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La España existencial

Por Gabriel Elorriaga F.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
jueves 16 de julio de 2015, 09:15h
Existe una dimensión instintiva de la nacionalidad que conforma el carácter de los pueblos con historia. Es una realidad existencial que no se confunde con la espuma efímera de las políticas de cada refriega sino que es consecuencia del suma y sigue vital de un pueblo. Nadie es dueño del pasado y del futuro de España, sino partícipe de un simple y fugaz capítulo del presente. A nadie se le pide sentirse identificado con la Hispania romana, con la monarquía visigoda, con la Reconquista, con el imperialismo de los Austrias, con la Ilustración de los Borbones, con el liberalismo decimonónico, con la Restauración, etc. El pasado no exige tomar partido sino saber que estos y otros ingredientes formaron el carácter colectivo de un pueblo tal cual es hoy, con todos sus antecedentes.

A ningún ciudadano de la República francesa, tal cual es hoy, se le ocurre hacer contienda de los sueños de Juana de Arco, de la grandeza de Luis XIV, de los excesos de la Revolución o del imperialismo napoleónico. Son ingredientes en la configuración histórica de la Francia existencial. En España, lamentablemente, dos experimentos republicanos fueron los puntos negros de riesgo de nuestra consistencia histórica. La primera tropezó con el caos cantonalista, violento y disgregador, y no pudo llegar ni a proclamar una Constitución federal. La nacionalidad se le desintegraba entre las manos en unos meses. La segunda se suicidó como referencia institucional cuando un jefe de Estado aceptó la dimisión de un jefe de gobierno para dar paso a un ejecutivo que al entregar las armas a los sindicatos y la justicia a los tribunales populares había abdicado de las funciones esenciales del poder de un Estado de todos los ciudadanos, sustituyéndolo por un bando político primario.

La singularidad de aquellos fracasos demoledores no provienen de un defecto original de los españoles, propicios a autodestruirse como nación por un extraño masoquismo sino por la tensión estratégica que sufre secularmente un territorio desplegado como punta de Europa, en el eje norte-sur y en la gran conexión cultural Atlántico-Mediterránea. Una carga geopolítica que demanda una fuerza existencial incompatible con la debilidad de las estructuras de Estado. Los intereses externos al europeísmo y al atlantismo están siempre propicios a apoyar interferencias debilitantes del equilibrio del Estado, alentando los más absurdos chiringuitos ideológicos, comunas de marginales y campamentos hippies que se creen opciones políticas cuando no son más que franquicias de influencias desintegradoras, buscando agrietar la estabilidad del mundo libre y avanzado desde las orillas resentidas de la regresión y la tiranía.

En tiempos de crisis o de déficit de liderazgo reviven las utopías alentadas por medios económicos de ríos revueltos o medios de comunicación de intereses turbios. Se ensayan experimentos parapolíticos que intentan romper la continuidad existencial del baluarte con sus propuestas ridículas y demagógicas. Generalmente se manifiesta la índole infantiloide de los inventos parapolíticos en sus propuestas grotescas de borrar nombres y fechas en el calendario de la historia inmutable. Son los payasos de la política que salen a escena en los entreactos, mientras se producen los cambios de turno convenientes para que la historia existencial de España continúe su curso como una de las piezas clave del motor de la civilización occidental. Estos autoinvitados a la fiesta de la democracia no son conscientes de que solo son flor de un día, entre los troncos seculares del bosque que rodea a las columnas de Hércules. Ellos no saben lo que no son, porque carecen de facultades para notar sus carencias. Pero el instinto del pueblo y la conciencia cósmica saben muy bien lo que es la España existencial y lo que representa en el mundo. La perennidad del concepto España no es el resultado de experimentos ideológicos ni de combinaciones partidistas, sino lo logrado por el pragmatismo de los gobernantes que asumieron sus responsabilidades públicas en distintas circunstancias históricas. La España existencial es un monumento al que no le sobra ninguna piedra. Los que juegan con rótulos están soplando pompas de jabón en el aire de su insignificancia. El pueblo tiene ahora ocasión de observarlos, por si se había olvidado de lo que eran.

Gabriel Elorriaga F.

Ex diputado y ex senador

Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.

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