) gigante (de torería) que es
Rafaelillo aprovecha la más mínima oportunidad para reivindicarse y aspirar a entrar en otros carteles.
Aunque sea con un miura. Aunque sea. Un bicorne serio como todo el encierro de Zahariche y que en sus venas llevaba un punto mínimo de sangre brava, una nimiedad, no crean. Pero el murciano, que ya lo había recibido de hinojos con el percal, tras un brindis solemne, comenzó también de idéntica forma con la flámula.
Y ya de pie labró muletazos en oro por los dos pitones, algunos incluso desmayados, a los que unió siempre una sinfonía de remates, casi arrebatados monumentos escultóricos para abrochar las series. Todo sobre la base del dominio del miura con templanza y ligazón, a pesar de que en dos ocasiones fue prendido, lo que no impidió que Rafaelillo se le desplantara como respuesta otras tantas veces, la última también de hinojos y arrojando lejos los trastos.
Lágrimas y aclamada vuelta al ruedoLa verdad de su toreo, siempre cruzado y con el medio pecho, ya había calado en los espectadores, que le empujaron con la espada, pero el pequeño gran gigante marró en dos ocasiones antes del estoconazo definitivo. Llorando se metió en el callejón, de donde fue obligado a salir por las restallantes palmas del público que le hizo dar una clamorosa vuelta al ruedo.
Unas lágrimas justificadas porque Rafaelillo, sin dejar este tipo de corridas, en las que es un maestero, se merece otro sitio, que quizás le llegue ahora, al margen de orejas, por la demostración en la cátedra. Nada pudo hacer con el inválido primero, que sólo por el empecinamiento del usia,
JulioMartínez, no volvió a los corrales, entre enorme y justificada bronca y también justificados gritos de "fuera del palco".
Y muy poca historia en el resto del festejo con estos flojos mulos con cuernos que trajo
Miura a Madrid, varios de ellos con peligro, como el lote de
Javier Castaño, que se justificó y cuyos banderilleros
Ángel Otero y
Fernando Sánchez brillaron con los rehiletes, mientras que
Marco Galán fue prendido por el quinto. Tampoco
Serafín Marín, pese a que sus bichos eran noblotes, pudo hacer otra cosa que intentarlo para nada.
Ficha del festejoToros de
MIURA: bien aunque desigualmente presentados, mansos, descastados menos el manejable 4º y flojos, con 1º, inválido.
RAFAELILLO: silencio; vuelta tras aviso.
JAVIER CASTAÑO: silencio tras aviso; silencio.
SERAFÍN MARÍN: silencio; silencio tras aviso. Plaza de Las Ventas, 7 de junio. 30ª y última de la Feria de San Isidro. Lleno. Incidencias: el subalterno
Marco Galán fue atentido de herida en el escroto con evisceración de testículo izquierdo y contusiones múltiples, de pronóstico reservado.
Crónica anterior: fracaso anunciado de El Cid ante los victorinos