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Mujeres (y hombres) de confianza

lunes 13 de julio de 2015, 08:42h
El nombramiento de la activista del ‘posporno’ Águeda Bañón (Murcia, 1974) como nueva directora de Comunicación (o Dircom, como ahora ha dado en llamarse también a los responsables de Comunicación en empresas e instituciones) del Ayuntamiento de Barcelona ha provocado tanta sorpresa como confusión. Y todo a colación de un término vinculado a la flamante Dircom, que es únicamente familiar para quienes se encuentran próximos a la llamada filosofía queer.

Para no seguir adelante sin que, al menos usted y yo tengamos un territorio común sobre el particular, déjeme que traiga hasta aquí la opinión de un experto, Paul B. Preciado (antes Beatriz Preciado), doctorado en Teoría de la Arquitectura en la Universidad de Princeton, que atribuye el término ‘posporno’ -o postporno- al artista holandés Wink van Kempen en los años 80 para denominar un conjunto de fotografías de contenido aparentemente explícito, pero que no busca excitar, sino parodiar o hacer crítica social. El mismo Preciado fue quien, en 2003, y durante dos días y dos noches, organizó un maratón de posporno en el Museu d’Art Contemporani de Barcelona, que incluyó conferencias, proyecciones, documentación y talleres en los que se deliberó sobre "las diversas estéticas y políticas de representación sexual contemporáneas".

El caso es que Beatriz Bañón era autora de un blog postporno o de pornografía alternativa, una tendencia entre lo artístico y lo reivindicativo, como ya decimos, que le ha propiciado intervenir en cursos, dar charlas, conferencias y diseñar y participar en performances sobre el particular. Todo ello ha parecido a la nueva y joven alcaldesa de la ciudad Condal un conjunto de méritos suficientes para tenerla a su lado como directora de comunicación, es decir, como la persona responsable de elaborar y emitir mensajes a través de todos los medios que hagan llegar a la ciudadanía barcelonesa, del resto de Cataluña, de España y del mundo entero, las bondades de las decisiones y las actuaciones de Colau. Pero su iniciativa ha ido tan lejos, en cuanto a repercusión pública se refiere, que la joven alcaldesa ha llegado al punto de verse obligada a aclarar ante los medios de comunicación que a su flamante directora “se le ha fichado por su experiencia en medios de comunicación, no por su activismo ‘postporno’.

Quien no parece muy entusiasmada con eso del postporno es, sin duda, Amelia Valcárcel (Madrid, 1950), catedrática de Filosofía Moral y Política de la UNED, quien en una entrevista que publicaba el pasado día 3 el diario El País, hablaba del posporno como “una cosa”, que se han inventado las chicas feministas veinteañeras y que -a su juicio que, por cierto, coincide plenamente con el mío- “la verdad es que resulta muy disuasorio verlo, porque ni es pos, ni es porno ni es nada. Las cosas son lo que son y a veces no hay manera de cambiarlas”, sentenciaba contundente la profesora, filósofa y referente del feminismo español.

Directores de Comunicación

Pero no quiero yo centrar esta columna en las bondades o maldades de ese movimiento entre social, artístico y mediático que es el posporno sino, más bien, enfocar el objetivo a la otra cuestión, la medular, a la que, sin embargo, nadie ha dedicado dos tristes líneas. Me refiero a la de ‘directora de Comunicación’. Digamos, antes de seguir adelante, que quien esto escribe ha estado vinculado a esa actividad durante muchos años y que forma parte de la Asociación de Directivos de Comunicación, es decir, que no habla de oídas, sino con un conocimiento directo y cercano de la actividad.

Esta es una de esas profesiones cuya definición y ajuste está aún en plena ebullición porque su irrupción no va mucho más allá del último cuarto de siglo en nuestro país, y que, por tanto, aún no tiene un perfil muy ajustado porque en él caben desde un periodista, a un ingeniero, pasando por un licenciado en Administración de Empresas o un universitario medianamente espabilado que ni siquiera ha terminado tercero de carrera pero cuyo mérito principal -si no exclusivo, como en el resto de los casos- es que goza de la confianza de su consejero delegado, de su presidente o, como en este caso, de su alcaldesa. Ellos verán que, al fin y al cabo, son los que se juegan su propia imagen a través de, en primer lugar, su actividad política, económica o institucional, que comporta la toma constante de decisiones, y, en segundo, del buen o mal uso que haga de su comunicación pública su máximo responsable de comunicación.

Esta es la realidad. Otra cosa es el ideal que, a juicio de quien esto suscribe, pasa por que ese factor de la actividad institucional o empresarial esté siempre a cargo de un profesional de la Comunicación, con base académica y experiencia suficientes para poder desempeñarlo, del mismo modo que a nadie se le ocurre poner al frente de la dirección Financiera a un médico, o del Servicio de Traumatología a un financiero. Pero en este país, que hasta hace cuatro días, todo el mundo sabía de toros y de fútbol, ahora de lo que sabe es de fútbol y de comunicación. Eso explica el cambalache de entrenadores que, apenas disputadas las cuatro o cinco primeras jornadas de la liga, empieza ya a producirse en los banquillos de los equipos, o que apenas encajados los primeros varapalos sufridos en las formaciones políticas tras las elecciones de turno, haya también que proclamar públicamente su “satisfacción con los resultados obtenidos” y, a renglón seguido, cambiar al portavoz y al responsable de comunicación.

Este es, al fin y al cabo, un proceso normal de ajuste y encaje que, tarde o temprano, acabará asentándose donde debe, es decir, haciendo que cada uno se dedique a lo suyo. Una intención que el refranero español recoge muy bien en una frase que todos manejamos con frecuencia: zapatero a tus zapatos. Y es que, las más de las veces, el ejercicio de prueba y error suele traer consecuencias tan inesperadas para unos, como esperables para otros. Beatriz Bañón ya tiene sobre la mesa un titular que va a permitirnos reconocer su habilidad como Dircom. Es este: “Colau se dobla el sueldo para donarlo: no cobrará los 2.200 € mensuales que prometió”.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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